-Pettigrew fue quien entregó a los Potter a Voldemort. Era él el guardián de los secretos, y por un temor injustificado, le reveló a Voldemort la ubicación de Lily y James.
El tiempo se detuvo. Mi respiración también. Bajé mi cabeza unos centímetros, clavando la vista en la nada misma, pensando… luego miré a Dumbledore. Lucía totalmente triste por haberme dicho eso. Y entonces, con toda la frialdad del mundo, le dije:
-¿Y por qué pensó que eso me afectaría? ¿Acaso me ve tan débil?
Dumbledore abrió sus ojos sorprendido.
-Lo siento, no debí… -e interrumpiéndose a si mismo, se levanto y se dirigió hacia la puerta.
-Yo ya lo superé. –le dije. –Yo ya encontré al culpable de la muerte de los Potter. –Dumbledore se detuvo y se volvió para mirarme. –Soy yo.
-El asesino fue y será siempre lord Voldemort –respondió –Tú sólo actuaste por tus impulsos, y yo no te culpo por eso.
-Pero yo si. –me puse de pie, apoyando las manos en mi escritorio con firmeza. –Y hasta el día de hoy que no me he perdonado a mi mismo. Pero aprendí vivir con eso, ¿sabe? Con la culpa de haber… dejado morir… ¡Ni siquiera! ¡Con la culpa de haber ayudado a morir a la persona que más amo! –Estaba agitado, mi respiración estaba entrecortada.
-No voy a discutir contigo. Te he dicho una y mil veces dónde puedes encontrar el perdón que buscas. –Sacó de bolsillo su extraño reloj y lo miró –En unas horas llegará aquí, a Hogwarts, y confió en que lo protegerás en todo momento. Te aseguro que correrá bastante peligro, este año sobre todo…
Y se fue por la puerta, dejando la herida abierta en mi pecho, una herida que no cicatrizó hasta dentro de algunos años.
Una semana después
-No es culpa de nadie más que de Potter, Karkaroff. –comenté con malicia. –No hay que culpar a Dumbledore del empeño de Potter por quebrantar todas las normas. Desde que llegó aquí, Potter no ha hecho otra cosa que traspasar límites…
-Gracias, Severus –me dijo Dumbledore con firmeza.
Era un caos. Inexplicable, intolerable… ¿Potter en el Torneo de los Tres Magos? Dumbledore no lo comprendía, estaba seguro…
-¿Pusiste tu nombre en el Cáliz de Fuego, Harry? –le preguntó Dumbledore con calma.
-No –contestó Harry. Atravesé su cabeza con mis ojos, y lo comprobé: no mentía.
Luego de una larga discusión, se acordó que Harry participaría de todas maneras. Su nombre saliendo del Cáliz, la Marca en el Campeonato… no era casualidad. La noche siguiente, la Marca comenzó a arder en mi antebrazo… hacía más de 10 años que no ardía.
Diciembre, 1994
-Karkaroff planea huir si la Marca comienza a arder más frecuentemente. Usted sabe toda la ayuda que le proporcionó al Ministerio luego de la caída del Señor de las Tinieblas…
-Lo recuerdo –contestó Dumbledore, mientras ambos caminábamos entre los nevados jardines del castillo. -¿Y tú Severus? ¿También huirás?
-No –le dije con firmeza. –No soy tan cobarde.
-Por supuesto que no- me contestó sonriendo. –A veces pienso que seleccionamos a nuestros alumnos demasiado pronto…
-El regreso del Señor de las Tinieblas es inminente… Debemos actuar ahora.
-Calma –me dijo. –La Tercera Prueba será definitiva. La persona que puso el nombre de Harry en el Cáliz pretendía matarlo, pero el chico ha sobrevivido con éxito. En la última prueba, dicha persona no querrá desperdiciar su última oportunidad.
-¿Y dejaremos que Potter sea la carnada? ¿Y si le pasa algo?
-No tenemos otra opción. –respondió con tristeza, casi con frialdad…
-Usted y yo somos muy diferentes, Dumbledore… Nunca toleraré que arriesgue la vida de algunas persona para salvar a otras pocas.
-No te pido que lo toleres. –se detuvo en seco y puso su mano sobre mi hombro. –Sólo te pido que confíes ciegamente en mi. Pronto tendré que pedirte más de lo que alguna vez te he pedido que hagas por mi, y espero que estés dispuesto…
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