Si Draco lo había matado antes que yo...
-Hazlo Draco, o apártate para que uno de nosotros pueda hacerlo... -decía un mujer justo antes de que yo abra la puerta. La situación me dejó congelado: Dumbledore estaba frágil, débil, apoyándose contra el parapeto de la Torre, casi sin fuerza. Draco estaba frente a él, varita en alto, temblando sin parar. Reconocí a Greyback y a Carrow, que respiraban muy agitados, mirando al anciano director como un hambriento lobo a su presa.
-Tenemos un problema, Snape -dijo Carrow, apuntando a Draco -el chico no se atreve a hacerlo.
-Severus...
Con un hilo de voz, Dumbledore había pronunciado mi nombre.
Lo miré, con odio, con desprecio. Y a la vez con tanto dolor. Quería que sepa, antes de partir, que valore todo lo que yo había hecho en su nombre, pero no había forma de hacerselo saber. Avancé unos pasos hacia él, sin mirarlo.
-Por favor... Severus...
Levanté mi varita y exclamé:
-¡Avada Kedavra!
El rayo golpeó al director en medio del pecho.
-Fuera de aquí, rápido. -dije, y tomé a Draco por el hombro y lo obligué a bajar a mi lado. El chico seguía temblando.
En el séptimo piso, la batalla continuba. Atravesé como pude los escombros, sin soltar a Draco, y grité "¡Ya está, está hecho!"
Algunos miembros de la Orden me miraron con incredulidad mientras pasaba por al lado de ellos, impasible, Draco siempre a mi lado. Bajamos las escaleras rápidamente, y en cuestión de un minuto atravesamos la puerta del Hall y salimos a la oscuridad de los terrenos. La Marca en el cielo bañaba todo de verde. El frío aire nocturno me cogelaba los pulmones, pero seguí caminando, firme.
Hagrid pasó por al lado mio, corriendo hacia el castillo. Pareció no notar mi presencia.
De pronto, un rayo de luz rojo pasó muy cerca de Malfoy, y me di vuelta, horrorizado.
Potter nos había alcanzado, su rostro lleno de ira y confusión, con la varita en alto.
-¡Desmaius! -volvió a gritar.
-¡Corre, Draco! -le dije, y el pálido muchacho salió corriendo hacia el Bosque Prohibido.
-¡Cruc...- pero Potter se interrumpió. Acto seguido, agité mi varita y cayó de espaldas. El muchacho volvió a levantarse rápidamente, mientras Gibbon detrás de él incendiaba la cabaña de Hagrid con una enorme explosión. Quería salir de allí inmediatamente.
-¡Cruc...! -volvió a intentar el chico, pero volví a interceptarlo nuevamente.
-¿Pretendes echarme un maleficio imperdonable, Potter? No tienes el valor ni la habilidad...
-¡Incarce...! -y volví a desviar el emrbujo. -¡Defiéndase! -me gritó -¡Defiéndase, cobarde, de...!
-¿Me has llamado cobarde? -le pregunte de un grito, casi con sarcasmo -Tu padre nunca me atacaba si no eran cuatro contra uno. ¿Cómo lo llamarías a él?
-¡Desm...!
-¡Intercepado otra vez, y otra vez, y otra, hasta que aprendas a tener la boca cerrada y la mente abierta! -me dirigí a Gibbon y le dije -¡Vamos, hay que salir de aquí antes de que lleguen los del Ministerio...!
Pero Gibbon me ignoró, y en vez de escucharme, estaba echándole un maleficio Cruciatus a Potter.
-¡No! -exclamé instintivamente, e intercepté la maldición. -¿Has olvidado las órdenes que te dieron? ¡Potter pertenece al Señor de las Tinieblas! ¡Vete de aquí, largo!
El Mortífago asintió y siguió a Draco, adentrándose en el Bosque. Miré a Potter, que yacía en el piso, y giré sobre mis talones.
-¡Sectum...!
-¡No, Potter! -El libro, lo olvidaba. -¿Cómo te atreves a utilizar mis propios hechizos contra mi, Potter? ¡Yo los inventé! ¡Yo soy el Príncipe Mestizo! Y tú pretendes atacarme con mis inventos, como tu asqueroso padre, ¿eh? ¡No lo permitiré! ¡No! - le respondí, teniendo la esperanza de que sabiendo eso, se alejara de ese maldito libro que tantos problemas me había traído.
