Resumen

"El cuento del Príncipe" es un fanfic con el objetivo de explorar el pasado de Snape y poder comprenderlo mejor.
El fic está dividido en cuatro partes.
La PRIMERA PARTE transcurre en el castillo, y habla sobre la relación con Lily, la entrada a los Mortífagos y su adicción a las Artes Oscuras. También aparece un personaje inventado pero no por eso mal ubicado, que intenta resaltar el lado adolescente de Severus. A su vez, se señala la relación con la familia Malfoy.
La SEGUNDA PARTE transcurre en la Mansión Malfoy principalmente, y en otros lugares pero en menor grado. Se explica la relación con Voldemort, Bellatrix, y el porqué un mestizo es aceptado por el Señor de Las Tinieblas.
Hay momentos de crísis y desesperación, donde Severus se replantea sus acciones. Se menciona la relación con sus padres.
La TERCERA PARTE transcurre nuevamente en el castillo, en séptimo año. Aquí aparecen constantemente los merodeadores, Lily y Regulus Black, que también intenta remarcar la parte humana de Severus. Esta parte está llena de problemáticas tanto adolescentes como sociales, y Severus toma decisiones que marcarán su vida.
La CUARTA PARTE es la etapa final. Se estabilizan todas las historias para poder encajar en la historia original, quedando lo más fiel posible a las raíces de los personajes escritos por J K Rowling.


~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

"El maestro de Pociones" es la segunda parte de "El cuento del príncipe". Constará de una sola parte, comprendiendo la etapa de Severus como profesor, Mortífago, miembro de la Orden del Fénix, y eterno amante de Lily Evans. Las historias y personajes de su adolescencia aparecen nuevamente, aunque no todos tienen buenas intenciones para con él. ¿Por qué el príncipe se convierte en profesor de Hogwarts? ¿Protegió a Harry por amor a Lily, o por el remordimiento de haber causado su muerte? ¿De qué lado estaba Snape? Son algunas preguntas que se intetarán responder...
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

"El hombre más valiente" es la tercera y última parte de "El cuento del príncipe". Esta estapa final abarca algunos capítulos de los libros 3, 4, 5, 6 y 7, por lo que es quizás la más compleja de escribir. La idea es resaltar los momentos en que Snape aparece en la historia original y relatar aquellos momentos que Rowling ocultó, asi hasta llegar al fin de la vida de Severus. Esta parte tendrá muchos saltos en el tiempo y no será totalmente consecutiva como lo fueron las anteriores, demostrando cómo todo encaja finalmente y dando significado lo que Harry dijo alguna vez de él: "Es el hombre más valiente que conocí."

.



Y es acá donde todo termina. Donde descubro realmente si una vida llena de sacrificios y pérdidas sirvieron de algo. Si pude realmente cumplir aunque sea sólo una promesa, a pesar de las tantas que había roto. No soy de esos que creen en la vida después de la muerte, me parece absurdo. Pero al menos, antes de partir, voy a intentar limpiar mi nombre tanto como pueda, y salvar a tanta gente que arruiné. Es este, sin duda alguna, el fin
.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Capítulo 15.

Agosto 1997

Una vez más, recorría el sendero que llevaba a la Mansión Malfoy, no por última vez. Seguido por un grupo de encapuchados, Draco y yo ibamos delante de todo. Al parecer, Draco se sentía ahora más seguro al estar en su hogar. Ya no temblaba.
Al llegar a la reja de la entrada, fue él quien levantó su brazo izquierdo abriéndonos el paso a través de ella. La Marca estaría grabada en su piel por siempre.

