-¡He presenciado el retorno de lord Voldemort! –dijo Potter desde su cama en la enfermería. -¡He visto a los Mortífagos! ¡Puedo darle los nombres! ¡Lucius Malfoy…!
Moví la cabeza repentinamente hacia Harry, pero volví la mirada a Fudge inmediatamente. ¿Cuántos de ellos habían acudido al llamado? ¿Debería ir yo ahora mismo?
-¡Malfy fue absuelto! –dijo Fudge visiblemente ofendido –Es de una prestigiosa familia… y entrega mucas donaciones…
-¡Macnair! –prosiguió Potter.
-¡También fue absuelto! ¡Y trabaja para el Ministerio!
-Voldemort ha regresado –dijo Dumbledore una vez más al incrédulo Ministro de Magia. –Si afronta este hecho, Fudge, y toma las medidas necesarias, lo primero que debe hacer es…
-¡Absurdo, Dumbledore! No puede estar hablando en serio…
-¡Está cegado por el miedo a perder su puesto, Cornelius! –dijo Dumbledore, alzando la voz.
-No sea necio, Fudge… -dijo McGonagall, escandalizada.
-Mire, Dumbledore –dijo Fudge, más calmado. –Siempre le he dado rienda suelta. Le he demostrado mucho respeto… Podría no estar de acuerdo con algunas de sus decisiones, pero me he callado. No hay muchos que en mi lugar le hubieran permitido contratar a un hombre lobo, o tener a Hagrid aquí… pero si va a actuar en mi contra…
-El único contra el que pienso actuar, es contra Voldemort.
-No puede… no puede ser cierto –repetía Fudge.
-Mire –le dije. Me levanté la manga y le mostré la Marca ardiendo en mi brazo. Fudge, al verla, retrocedió inmediatamente. –La Marca no está tan oscura como lo estaba hace una hora. El Señor de las Tinieblas nos marcó con ella a todos los Mortífagos. Era una manera de reconocernos entre nosotros, y también el medio que utilizaba para convocarnos.
-No sé a qué esta jugando usted y sus profesores, Dumbledore, pero creo que ya he oído bastante.
Dicho esto, le entregó el premio a Potter por haber ganado el Torneo y salió de la enfermería cerrando la puerta de un golpe.
-Bien, hay mucho para hacer. Minerva, trae a Hagrid, y si consiente en venir, a Madam Maxime. Sra Pomfrey, en el despacho del profesor Moddy encontrará una elfina doméstica llamada Winky, en muy mal estado. Encárguese de ella por favor.
Ambas brujas salieron por la puerta, a la vez que un enorme perro negro entró a la enfermería.
-¡Él! –exclamé. No podía equivocarme. -¿Qué hace él aquí?
El perro tomó su forma humana, y Sirius Black se presentó frente a todos.
-Esta aquí porque yo lo he llamado. –dijo Dumbledore, pasando la vista de uno a otro. –Igual que tú, Severus. Yo confío tanto en uno como en otro. A es hora de que olviden sus antiguas diferencias, y confíen también el uno en el otro.
¡Estaba loco! ¡Jamás podría confiar en un hombre como Black!
-Me conformaré, a corto plazo, con un alto en las hostilidades. –dijo Dumbledore con paciencia. –Dense la mano, ahora están del mismo lado. El tiempo apremia, y a menos que los pocos que sabemos la verdad estemos unidos, no nos quedará esperanza.
Con un enorme esfuerzo, le tendí la mano y él la apretó con una fuerza innecesaria. Lo solté de inmediato.
-Con eso bastará. –dijo Dumbledore. –Ahora, tengo trabajo para los dos. La actitud de Fudge, aunque no nos sorprende, lo cambia todo. Sirius, necesito que salgas ahora mismo: alerta a Remus Lupin, Arabella Figg, y Mundungus Fletcher. Escóndete por un tiempo en la casa de Lupin, yo iré a buscarte.
Black abrazo´a Harry, le dio la mano a Dumbledore, volvió a transformarse en pero y se fue por la puerta.
-Severus. –se dirigió a mi. Temía lo que iba a pedirme, pero una parte de mi lo sabía, era obvio. –Ya sabes lo que quiero de ti. Si estás dispuesto…
-Lo estoy. –le dije.
-Buena suerte entonces –me deseó Dumbledore, cargando sus palabras de emoción. Atravesé la puerta de la enfermería y salí del castillo a toda velocidad, pasando los jardines. Una vez que crucé el límite de los terrenos, giré con mi capa y desaparecí en la noche.