Lo desarmé de una vez por todas, para que no vuelva a atacar.
-Máteme -me dijo respolando. -Máteme como lo mató a él, cobarde...
-¡¡No me llames cobarde!!
Indignado, lleno de rabia, con ganas de gritar, mi cuerpo no aguantaba más.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
martes, 13 de septiembre de 2011
Capítulo 12
El fuego de la chimenea ardía como nunca esa noche. Hacía años que no lo encendía. De a poco iba arrojando pergaminos, documentos, y hasta algún que otra foto... todo rastro debía desaparecer. Junté las manos atrás de mi espalda y contemplé mi despacho por última vez. ¿Qué estaba haciendo? Respiré profundamente y tomé mi varita que descansaba en el escritorio. La puerta del despacho se abrió de un golpe y Flitwick entró muy agitado.
-¡Mortífagos! ¡Mortífagos, Severus! ¡Han entrado! -exclamó casi sin aire.
-¿Qué di...? - y dejé de hablar. Draco se las había ingeniado para meter Mortífagos en el Colegio. ¡Era increíble! Debía actuar de inmediato. Sabía que no venían por Potter, pero el resto también corría peligro.
-¡Rápido, sube conmigo, debes venir a ayu...!
Apunté con mi varita a Filius y pronuncié "Desmaius". Se desmayó al instante, golpeando su cabeza contra el escritorio. Salí apresuradamente de mi despacho, y lo primero que vi fue dos alumnas. Granger me miró muy sorprendida, casi con miedo.
-Granger, el profesor Flitwick se ha desmayado. -le dije velozmente. -Tú y Lovegood se harán cargo de él. No salgan del despacho hasta que yo vuelva.
Las chicas asintieron y se metieron en el cuarto, cerrando la puerta tras de sí.
Y caminé por los oscuros y fríos pasillos, escuchando sólo mis pasos y el roce de mi capa. Mi mente no dejaba de pensar, no paraba de analizar la situación. Subí los escalones de dos en dos y salí al Hall Principal, vacío, silencioso. Me apresuré a subir la escalera de mármol y a buscar el tapiz que me llevaba derecho al séptimo piso.
Al llegar allí, la oscuridad me envolvió. Sólo se escuchaban gritos, cosas que se rompían en miles de pedazos, gente corriendo... Con la varita en la mano, atravesé esa espesa niebla y llegué a la entrada de la Torre de Astronomía.
-¡Snape! ¡Están arriba!
Gibbon era el que hablaba, segundos más tarde cayó al suelo. Y de pronto, una cabellera rubia platinada apareció en medio del caos. Tomé por el hombro a Draco y le dije:
-¿Qué has hecho?
Un encantamiento de repulsión me obligó a soltarlo. Atravesó la entrada a la Torre y cuando quise imitarlo, algo me detuvo. Una especie de barrera me impedía pasar. En ese instante, un maleficio me rozó la cabeza, chocando con la pared invisible, y me vi obligado a apartarme.
-¡Partis temporus! -exclamé, y la densa niebla se abrió en el medio, dejando un corredor libre de humo. Apunté a la ventana que estaba del otro lado del corredor y exclamé "Reducto!", y luego con un complicado giro de varita, la niebla se escapó por la ventana rota.
Giré sobre mis talones con el brazo izquierdo levantado y atravesé la barrera que Draco había conjurado, subí la escalera de mármol hacia la Torre y abrí la puerta para salir.
Capítulo 11.
-Quizás yo pueda... ayudar a Draco.
Las gotas de lluvia golpeaban la ventana, acompañadas del fuerte viento. Había vuelto a mi hogar por la mañana, a recoger las cosas para Hogwarts. Una parte de mí sabía que probablemente, sea la última vez que visite mi casa. En poco tiempo sería un asesino, uno conocido públicamente. Matar a Dumbledore... ¿y luego qué? ¿Ese hombre no había pensado en las consecuencias? Nadie podría reemplazarlo, pero él creía que yo haría bien su trabajo... al igual que el Señor de las Tinieblas. Yo era la jugada maestra de los dos. Mi trabajo no era para cualquiera, después de todo... Matar. A Dumbledore. Esos pensamientos resonaban en mi cabeza, guiándome hasta un horizonte, donde después no había nada más, sino caos. Sin Dumbledore, nada se interpondría entre Potter y el Señor de las Tinieblas. Excepto yo.