Adentro nos esperaba Narcisa, que bajaba de la escalera de mármol apenas entramos. Bajó los últimos escalones con velocidad y apretó a su hijo con los brazos muy fuerte, derramando algunas lágrimas. Draco devolvió el abrazo por un instante, y luego se soltó.
-¡Severus, lo has hecho, tal como prometiste!- me dijo a mi, 
tomándome las manos. Yo la aparté y le di una fria mirada. 
-Era mi deber. -le contesté. -¿Dónde está el Señor Tenebroso?
En ese momento, la puerta del comedor se abrió y salió un hombre alto y con una larga barba negra con mechones plateados.
-El Señor Tenebroso está ocupado, no puede verte ahora, Snape. -dijo con una voz monótona.
-Pius -le respondí. -Te creí en el Ministerio.
-Está bajo el maleficio Imperius. -me dijo Narcisa en un susurro. 
-Bien -dije entonces. -Supongo que él querrá verme después de saber que la misión ha sido un éxito. Dumbledore ha muerto, y eso es todo.
Narcisa miró el suelo, y luego volvió a mirarme a los ojos. Abrió la boca pero no salieron palabras, no pudo articular ninguna.
-Debo irme. Con algo de suerte, podré regresar a Hogwarts a obtener algo de información. No hubo testigos de que yo haya matado a Dumbledore. -y luego, me di vuelta y alcanzé la puerta de salida. Pero antes...
-Narcisa... -llamé. Giré mi cabeza y volví a mirarla. Vacilé antes de hablar, pero lo hizo.
-¿Qué sabes de Lessie?
La pregunta la desconcertó. Dió un paso hacia mi y dijo
-Hace años que no sé nada...
Draco me miró, nervioso, y luego miró a su madre. Volvía a temblar. Sabían. 
Ambos sabían. ¿Hace cuánto? ¿Y qué tanto? Mi mano apretaba tan fuerte el picaporte que se calentó.
Mi cabeza daba vueltas, un escalofrío recorrió mi cuerpo, y el picaporte desapareció. Todo se volvió negro.
-¿Severus, estás bien?
Abrí los ojos y tardé en darme cuenta que estaba en el suelo de la Mansión. Narcisa estaba al lado mio, Draco me miraba de lejos. 
-Si... -le dije. No me atreví a mirarla a los ojos. Me reincorporé como pude
-¿Por qué no descansas un poco antes de volver a irte? -me sugirió.
-No, no puedo. -dije rápidamente. Y salí de la mansión sin mirar atrás.
Sabía, ella sabía. Lessie le habia dicho. Narcisa sabía lo que yo sentía por Lily. Lo supo siempre, y Draco... Draco habría escuchado alguna conversación, seguro. Su genio siempre lo traicionaba. Por eso dudaba de mi, por eso no queria mi ayuda. Draco sabía, igual que su madre. Y probablemente eran las dos personas vivas que lo hacían. 
¿Y ahora qué? Me detuve en medio del camino. El silencio de la noche era interrumpido por el sonido de los pavos reales blancos, que decoraban el patio. Miré el cielo, en busca de respuestas. Cerré los ojos, y sentí el viento en la cara.
-Ya queda poco, muy poco. -me dije. 

lunes, 28 de noviembre de 2011

Capítulo 14.

