En cuestión de segundos aparecí en el cementerio de Little Hangleton. Estaba desierto, pero el polvo todavía estaba en el aire luego de la batalla, y un incipiente fuego ardía al lado de un caldero derramado. Me acerqué con la varita en la mano al centro de la escena. Había regresado, era cierto... Dumbledore tuvo razón, una vez más. ¿Cómo era posible? Había mucho que explicar por parte de Dumbledore. Pero ya habría tiempo para eso. Ahora debía hacer bien mi papel. Me quedé congelado, mirando las tumbas que me rodeaban, pensando. "Lucius" me dije. Era obvio. Giré sobre mis talones y me desaparecí.
El camino adornado con altos pastizales era igual al que recodaba años atrás. Con paso firme, avanzé hasta la imponente puerta metálica, alzé mi brazo izquierdo y la atravesé como si fuese humo. Al llegar a la entrada principal, descubrí que la puerta estaba abierta. Entré sin vacilar para encontrar un recinto con unas seis o siete personas. El terror estaba en el aire, y los gritos que provenían de la sala continua no ayudaban a disiparlo.
-Has venido...
Lucius me miraba desde el rincón más oscuro del recinto. Estaba abrazando a su esposa, quien, atemorizada, estaba fuertemente aferrada al torso de su marido.
-Claro que he venido. ¿Qué esperabas? -respondí con frialdad.
Me miró con recelo y con tristeza a la vez. Seguí caminando por el recinto y me acerqué a la puerta de donde provenían los gritos...
-¡ES INACEPTABLE! ¡NO PUDO HABER SUCEDIDO!
-MI LORD, POR FAVOR, NO SABÍA...
-¡CRUCIO!
Y los aullidos desgarradores de pobre Colagusano resonaron en la Mansión.
Puse mi mano en el picaporte, pero antes de llegar a él la pueta se abrió sola.
El mismísimo Voldemort estaba allí, con la varita levantada, sus rojizos ojos llenos de ira, su blanca piel contrastando en la oscuridad. Estaba vivo. Había regresado.
Cuando me vió, sonrió... o al menos lo intentó. Su rostro sin labios formaron una expresión de felicidad muy extraña.
-Severus...
-Mi señor. -respondí, e hice una pqueña reverencia. -Es cierto... está usted...
-Vivo. -dijo rápidamente él. -Más vivo que nunca. No gracias a... -y dirigió su mirada al bulto que estaba reposando en el piso. Colagusano gimió e intentó levantarse. Voldemort lo apuntó con su varita y lo expulsó hasta la otra parte de la habitación con violencia.
-Continuaremos con esta charla más tarde, Colagusano. -dijo con dureza. -Ahora, si eres tan amable, reúnete con tus compañeros en el recinto. Quisiera... decir algunas palabras. Volví al recinto, seguido por Voldemort. Colagusano permaneció en la habitación, inconsciente. El Señor de las Tinieblas subó los primeros tres escalones de la enorme escalera que adornaba el recinto principal y se dirigió a sus Mortífagos:
-Como ya les he dicho en el cementerio hace algunos minutos -habló con una potente voz -esta vez no tendré clemencia. He demostrado que no puedo ser vencido, que nadie puede detenerme. Y voy a hacer pagar a aquellos que se pusieron en mi camino.
Yo estaba temblando. Había sucedido todo muy rápido, era como volver en el tiempo, estar parado ahi otra vez, escuchando a ese despreciable mago que alguna vez me había influenciado lo suficiente... Quería escaparme, salir corriendo de allí, pero no debía... no podia. Debía permanecer, debía ser fuerte. Mi lugar estaba allí, entre toda esa gente mediocre, cobarde, sin valor alguno. Mi lugar era el de un hombre endeudado con un niño, de por vida.