martes, 16 de noviembre de 2010
Capitulo 15
Después del interrogatorio de Crouch, me encerré en mi habitación en las mazmorras. Una vez más, Dumbledore me daba pruebas de que confiaba en mi. Me molestaba eso, sentía que tenia una dedua para con él. Y odiaba deberle cosas a la gente. En sí, estaba pagando lo que le debía a esa familia que se destruyó por mi culpa.
Por lo que sabía, Harry no tenía más de un año de edad. Vivía con sus tíos, con la hermana de Lily que yo había conocido y que tanto me odiaba. ¡Y pensar que alguna vez consideré la posibilidad de ser simpático con ella, todo para satisfacer a Lily! ¿Habría servido de algo? Claro que no, ya no me engañaba. No más.
Recostado en la cama, deseando tener un pensadero para poder eliminar todo lo que tenía en la cabeza, acepté también el hecho de que jamás podría dejar de pensar en... todo. En mi vida, y en todos los que habían formado parte de ella. Era bastante imposible (era eso lo que pensaba, años después no estaría tan seguro) cambiar la manera de vivir de uno, eliminar el pasado y empezar de cero.
La Marca me lo recordaba. Cada vez que veía ese grotesco tatuaje en mi brazo, las imágenes se hacían presentes en mi cabeza. La cantidad de gente que había perdido la vida por mi culpa, por mi egoísmo, era incalculable. Temía aceptar que era un asesino, jamás lo aceptaría. Una parte de mi justificaba todo lo que había hecho, pero no era para nada justo.
Y la necesidad surgió...
Me levanté de la cama y me puse la capa de viaje, listo para salir. Lo único que podía justificar mis acciones en ese momento era una persona, y sabía dónde encontrarla.
La profesora McGonagall estaba agotando su paciencia. Si Sebastian y Annie seguían conversando en su clase...
-Les daré más tarea de la que podrán hacer en todo el año. ¡Guarden silencio! -repitió una vez más.
Sebastián se calló de inmediato, pero Annie siguió examinando el libro. Había encontrado una página bastante interesante, que hablaba sobre un curioso elixir que aumentaba la temperatura corporal. Lo curioso era porque el elixir no era parte el libro, sino que estaba escrito a mano. Como todas las paginas lo estaban... El anterior dueño del libro había mancillado cada hoja, anotando recetas complicadísimas de pociones (quién sabe, quizás de su propia invencion) que Annie jamás habia visto o escuchado hablar.
Annie sonrió. La profesora McGonagall la casitgó definitivamente. Sebastian se burló en vos baja, y se convirtió una vez más en el compañero de castigos de la señortia Poynter.
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