¿Lo había planeado también? ¿Sabía que moriría esa noche? Claro que lo sabía. Era más que un hombre. Era un monstruo frío y calculador, un referente en mi vida. Un igual, un par, que entendía el significado del sacrificio.
La noche anterior me había citado en su oficina y me había contado, por primera vez, todo. Con que el chico debía morir..Una bella mujer arriesgándolo todo por su familia, que fue destrozada por un crimen horroroso, por una confusión, causada por mi. Meses, años de agonía silenciosa, y después un niño nacido y criado entre peligros. 
La madre arrebatada por la muerte y el niño, abandonado por la soledad.
"Detrás de todo lo trágico hay algo encantador, por supuesto." me había dicho Dumbledore una vez, pero me costaba saber qué era en esta situación.
El Bosque Prohibido estaba más que silencioso esa noche. Sólo las ramas y hojas se hacían oír, crujiendo bajo nuestras pisadas mientras escapábamos de Hogwarts.
Draco iba a mi lado. La luz plateada de la luna evidenciaba su palidez, su rostro lleno de temor.
¿Y ahora qué? Me había ganado la confianza del Señor de las Tinieblas, pero más que nunca, debía poner un ojo en el hijo de Lily.
¿Si dudaba de mi? Claro que si, yo era el primero en verme muerto al intentarlo. Pero no podía darme el beneficio de la duda, sólo los que tienen algo que perder pueden. Y yo hace rato que no tenía nada.
Quizás mi historia resulte cansadora a esta altura, pero era lo único que me mantenía en pie. Me daba un motivo para seguir vivo, estaba atado a mi pasado, construyendo el futuro de alguien más.
-¿Y ahora qué?- me preguntó Draco en un susurro.
-Le prometí a tu madre que te llevaría a casa. -le dije en voz baja.
-Pero... Él...
-Estará allí, si. -lo interrumpí.
Él se detuvo en seco. Me di vuelta y lo tomé por el hombro.
-Draco, no es momento de actuar como un cobarde. -le dije, lentamente. -Vamos.
-No... -me dijo, con pánico. -Usted lo mató, usted...
Entrecerré los ojos, buscando su mirada entre las sombras.
-¿Qué significa esto? -pregunté fríamente.
-¡Usted lo mató! -exclamó. -¡Y no intente decirme que fue porque se lo prometió a mi madre! Yo... he escuchado cosas sobre usted...
Tomé la túnica de chico por el pecho y lo sostuve alto, dejando su blanco rosto a centímetros del mío.
-Dime, Draco. -le murmuré. -¿Qué has escuchado?
El joven se soltó, y cayó al suelo del Bosque. Se reincorporó sin apartar la vista de mi rostro, y luego dijo:
-He escuchado... que usted...
-¡Dilo de una vez!
-¡Que usted siente culpa por la muerte de los padres de Potter! -dijo, arrastrando las palabras.
Mi corazón paró.
-¿Qué estás diciendo?
-Lo que escuchó... mi padre...
-Tu padre... -pero me detuve. Insultar a Lucius no iba a solucionar nada. Su hijo todavía seguía muy golpeado por la suerte de su padre.
De pronto, uno de los Mortífagos que iban delante de nosotros volvió a buscarnos.
-¿Qué pasa, Snape? ¡Hay que salir de los límites del castillo!
-Si -dije, sin dejar de clavar los ojos en Draco. -Será mejor que sigamos.
Draco seguía mirándome. Parecía muy apenado por lo que acababa de decirme. ¿Qué tanto sabía? Era imposible. Sólo Dumbledore... y él nunca había...
Y en ese instante, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Dumbledore no fue el único en conocer esa parte de mi. Había alguien más.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Capítulo 13

