Si Draco lo había matado antes que yo...
-Hazlo Draco, o apártate para que uno de nosotros pueda hacerlo... -decía un mujer justo antes de que yo abra la puerta. La situación me dejó congelado: Dumbledore estaba frágil, débil, apoyándose contra el parapeto de la Torre, casi sin fuerza. Draco estaba frente a él, varita en alto, temblando sin parar. Reconocí a Greyback y a Carrow, que respiraban muy agitados, mirando al anciano director como un hambriento lobo a su presa.
-Tenemos un problema, Snape -dijo Carrow, apuntando a Draco -el chico no se atreve a hacerlo.
-Severus...
Con un hilo de voz, Dumbledore había pronunciado mi nombre.
Lo miré, con odio, con desprecio. Y a la vez con tanto dolor. Quería que sepa, antes de partir, que valore todo lo que yo había hecho en su nombre, pero no había forma de hacerselo saber. Avancé unos pasos hacia él, sin mirarlo.
-Por favor... Severus...
Levanté mi varita y exclamé:
-¡Avada Kedavra!
El rayo golpeó al director en medio del pecho.
-Fuera de aquí, rápido. -dije, y tomé a Draco por el hombro y lo obligué a bajar a mi lado. El chico seguía temblando.
En el séptimo piso, la batalla continuba. Atravesé como pude los escombros, sin soltar a Draco, y grité "¡Ya está, está hecho!"
Algunos miembros de la Orden me miraron con incredulidad mientras pasaba por al lado de ellos, impasible, Draco siempre a mi lado. Bajamos las escaleras rápidamente, y en cuestión de un minuto atravesamos la puerta del Hall y salimos a la oscuridad de los terrenos. La Marca en el cielo bañaba todo de verde. El frío aire nocturno me cogelaba los pulmones, pero seguí caminando, firme.
Hagrid pasó por al lado mio, corriendo hacia el castillo. Pareció no notar mi presencia.
De pronto, un rayo de luz rojo pasó muy cerca de Malfoy, y me di vuelta, horrorizado.
Potter nos había alcanzado, su rostro lleno de ira y confusión, con la varita en alto.
-¡Desmaius! -volvió a gritar.
-¡Corre, Draco! -le dije, y el pálido muchacho salió corriendo hacia el Bosque Prohibido.
-¡Cruc...- pero Potter se interrumpió. Acto seguido, agité mi varita y cayó de espaldas. El muchacho volvió a levantarse rápidamente, mientras Gibbon detrás de él incendiaba la cabaña de Hagrid con una enorme explosión. Quería salir de allí inmediatamente.
-¡Cruc...! -volvió a intentar el chico, pero volví a interceptarlo nuevamente.
-¿Pretendes echarme un maleficio imperdonable, Potter? No tienes el valor ni la habilidad...
-¡Incarce...! -y volví a desviar el emrbujo. -¡Defiéndase! -me gritó -¡Defiéndase, cobarde, de...!
-¿Me has llamado cobarde? -le pregunte de un grito, casi con sarcasmo -Tu padre nunca me atacaba si no eran cuatro contra uno. ¿Cómo lo llamarías a él?
-¡Desm...!
-¡Intercepado otra vez, y otra vez, y otra, hasta que aprendas a tener la boca cerrada y la mente abierta! -me dirigí a Gibbon y le dije -¡Vamos, hay que salir de aquí antes de que lleguen los del Ministerio...!
Pero Gibbon me ignoró, y en vez de escucharme, estaba echándole un maleficio Cruciatus a Potter.
-¡No! -exclamé instintivamente, e intercepté la maldición. -¿Has olvidado las órdenes que te dieron? ¡Potter pertenece al Señor de las Tinieblas! ¡Vete de aquí, largo!
El Mortífago asintió y siguió a Draco, adentrándose en el Bosque. Miré a Potter, que yacía en el piso, y giré sobre mis talones.
-¡Sectum...!
-¡No, Potter! -El libro, lo olvidaba. -¿Cómo te atreves a utilizar mis propios hechizos contra mi, Potter? ¡Yo los inventé! ¡Yo soy el Príncipe Mestizo! Y tú pretendes atacarme con mis inventos, como tu asqueroso padre, ¿eh? ¡No lo permitiré! ¡No! - le respondí, teniendo la esperanza de que sabiendo eso, se alejara de ese maldito libro que tantos problemas me había traído.
Lo desarmé de una vez por todas, para que no vuelva a atacar.
-Máteme -me dijo respolando. -Máteme como lo mató a él, cobarde...
-¡¡No me llames cobarde!!
Indignado, lleno de rabia, con ganas de gritar, mi cuerpo no aguantaba más.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario