Agosto 1997
Una vez más, recorría el sendero que llevaba a la Mansión Malfoy, no por última vez. Seguido por un grupo de encapuchados, Draco y yo ibamos delante de todo. Al parecer, Draco se sentía ahora más seguro al estar en su hogar. Ya no temblaba.
Al llegar a la reja de la entrada, fue él quien levantó su brazo izquierdo abriéndonos el paso a través de ella. La Marca estaría grabada en su piel por siempre.
Al llegar a la reja de la entrada, fue él quien levantó su brazo izquierdo abriéndonos el paso a través de ella. La Marca estaría grabada en su piel por siempre.
Adentro nos esperaba Narcisa, que bajaba de la escalera de mármol apenas entramos. Bajó los últimos escalones con velocidad y apretó a su hijo con los brazos muy fuerte, derramando algunas lágrimas. Draco devolvió el abrazo por un instante, y luego se soltó.
-¡Severus, lo has hecho, tal como prometiste!- me dijo a mi,
tomándome las manos. Yo la aparté y le di una fria mirada.
tomándome las manos. Yo la aparté y le di una fria mirada.
-Era mi deber. -le contesté. -¿Dónde está el Señor Tenebroso?
En ese momento, la puerta del comedor se abrió y salió un hombre alto y con una larga barba negra con mechones plateados.
-El Señor Tenebroso está ocupado, no puede verte ahora, Snape. -dijo con una voz monótona.
-Pius -le respondí. -Te creí en el Ministerio.
-Está bajo el maleficio Imperius. -me dijo Narcisa en un susurro.
-Bien -dije entonces. -Supongo que él querrá verme después de saber que la misión ha sido un éxito. Dumbledore ha muerto, y eso es todo.
Narcisa miró el suelo, y luego volvió a mirarme a los ojos. Abrió la boca pero no salieron palabras, no pudo articular ninguna.
-Debo irme. Con algo de suerte, podré regresar a Hogwarts a obtener algo de información. No hubo testigos de que yo haya matado a Dumbledore. -y luego, me di vuelta y alcanzé la puerta de salida. Pero antes...
-Narcisa... -llamé. Giré mi cabeza y volví a mirarla. Vacilé antes de hablar, pero lo hizo.
-¿Qué sabes de Lessie?
La pregunta la desconcertó. Dió un paso hacia mi y dijo
-Hace años que no sé nada...
Draco me miró, nervioso, y luego miró a su madre. Volvía a temblar. Sabían.
Ambos sabían. ¿Hace cuánto? ¿Y qué tanto? Mi mano apretaba tan fuerte el picaporte que se calentó.
Mi cabeza daba vueltas, un escalofrío recorrió mi cuerpo, y el picaporte desapareció. Todo se volvió negro.
-¿Severus, estás bien?
Abrí los ojos y tardé en darme cuenta que estaba en el suelo de la Mansión. Narcisa estaba al lado mio, Draco me miraba de lejos.
-Si... -le dije. No me atreví a mirarla a los ojos. Me reincorporé como pude
-¿Por qué no descansas un poco antes de volver a irte? -me sugirió.
-No, no puedo. -dije rápidamente. Y salí de la mansión sin mirar atrás.
Sabía, ella sabía. Lessie le habia dicho. Narcisa sabía lo que yo sentía por Lily. Lo supo siempre, y Draco... Draco habría escuchado alguna conversación, seguro. Su genio siempre lo traicionaba. Por eso dudaba de mi, por eso no queria mi ayuda. Draco sabía, igual que su madre. Y probablemente eran las dos personas vivas que lo hacían.
¿Y ahora qué? Me detuve en medio del camino. El silencio de la noche era interrumpido por el sonido de los pavos reales blancos, que decoraban el patio. Miré el cielo, en busca de respuestas. Cerré los ojos, y sentí el viento en la cara.
-Ya queda poco, muy poco. -me dije.