Narcisa se levantó del suelo, pálida como la cera y con los ojos desorbitados.
-¡Oh, Severus! ¿Estás dispuesto a ayudarlo? ¿Lo vigilarás, te encargarás de que no le pase nada?
-Puedo intentarlo. -dije, sin mucho interés.
Narcisa se arrodilló ante mi, y tomó mis manos para besarlas. Las aparté inmediatamente.
-Si tú lo proteges, Severus... ¿Lo juras? ¿Pronunciarías el Juramento Inquebrantable?
-¿El Juramento Inquebrantable? -repliqué, sorprendido. Con que eso era... La fachada de madre desesperada de Narcisa no me había conmovido ni por un segundo. Sabía que clase de mujer era.
Clavé mis ojos negros en loz aculados de Narcisa, que emanaban finas lágrimas.
-¿No lo oíste, Narcisa? ¡Lo intentará! ¡Seguro! Las clásicas palabras vacías, la clásica ambigüedad... -decía Bellatrix, hasta que la interrumpí.
-Claro Narcisa, pronunciaré el Juramento Inquebrantable.
-No puedes cometer errores, Draco, porque si te expulsan...
-Yo no tuve nada que ver, ¿queda claro?
Se quedó mirándome fijamente, hasta que decidí ir hasta la puerta. Él se interpuso y me tomó por el brazo, deteniéndome.
-Espero que estés diciéndome la verdad, porque fue algo torpe y descabellado. Ya sospechan que estuviste implicado.
-¿Quién sospecha de mi? -le pregunté. Mi voz estaba tan cargada de odio, que Snape seguro lo había notado. -Por última vez, yo no fui. ¿de acuerdo? Katie Bell debe tener algún enemigo que nadie conoce... ¡No me mire asi! Ya sé lo que está intentando hacer, pero no funcionará conmigo...
Hubo una pausa, luego Snape me dijo con calma:
-Vaya, veo que tía Bellatrix te ha estado enseñando Oclumancia. ¿Qué pensamientos pretendes ocultarle al Señor de las Tinieblas, Draco?
-¡A él no intento ocultarle nada!
Ambos nos quedamos callados. Quería irme, salir de esa habitación y correr hacia la Sala... me pasaría toda la noche ideando un nuevo plan. Tal vez la botella envenenada...
-¿En qué consiste tu plan? -volvió a insistir.
-¡No es asunto suyo!
-Si me lo cuentas, yo podría ayudarte...
¡-Muchas gracias, tengo toda la ayuda que necesito, no estoy solo! -sin contenerla furia, las palabras salieron de mi boca. -Sé lo que usted se propone, intenta arrebatarme la gloria...
Me miró con frialdad, y me dijo:
-Hablas como un niño necio. Comprendo que la captura y el encarcelamiento de tu padre te hayan afectado pero...
Crucé la habitación a grandes pasos y desaparecí en los oscuros pasillos del Colegio, deseando más que nunca no estar allí.
Las gotas de lluvia golpeaban la ventana, acompañadas del fuerte viento. Había vuelto a mi hogar por la mañana, a recoger las cosas para Hogwarts. Una parte de mí sabía que probablemente, sea la última vez que visite mi casa. En poco tiempo sería un asesino, uno conocido públicamente. Matar a Dumbledore... ¿y luego qué? ¿Ese hombre no había pensado en las consecuencias? Nadie podría reemplazarlo, pero él creía que yo haría bien su trabajo... al igual que el Señor de las Tinieblas. Yo era la jugada maestra de los dos. Mi trabajo no era para cualquiera, después de todo... Matar. A Dumbledore. Esos pensamientos resonaban en mi cabeza, guiándome hasta un horizonte, donde después no había nada más, sino caos. Sin Dumbledore, nada se interpondría entre Potter y el Señor de las Tinieblas. Excepto yo.
Narcisa se levantó del suelo, pálida como la cera y con los ojos desorbitados.
-¡Oh, Severus! ¿Estás dispuesto a ayudarlo? ¿Lo vigilarás, te encargarás de que no le pase nada?
