31 de Octubre de 1981
-¿No quiere decir... no puede referirse a la gente que vive aquí? -gritó la anciana bruja en medio de la noche. Dumbledore... no puede. Los observé todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. ¡Harry Potter no puede venir a vivir aquí!
-Es el mejor lugar para él -dijo Dumbledore. -Sus tíos le explicarán todo cuando sea más grande. Les escribí una carta.
-¿Una carta? -repitió la profesora McGonagall, indignada. -¿De verdad, Dumbledore, cree que puede exlicar todo en una carta? ¡Esta gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que hoy sea conocido en el futuro como el día de Harry Potter... escribirán libros sobre él, cada niño en el mundo conocerá su nombre!
Luego de hablar por un buen rato, ambos profesores guardaron silencio, esperando al hombre que traería al niño que esa misma noche había acabado con el Innombrable.
La cabeza de Dumbledore no podía parar de pensar un sólo segundo; ¿Qué había sucedido? ¿Por qué Voldemort no pudo asesinarlo? Las mil y un teorías rondaban su mente...
Una vez que Hagrid llegó, dejaron al niño en la puerta del número cuatro de Privet Drive, y cada uno tomó su camino.
Dumbledore devolvío las luces que había "robado" hace unas horas con su desiluminador, y al llegar a la esquina se desapareció, confiando plenamente en que Harry estaba a salvo. Por ahora, al menos.
Se materializó en el mismísimo Valle de Godric, hogar de los Potter. Pasó por delante del cementerio, pero no quiso visitarlo: su familia estaba allí. Y hasta ese día (y por unos cuantos años más adelante) se sentía culpable de las desgracias que habían sufrido. ¡Si hubiera cuidado más de Ariadna! ¡Si hubiera pasado más tiempo con Abeforth! Jamás se perdonaría a sí mismo...
Cuando llegó a la casa, no pudo evitar asombrarse. Un enorme hueco se formabaen el piso superior, a la izquierda. Debió ser ahí donde... El anciano profesor atravesó la puerta (toda destruida) y enseguida sintió los rastros de magia negra. ¿Qué había sucedido? Los cuerpos de Lily y James habían sido retirados hacía poco menos de una hora, de ello se había encargado la Orden del Fénix.
Había que seguir alerta: muchos de los mortífagos no renunciarían a sus creencias, y se inmiscuirían en una búsqueda para regresar con Voldemort. La mayoría de sus seguidores daban la vida por él, y no descansarían hasta terminar la obra (si así puede llamarse) que él comenzó.
Harry era el que corría más riesgo. Luego estaba él, quien se había declarado enemigo número uno del Innombrarble, y se había puesto a la cabeza de la lucha contra Voldemort.
¿Cuántos mortífagos desmentirían su relación con el Señor de las Tinieblas, para salvarse de Azkaban? ¿Cuántos estarían dispuestos a renunciar a él completamente? Quizás nunca lo sepa. Pero lo que sí sabía era que Snape tenía sus motivos (y de sobra) para estar, esta vez, del lado correcto.
El diario de la mañana del 1º de Noviembre tenía más páginas de lo habitual. "El Profeta" tenía una fotografía enorme de Lily y James, sosteniendo éste último a su hijo, Harry, y bajo el encabezado que decía "La última familia asesinada por el Innombrable". Más abajo, con las letras igual de grande, decía "Harry Potter, el niño que vivió", y comentaba que en algunas páginas había elaboradas teorías sobre magia antigua y moderna que intentaban exlicar el porqué de lo sucedido.
La Marca Tenebrosa estaba casi invisible, había perdido ya el color.
El despacho del profesor de Pociones, al igual que las aulas, se ubicaba en las mazmorras. Por una cuestión de conveniencia, los ingredientes no sufrían el calor los días de verano, y estaban resguardados de las inquietas manos de los alumnos. A mi no me disgustaba estar apartado del tumulto del castillo. Era tan extraño volver... cada piedra de las paredes del castillo me recordaban a los días que había pasado en él, de jóven. De esa manera tan dolorosa empezaba mi primer día en Hogwarts como profesor.
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