Las gotas de lluvia golpeaban la ventana, acompañadas del fuerte viento. Había vuelto a mi hogar por la mañana, a recoger las cosas para Hogwarts. Una parte de mí sabía que probablemente, sea la última vez que visite mi casa. En poco tiempo sería un asesino, uno conocido públicamente. Matar a Dumbledore... ¿y luego qué? ¿Ese hombre no había pensado en las consecuencias? Nadie podría reemplazarlo, pero él creía que yo haría bien su trabajo... al igual que el Señor de las Tinieblas. Yo era la jugada maestra de los dos. Mi trabajo no era para cualquiera, después de todo... Matar. A Dumbledore. Esos pensamientos resonaban en mi cabeza, guiándome hasta un horizonte, donde después no había nada más, sino caos. Sin Dumbledore, nada se interpondría entre Potter y el Señor de las Tinieblas. Excepto yo.
Narcisa se levantó del suelo, pálida como la cera y con los ojos desorbitados.
-¡Oh, Severus! ¿Estás dispuesto a ayudarlo? ¿Lo vigilarás, te encargarás de que no le pase nada?
-Puedo intentarlo. -dije, sin mucho interés.
Narcisa se arrodilló ante mi, y tomó mis manos para besarlas. Las aparté inmediatamente.
-Si tú lo proteges, Severus... ¿Lo juras? ¿Pronunciarías el Juramento Inquebrantable?
-¿El Juramento Inquebrantable? -repliqué, sorprendido. Con que eso era... La fachada de madre desesperada de Narcisa no me había conmovido ni por un segundo. Sabía que clase de mujer era.
Clavé mis ojos negros en loz aculados de Narcisa, que emanaban finas lágrimas.
-¿No lo oíste, Narcisa? ¡Lo intentará! ¡Seguro! Las clásicas palabras vacías, la clásica ambigüedad... -decía Bellatrix, hasta que la interrumpí.
-Claro Narcisa, pronunciaré el Juramento Inquebrantable.
Diciembre 1996
-Yo no tuve nada que ver, ¿queda claro?
Se quedó mirándome fijamente, hasta que decidí ir hasta la puerta. Él se interpuso y me tomó por el brazo, deteniéndome.
-Espero que estés diciéndome la verdad, porque fue algo torpe y descabellado. Ya sospechan que estuviste implicado.
-¿Quién sospecha de mi? -le pregunté. Mi voz estaba tan cargada de odio, que Snape seguro lo había notado. -Por última vez, yo no fui. ¿de acuerdo? Katie Bell debe tener algún enemigo que nadie conoce... ¡No me mire asi! Ya sé lo que está intentando hacer, pero no funcionará conmigo...
Hubo una pausa, luego Snape me dijo con calma:
-Vaya, veo que tía Bellatrix te ha estado enseñando Oclumancia. ¿Qué pensamientos pretendes ocultarle al Señor de las Tinieblas, Draco?
-¡A él no intento ocultarle nada!
Ambos nos quedamos callados. Quería irme, salir de esa habitación y correr hacia la Sala... me pasaría toda la noche ideando un nuevo plan. Tal vez la botella envenenada...
-¿En qué consiste tu plan? -volvió a insistir.
-¡No es asunto suyo!
-Si me lo cuentas, yo podría ayudarte...
¡-Muchas gracias, tengo toda la ayuda que necesito, no estoy solo! -sin contenerla furia, las palabras salieron de mi boca. -Sé lo que usted se propone, intenta arrebatarme la gloria...
Me miró con frialdad, y me dijo:
-Hablas como un niño necio. Comprendo que la captura y el encarcelamiento de tu padre te hayan afectado pero...
Crucé la habitación a grandes pasos y desaparecí en los oscuros pasillos del Colegio, deseando más que nunca no estar allí.
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