-Puedo intentarlo. -dije, sin mucho interés.
Narcisa se arrodilló ante mi, y tomó mis manos para besarlas. Las aparté inmediatamente.
-Si tú lo proteges, Severus... ¿Lo juras? ¿Pronunciarías el Juramento Inquebrantable?
-¿El Juramento Inquebrantable? -repliqué, sorprendido. Con que eso era... La fachada de madre desesperada de Narcisa no me había conmovido ni por un segundo. Sabía que clase de mujer era.
Clavé mis ojos negros en loz aculados de Narcisa, que emanaban finas lágrimas.
-¿No lo oíste, Narcisa? ¡Lo intentará! ¡Seguro! Las clásicas palabras vacías, la clásica ambigüedad... -decía Bellatrix, hasta que la interrumpí.
-Claro Narcisa, pronunciaré el Juramento Inquebrantable.
Diciembre 1996
-Yo no tuve nada que ver, ¿queda claro?
Se quedó mirándome fijamente, hasta que decidí ir hasta la puerta. Él se interpuso y me tomó por el brazo, deteniéndome.
-Espero que estés diciéndome la verdad, porque fue algo torpe y descabellado. Ya sospechan que estuviste implicado.
-¿Quién sospecha de mi? -le pregunté. Mi voz estaba tan cargada de odio, que Snape seguro lo había notado. -Por última vez, yo no fui. ¿de acuerdo? Katie Bell debe tener algún enemigo que nadie conoce... ¡No me mire asi! Ya sé lo que está intentando hacer, pero no funcionará conmigo...
Hubo una pausa, luego Snape me dijo con calma:
-Vaya, veo que tía Bellatrix te ha estado enseñando Oclumancia. ¿Qué pensamientos pretendes ocultarle al Señor de las Tinieblas, Draco?
-¡A él no intento ocultarle nada!
Ambos nos quedamos callados. Quería irme, salir de esa habitación y correr hacia la Sala... me pasaría toda la noche ideando un nuevo plan. Tal vez la botella envenenada...
-¿En qué consiste tu plan? -volvió a insistir.
-¡No es asunto suyo!
-Si me lo cuentas, yo podría ayudarte...
¡-Muchas gracias, tengo toda la ayuda que necesito, no estoy solo! -sin contenerla furia, las palabras salieron de mi boca. -Sé lo que usted se propone, intenta arrebatarme la gloria...
Me miró con frialdad, y me dijo:
-Hablas como un niño necio. Comprendo que la captura y el encarcelamiento de tu padre te hayan afectado pero...
Crucé la habitación a grandes pasos y desaparecí en los oscuros pasillos del Colegio, deseando más que nunca no estar allí.
lunes, 12 de septiembre de 2011
Capítulo 10
Al día siguiente
-¿Por qué? ¿Por qué se puso esa cosa? Llevaba una poderosa maldición, seguro se había percatado de eso. ¿Por qué lo toco siquiera?
Mientra daba pequeños golpecitos a la mano negra y quemada, Dumbledore respiraba con dificultad, casi inconsciente.
-Fui... un tonto... -dijo entrecortadamente -me vi tentado...
-¿Tentado por qué?
No me respondió.
-¡Es un milagro que haya conseguido regresar! ¡Ese anillo tenía una maldición de un extraordinario poder! He concentrado todo en esta mano, sólo podemos esperar a que no se expanda...
Dumbledore levantó su mano y la puso a la altura de sus ojos.
-Lo has hecho muy bien Seveurs... ¿Cuánto tiempo crees que me queda?
Me tomó por sorpresa esa pregunta, aunque conocía bien la respuesta.
-No podría decirle... un año, quizás un poco menos... Es de esas maldiciones que se vuelven fuertes con el tiempo...
Dumbledore sonrió.
-Soy afortunado, muy afortunado por tenerte a ti, Severus.
-Si me hubiera llamado antes, tal vez podría haber hecho más, darle un poco más de tiempo. ¿Creyó que con romper el anillo rompería la maldición?
-Algo así. Un delirio, sin duda. -Dijo, y a continuación intentó no sin esfuerzo, sentarse mas derecho.
