Pasaron varios meses de ese encuentro con Dumbledore. No era casualidad que Lupin fuese el nuevo profesor de Defensa CAO en Hogwarts. Dumbledore sabía (al igual que yo) que Black intentaría encontrar a al hijo de Lily, y Lupin conocía al prófugo lo suficiente como para saber qué día y por dónde entraría al castillo.
Los merodeadores. La ferviente prueba de que la amistad es tan frágil como el tallo de una flor. La historia entre Pettigrew, Black, Lupin y Potter estuvo escrita desde el principio. Sacando mis justificadas (¿por qué no?) razones, no me engañaba a mi mismo cuando decía para mis adentros que los cuatro acabarían mal. Un traidor, un injusto condenado, un joven que encontró la muerte y otro que fue maldecido por siempre. ¿Qué podría uno esperar de eso? Me es imposible, inexplicable, describir todo el odio que yo sentí hacia ellos durante el resto de mi ida. Nunca, jamás, respeté a ninguno de ellos, sus acciones me fueron suficiente para juzgarlos de los peores brujos que conocí. Carentes de humildad, llenos de regocijo… Pettigrew, por ejemplo. Recuerdo aquella noche que lo llevé a la Mansión Malfoy, el día de su iniciación como mortífago. Lupin, demasiado preocupado por ser prefecto, suficiente para fingir simpatía incluso a mi. Siempre vio en él un futuro prometedor, pero su maldición lo hizo una persona rencorosa con la vida misma. Y Black, ¡el peor de todos, que Potter incluso! Nunca tuvo nada por qué vivir, nunca se preocupaba demasiado… personalmente detesto a ese tipo de personas, aquellas que no ven un futuro en sí mismas, que se preocupan por vivir el presente, que están demasiado ocupados siendo rebeldes… Y por el último, no hace falta que me explaye, es ese que me arruinó la vida.
Volviendo al propósito de este relato, el tercer año del hijo de Lily en Hogwarts fue el más agitado de todos los que le siguieron. Las ansias que tenía ese chico por conocer la verdad, por empezar a conocer una mínima parte de la gran verdad que Dumbledore le ocultaba, comenzaban a alarmar al viejo director. Y bastante se había enterado esa noche de Abril en la Casa de los Gritos…
-Entonces por eso lo odia –dijo Harry a Lupin- Snape pensaba que usted estaba involucrado en la broma que casi lo mata…
-Exactamente -respondí, a favor de mis impulsos. Me saqué la capa de invisibilidad y apunté al pecho de Lupin con mi varita.
-Severus... –comenzó a decir el hombre lobo.
-Le he dicho una y otra vez al director que ayudabas a tu viejo amigo Black a entrar en el castillo, Lupin. Y aquí esta la prueba.
-Te equivocas, Severus –me contestó apresuradamente. –No lo has oído todo. Puedo explicarlo. Sirius no ha venido a matar a Harry.
Como si yo no supiera eso… Me aferré aún mas con los dedos a la varita y apunté a Black.
-Dos más para Azkaban esta noche. Me encantará saber cómo se lo toma Dumbledore. Estaba convencido de que eras inofensivo. ¡Un hombre lobo domesticado!
-¡Idiota! –me dijo-. ¿Vale la pena meter a un inocente a Azkaban por una pelea de colegiales?
Agité la varita y conjuré dos finas sogas que se enroscaron e la boca de Lupin. Black se abalanzó sobre mi, pero le apunté directamente a los ojos, diciéndole –Dame un motivo, dame un motivo para hacerlo, y te juro que lo haré.
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