Que hermoso día de otoño. Ni una sola nube manchaba el cielo azul, y las doradas hojas de los arboles cubrían los terrenos del castillo que, para él, ya era su hogar. Había pasado solo una semana, si, pero ese castillo hacía que uno se sienta cómodo en él. Amor a primera vista.
Era domingo, su primer domingo, y tras preguntar reiteradas veces al profesor Flitwick si podía pasar la tarde afuera, lo hizo con toda seguridad. Estaba solo, ya que no contaba la compañía de su cargada mochila de libros. No había hecho muchos conocidos, a excepción de una chica con la que había charlado en el expreso.
Se sentó contra una pared, cerca de los invernaderos, donde el sol le pegaba en la cara, sacó sus libros uno por uno y comenzó con las prácticas de transformaciones.
A los pocos minutos, unos agudos gritos hicieron que levante su cabeza, buscando de donde provenían. A pocos metros de él, dos chicas estaban discutiendo a los gritos. Él se levantó, olvidando los libros en el lugar y acudieno, sin pensarlo dos veces, en ayuda de las chicas. Cuando llegó a la escena, descubrió que su inocente deducción era errónea: las chicas no estaban en peligro, sino que estaban pelenado.
-¡Vuelve a tocarme un pelo y ya verás! -decía una de ellas, de cabello muy rizado y abundante.
-Lo siento, eso te pasa por ponerte en mi camino. -fue la respuesta de la otra, con un tono de suficiencia.
La chica de cabello rizado lanzó un suspiro de furia, y se dió media vuelta, hacia el castillo.
La otra se la quedó mirando con una sonrisa en la cara, y agregó algo en voz muy baja que fue inaudible. Giró la cabeza, y su brillante pelo negro, atado en una larga cola de caballo, resplandeció con el sol.
-Hola! ¿Cómo estas?- le dijo al ver a Sebastian, que hasta ese momento había sido invisible para la chica.
-Hola. - contestó este, tímidamente.
-Soy Annie, ¿me recuerdas? Nos vimos en el tren. Y mira! -dijo, señalando la insigna de la túnica del chico.- Estás en Ravenclaw, ¡al igual que yo!
Sebastian asintió con la cabeza,y se preguntó por qué no se había percatado antes de que había compartido varias clases con ella.
-¿Y qué haces por aqui solo? -le preguntó Annie.
-Estaba... ¡mis cosas!-exclamó Sebastian de golpe, y echó a correr hacia donde había dejado sus pertenencias. Todo seguía en su lugar. Annie lo siguió hasta donde había ido, y se dejó caer en el pasto, mirando con un gesto de extrañez al chico.
-Bueno, para estar en Ravenclaw no eres muy inteligente... ¿o si? -preguntó con soberbia.
Sebastian la miró con frialdad. Él podía ser inteligente cuando quería, y como lo era, sabía que todas las personas olvidaban cosas, que era normal cometer errores.
Estuvo a punto de replicarle, pero pelear con una chica iba en contra de sus principios. Guardó todo rápidamente, mientras decidía que la biblioteca sería un mejor lugar para estudiar.
-Debo irme. -le dijo secamente.
-Hazlo. Si ese es tu deber... Ya nos veremos mañana, en pociones. -le dijo Annie, con una sonrisa en la cara. Era evidente que no tramaba nada bueno.
A varios kilómetros de allí, la joven bruja Lessie tomaba decisiones que, nuevamente, involucraban al nuevo maestro de pociones de Hogwarts.
jueves, 12 de agosto de 2010
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