-Bueno, esto nos hace las cosas más sencillas. -me dijo. Lo miré con incredulidad. -Me refiero al plan de Voldemort, que me involucra a mi y al pequeño Malfoy.
Me senté en la silla del otro lado del escritorio, mirando la mano de Dumbledore y luego a él.
-El Señor de las Tinieblas no espera que Draco tenga éxito en su misión.
-Naturalmente. Por lo que podríamos decir que el chico tiene ya una sentencia de muerte. Ahora, debo suponer que el natural sucesor de Draco eres tú.
-Creo que ese es el plan.
-¿Lord Voldemort cree que en el futuro no necesitará un espía en el castillo?
- Cree que el Colegio le corresponderá a él, si.
-Ya veo -dijo, y luego de una pausa. -Y si eso sucede, tengo tu palabra de que protegerás a cada alumno de este Colegio, ¿no es así?
Asentí con la cabeza inmediatamente.
-Bien. Ahora, tu prioridad será descubrir qué esta tramando Draco. Un adolescente aterrado es un peligro tanto para los demás como para él. Ofrécele ayuda, a él le agradas, la aceptará...
-Le agrado mucho menos después de que se padre cayó en Azkaban. Cree que yo ocupé su lugar dentro de los Mortífagos...
-Como sea, inténtalo. Estoy más preocupado por él que por mi, y por odas las víctimas que podrían resultar de esto. En últimas circunstancias, sólo hay una cosa que podemos hacer para salvar a es muchacho de la ira de Voldemort.
Levanté las cejas, sorprendido, y pregunté: -¿Entonces va a permitir que lo mate?
-Ciertamente no. -me dijo con una sonrisa. -Tu deberás matarme.
Capítulo 9
Junio, 1996
-¡TIENE A CANUTO! ¡TIENE A CANUTO EN EL LUGAR DONDE ESTÁ ESCONDIDA!Giré sobre mis talones y clavé mis ojos en los de Potter. No mentía.
-¿Canuto? ¿Quién es Canuto? ¿Qué está escondido? ¿De qué está hablando Snape? -preguntó Umbridge desesperada.
-No tengo idea. -respondí, y salí por la puerta del despacho. Bajé algunos escalones y agité la varita sin vacilar. La cierva plateada salió por la ventana del castillo más cercana, y se perdió en el cielo que comenzaba a morir para dar paso a la noche. La miré mientras se alejaba. Si era verdad que el Señor de las Tinieblas tenía a Black... Seguí bajando la escalera, y me detuve al instante. Potter lo había visto en su cabeza... el Señor de las Tinieblas sabía que la profecía sólo podía ser tomada por él o por Potter, Black no podía...
-Es una trampa. -me dije. -Sabe que Potter irá.
Volví a ver por la ventana. El Sol se escondía de a poco, el cielo estaba teñido de rojo. De pronto, a lo lejos, contemplé una luz blanca que se acercaba, hasta tomar la forma de un majestuoso fénix. Se posó en la ventana y dijo, con la voz de Dumbledore: "Quédate en Hogwarts"
Lo miré con odio. Escuché la puerta del despacho de Umbridge abriéndose de un golpe y me apresuré en bajar las escaleras.
Potter iría al Ministerio, pero Dumbledore me dijo que me quede en el Castillo. ¿Por qué? No podía hacer otra cosa que obedecer, aunque si tenía que ver morir otro hombre adelante de mis narices, no estaba seguro de no poder evitarlo la próxima vez.
Agosto, 1996
-Asesinarlo.
Hablaba con tanta naturalidad que si alguien no supiera de lo que estabamos hablando, hubiera creído que estabamos locos al hablar de la muerte con tan poca importancia. Después de todo, Dumbledore y yo no le temíamos.
-¿Cómo? -me preguntó, mientras se preparaba rápidamente. Buscaba su capa de viaje desesperado.
-Se lo encomendará a Draco Malfoy.
Dumbledore se detuvo para mirarme, luego miró el suelo.
-Sabe que fallará. -dijo con asco.
-Claro que si. -le respondí -pero es una venganza, por lo sucedido el mes pasado. Lucius es el principal culpable de que la profecía no haya llegado a sus manos, según Él.
-Asi que al fin, lord Voldemort compendió algo sobre el amor. Sabe que Lucius sufrirá más de este modo que con cualquier maleficio que pueda echar sobre él. Creo que nuestro enemigo está aprendiendo poco a poco...
-Lo dudo -le dije, casi con gracia.
-Debo irme -me dijo Dumbledore mientras se ponía la capa. -Tardaré unos dos o tres días en regresar, pero volveré para el inicio de clases.
-Eso espero. -le contesté, y me dirigí hacia la puerta.
-Estamos muy cerca Severus, créeme. Ya pronto todo acabará.
Capítulo 8
-Si, ha regresado.
El shock de la noticia nos había enmudecido a todos. Eso y el hecho de haber vuelto a la casa de mis padres después de tantos años. Estaba igual como la recordaba. Me asfixiaba estar en este lugar, rodeado de paredes, olor a humedad, fotos antiguas que me miraban con odio cada vez que pasaba por adelante de ellas. Lo detestaba, yo no había nacido para estar encerrado.
-Pero... -Arthur había sido el primero en animarse a hablar. -¿Cómo?
-Explicar los detalles de un suceso tan doloroso no calmara nuestras ansias. -respondió Dumbledore pasivamente -Sólo voy a decirles que lord Voldemort ha encontrado la manera, y ahora está en pleno uso de su nuevo cuerpo. Sus sirvientes lo han ayudado, y apostaría toda mi colección de Cromos de Magos Famosos a que en este momento está planeando su primer golpe. Es por eso que los reuní aquí.
El aire podía cortarse con un cuchillo. La tensión entraba y salía por las narices de aquellos que respiraban tan agitadamente, otros conteníamos el aire. No lo podía creer.
-Lo que vamos a hacer ahora es conseguir un lugar para que funcione como Cuartel General para nuestras reuniones. -explicó Dumbledore.
-Podemos usar esta casa. -dije, señalando con la mirada a mi alrededor. -Está bien protegida, y yo no la quiero.
-Excelente. -me respondió con una sonrisa. -Aunque... los encantamientos protectores de esta casa no serán suficientes. No eres el único miembro de la familia Black que puede localizar este lugar. Debemos usar un... encantamiento Fidelio.
En ese momento, la puerta de la cocina se abrió. Snape entró sin vacilar, mirándonos a todo. Estaba más pálido que de costumbre. Cerró la puerta lentamente detrás de él, se cruzó de brazos y se apoyó sobre la pared, posando sus negros ojos en Dumbledore.
-Severus, me alegra que hayas regresado. Como decía -continuó Dumbledore -un encantamiento Fidelio es toda la protección que le podemos dar a este lugar. Yo personalmente -y se puso la mano en el pecho -me ofrezco como Guardián de los Secretos. Pero si alguien más quiere postularse...
Nadie abrió la boca.
-Yo -dijo Snape firmemente.
Todos lo miraron de inmediato. Dumbledore giró lentamente su cabeza hacia él. No pude ver sus ojos, pero estaba seguro de que lo había mirado con enojo.
-¿Alguien más? -dijo Dumbledore sin apartar la vista de Snape, quien hacía lo mimo.
Me puse de pie y dije: -Yo lo haré.
Moody clavó su ojo falso en mi, mientras el otro seguía en Snape.
-Si él se postula, yo no puedo hacer menos. -dije, señalando a Snape.
-Sirius, por favor...
-¡Ja! ¿Realmente quieres volver a probar suerte con el encantamiento Fidelio? -se burló Snape.
Apunté mi varita hacia él, al tiempo que Snape sacó la suya.
Dumbledore nos desarmó a los dos al instante con una chispa de luz azul.
-Por favor, no aquí. -dijo con una voz profunda. -Ahora votemos. Los que quieren que Severus sea el Guardián de los Secretos...
Nadie en toda la habitación levantó su mano. A Snape pareció no importarle.
-Los que quieren que Sirius sea el Guardián de los Secretos...
Mundungus Fletcher levantó su mano, aunque era tan bajito que ni se había notado.
-Los que quieren que yo, Albus Dumbledore, sea el Guardián de los Secretos...
Remus, Arthur, Arabella, mi prima Andrómeda, Elphias, Dedalus, Minerva, Hagrid, Ojoloco y Sturgis levantaron la mano.
-Que así sea, entonces.
Dumbledore levantó su varita. Todos en la cocina hicimos lo mismo (Snape y yo luego de levantarlas del suelo) y una luz azul inundó la habitación. La casa dio un pequeño temblor, y luego la luz se extinguió.
-Esta hecho. Sólo yo puedo revelar la ubicación de esta casa. Y necesitarán oirlo o leerlo expresamente de mi para poder volver. Este lugar es el número 12 de Grimmauld Place, Cuartel General de la Orden del Fénix. Nadie que no pertenezca a nuestra organización podrá entrar.
-Amén -dije.
-Bien, ahora necesito que cada uno de ustedes cumpla con sus funciones asignadas. Mundungus, Arabella -comenzó Dumbledore. -Ya saben qué hacer. Recuerden que Harry no debe saber que ustedes lo estarán vigilando.
-No se preocupe, Dumbledore -dijo la señora Figg, mientras arrastraba a Mundungus hacia la puerta de la cocina y se perdían de vista.
-Arthur, Ojoloco, el Ministerio será el lugar más difícil de neutralizar. Confío en que encontrarán allí toda person que pueda sernos útil.
Arthur y Moody asintieron firmemente y siguieron a la señora Figg y a Mundungus, saliendo de la casa.
-Elphias, Dedalus y Sturgius, ustedes ya han estado en la Orden del Fénix anterior y por lo tanto cuentan con más experiencia. Necesito que usen sus contactos para obtener información sobre los medios de comunicación: el Profeta se negará a aceptar que Voldemort ha regresado, pero algunos periodistas independientes no podrán evitar escribir lo que piensan. Confío en que los traerán a nuestro bando.
-Confía en mi, Albus -dijo Dodge, y salió con los otros dos.
-Hagrid, Minerva -prosiguió Dumbledore -nuestro lugar será Hogwarts. Sabemos en quién podemos confiar y en quién no.
Hagrid salió con dificultad de su lugar, y seguido por Minerva, desaparecieron por el pasillo que salía a la calle.
-Andrómeda, tu posición te permitirá contactar a aquellas familias tradicionales que aún están en contra de Voldemort.
-Si, Dumbledore. Mi esposo y yo haremos lo posible. -Y se fue rápidamente ondeando su capa de viaje.
Sólo quedamos Remus, Snape y yo. Dumbledore respiró con fuerza y dijo:
-Creo que no hace falta decirte que no podrás salir de esta casa. -me dijo.
El shock de la noticia nos había enmudecido a todos. Eso y el hecho de haber vuelto a la casa de mis padres después de tantos años. Estaba igual como la recordaba. Me asfixiaba estar en este lugar, rodeado de paredes, olor a humedad, fotos antiguas que me miraban con odio cada vez que pasaba por adelante de ellas. Lo detestaba, yo no había nacido para estar encerrado.
-Pero... -Arthur había sido el primero en animarse a hablar. -¿Cómo?
-Explicar los detalles de un suceso tan doloroso no calmara nuestras ansias. -respondió Dumbledore pasivamente -Sólo voy a decirles que lord Voldemort ha encontrado la manera, y ahora está en pleno uso de su nuevo cuerpo. Sus sirvientes lo han ayudado, y apostaría toda mi colección de Cromos de Magos Famosos a que en este momento está planeando su primer golpe. Es por eso que los reuní aquí.
El aire podía cortarse con un cuchillo. La tensión entraba y salía por las narices de aquellos que respiraban tan agitadamente, otros conteníamos el aire. No lo podía creer.
-Lo que vamos a hacer ahora es conseguir un lugar para que funcione como Cuartel General para nuestras reuniones. -explicó Dumbledore.
-Podemos usar esta casa. -dije, señalando con la mirada a mi alrededor. -Está bien protegida, y yo no la quiero.
-Excelente. -me respondió con una sonrisa. -Aunque... los encantamientos protectores de esta casa no serán suficientes. No eres el único miembro de la familia Black que puede localizar este lugar. Debemos usar un... encantamiento Fidelio.
En ese momento, la puerta de la cocina se abrió. Snape entró sin vacilar, mirándonos a todo. Estaba más pálido que de costumbre. Cerró la puerta lentamente detrás de él, se cruzó de brazos y se apoyó sobre la pared, posando sus negros ojos en Dumbledore.
-Severus, me alegra que hayas regresado. Como decía -continuó Dumbledore -un encantamiento Fidelio es toda la protección que le podemos dar a este lugar. Yo personalmente -y se puso la mano en el pecho -me ofrezco como Guardián de los Secretos. Pero si alguien más quiere postularse...
Nadie abrió la boca.
-Yo -dijo Snape firmemente.
Todos lo miraron de inmediato. Dumbledore giró lentamente su cabeza hacia él. No pude ver sus ojos, pero estaba seguro de que lo había mirado con enojo.
-¿Alguien más? -dijo Dumbledore sin apartar la vista de Snape, quien hacía lo mimo.
Me puse de pie y dije: -Yo lo haré.
Moody clavó su ojo falso en mi, mientras el otro seguía en Snape.
-Si él se postula, yo no puedo hacer menos. -dije, señalando a Snape.
-Sirius, por favor...
-¡Ja! ¿Realmente quieres volver a probar suerte con el encantamiento Fidelio? -se burló Snape.
Apunté mi varita hacia él, al tiempo que Snape sacó la suya.
Dumbledore nos desarmó a los dos al instante con una chispa de luz azul.
-Por favor, no aquí. -dijo con una voz profunda. -Ahora votemos. Los que quieren que Severus sea el Guardián de los Secretos...
Nadie en toda la habitación levantó su mano. A Snape pareció no importarle.
-Los que quieren que Sirius sea el Guardián de los Secretos...
Mundungus Fletcher levantó su mano, aunque era tan bajito que ni se había notado.
-Los que quieren que yo, Albus Dumbledore, sea el Guardián de los Secretos...
Remus, Arthur, Arabella, mi prima Andrómeda, Elphias, Dedalus, Minerva, Hagrid, Ojoloco y Sturgis levantaron la mano.
-Que así sea, entonces.
Dumbledore levantó su varita. Todos en la cocina hicimos lo mismo (Snape y yo luego de levantarlas del suelo) y una luz azul inundó la habitación. La casa dio un pequeño temblor, y luego la luz se extinguió.
-Esta hecho. Sólo yo puedo revelar la ubicación de esta casa. Y necesitarán oirlo o leerlo expresamente de mi para poder volver. Este lugar es el número 12 de Grimmauld Place, Cuartel General de la Orden del Fénix. Nadie que no pertenezca a nuestra organización podrá entrar.
-Amén -dije.
-Bien, ahora necesito que cada uno de ustedes cumpla con sus funciones asignadas. Mundungus, Arabella -comenzó Dumbledore. -Ya saben qué hacer. Recuerden que Harry no debe saber que ustedes lo estarán vigilando.
-No se preocupe, Dumbledore -dijo la señora Figg, mientras arrastraba a Mundungus hacia la puerta de la cocina y se perdían de vista.
-Arthur, Ojoloco, el Ministerio será el lugar más difícil de neutralizar. Confío en que encontrarán allí toda person que pueda sernos útil.
Arthur y Moody asintieron firmemente y siguieron a la señora Figg y a Mundungus, saliendo de la casa.
-Elphias, Dedalus y Sturgius, ustedes ya han estado en la Orden del Fénix anterior y por lo tanto cuentan con más experiencia. Necesito que usen sus contactos para obtener información sobre los medios de comunicación: el Profeta se negará a aceptar que Voldemort ha regresado, pero algunos periodistas independientes no podrán evitar escribir lo que piensan. Confío en que los traerán a nuestro bando.
-Confía en mi, Albus -dijo Dodge, y salió con los otros dos.
-Hagrid, Minerva -prosiguió Dumbledore -nuestro lugar será Hogwarts. Sabemos en quién podemos confiar y en quién no.
Hagrid salió con dificultad de su lugar, y seguido por Minerva, desaparecieron por el pasillo que salía a la calle.
-Andrómeda, tu posición te permitirá contactar a aquellas familias tradicionales que aún están en contra de Voldemort.
-Si, Dumbledore. Mi esposo y yo haremos lo posible. -Y se fue rápidamente ondeando su capa de viaje.
Sólo quedamos Remus, Snape y yo. Dumbledore respiró con fuerza y dijo:
-Creo que no hace falta decirte que no podrás salir de esta casa. -me dijo.
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