Si Draco lo había matado antes que yo...
-Hazlo Draco, o apártate para que uno de nosotros pueda hacerlo... -decía un mujer justo antes de que yo abra la puerta. La situación me dejó congelado: Dumbledore estaba frágil, débil, apoyándose contra el parapeto de la Torre, casi sin fuerza. Draco estaba frente a él, varita en alto, temblando sin parar. Reconocí a Greyback y a Carrow, que respiraban muy agitados, mirando al anciano director como un hambriento lobo a su presa.
-Tenemos un problema, Snape -dijo Carrow, apuntando a Draco -el chico no se atreve a hacerlo.
-Severus...
Con un hilo de voz, Dumbledore había pronunciado mi nombre.
Lo miré, con odio, con desprecio. Y a la vez con tanto dolor. Quería que sepa, antes de partir, que valore todo lo que yo había hecho en su nombre, pero no había forma de hacerselo saber. Avancé unos pasos hacia él, sin mirarlo.
-Por favor... Severus...
Levanté mi varita y exclamé:
-¡Avada Kedavra!
El rayo golpeó al director en medio del pecho.
-Fuera de aquí, rápido. -dije, y tomé a Draco por el hombro y lo obligué a bajar a mi lado. El chico seguía temblando.
En el séptimo piso, la batalla continuba. Atravesé como pude los escombros, sin soltar a Draco, y grité "¡Ya está, está hecho!"
Algunos miembros de la Orden me miraron con incredulidad mientras pasaba por al lado de ellos, impasible, Draco siempre a mi lado. Bajamos las escaleras rápidamente, y en cuestión de un minuto atravesamos la puerta del Hall y salimos a la oscuridad de los terrenos. La Marca en el cielo bañaba todo de verde.  El frío aire nocturno me cogelaba los pulmones, pero seguí caminando, firme.
Hagrid pasó por al lado mio, corriendo hacia el castillo. Pareció no notar mi presencia.
De pronto, un rayo de luz rojo pasó muy cerca de Malfoy, y me di vuelta, horrorizado.
Potter nos había alcanzado, su rostro lleno de ira y confusión, con la varita en alto.
-¡Desmaius! -volvió a gritar.
-¡Corre, Draco! -le dije, y el pálido muchacho salió corriendo hacia el Bosque Prohibido.
-¡Cruc...- pero Potter se interrumpió. Acto seguido, agité mi varita y cayó de espaldas. El muchacho volvió a levantarse rápidamente, mientras Gibbon detrás de él incendiaba la cabaña de Hagrid con una enorme explosión. Quería salir de allí inmediatamente.
-¡Cruc...! -volvió a intentar el chico, pero volví a interceptarlo nuevamente.
-¿Pretendes echarme un maleficio imperdonable, Potter? No tienes el valor ni la habilidad...
-¡Incarce...! -y volví a desviar el emrbujo. -¡Defiéndase! -me gritó -¡Defiéndase, cobarde, de...!
-¿Me has llamado cobarde? -le pregunte de un grito, casi con sarcasmo -Tu padre nunca me atacaba si no eran cuatro contra uno. ¿Cómo lo llamarías a él?
-¡Desm...!
-¡Intercepado otra vez, y otra vez, y otra, hasta que aprendas a tener la boca cerrada y la mente abierta! -me dirigí a Gibbon y le dije -¡Vamos, hay que salir de aquí antes de que lleguen los del Ministerio...!
Pero Gibbon me ignoró, y en vez de escucharme, estaba echándole un maleficio Cruciatus a Potter.
-¡No! -exclamé instintivamente, e intercepté la maldición.  -¿Has olvidado las órdenes que te dieron? ¡Potter pertenece al Señor de las Tinieblas! ¡Vete de aquí, largo!
El Mortífago asintió y siguió a Draco, adentrándose en el Bosque. Miré a Potter, que yacía en el piso, y giré sobre mis talones.
-¡Sectum...!
-¡No, Potter! -El libro, lo olvidaba. -¿Cómo te atreves a utilizar mis propios hechizos contra mi, Potter? ¡Yo los inventé! ¡Yo soy el Príncipe Mestizo! Y tú pretendes atacarme con mis inventos, como tu asqueroso padre, ¿eh? ¡No lo permitiré! ¡No! - le respondí, teniendo la esperanza de que sabiendo eso, se alejara de ese maldito libro que tantos problemas me había traído.
Lo desarmé de una vez por todas, para que no vuelva a atacar.
-Máteme -me dijo respolando. -Máteme como lo mató a él, cobarde...
-¡¡No me llames cobarde!!
Indignado, lleno de rabia, con ganas de gritar, mi cuerpo no aguantaba más.

martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo 12


El fuego de la chimenea ardía como nunca esa noche. Hacía años que no lo encendía. De a poco iba arrojando pergaminos, documentos, y hasta algún que otra foto... todo rastro debía desaparecer. Junté las manos atrás de mi espalda y contemplé mi despacho por última vez. ¿Qué estaba haciendo? Respiré profundamente y tomé mi varita que descansaba en el escritorio. La puerta del despacho se abrió de un golpe y Flitwick entró muy agitado.
-¡Mortífagos! ¡Mortífagos, Severus! ¡Han entrado! -exclamó casi sin aire.
-¿Qué di...? - y dejé de hablar. Draco se las había ingeniado para meter Mortífagos en el Colegio. ¡Era increíble! Debía actuar de inmediato. Sabía que no venían por Potter, pero el resto también corría peligro.
-¡Rápido, sube conmigo, debes venir a ayu...!
Apunté con mi varita a Filius y pronuncié "Desmaius". Se desmayó al instante, golpeando su cabeza contra el escritorio. Salí apresuradamente de mi despacho, y lo primero que vi fue dos alumnas. Granger me miró muy sorprendida, casi con miedo.
-Granger, el profesor Flitwick se ha desmayado. -le dije velozmente. -Tú y Lovegood se harán cargo de él. No salgan del despacho hasta que yo vuelva.
Las chicas asintieron y se metieron en el cuarto, cerrando la puerta tras de sí.
Y caminé por los oscuros y fríos pasillos, escuchando sólo mis pasos y el roce de mi capa. Mi mente no dejaba de pensar, no paraba de analizar la situación. Subí los escalones de dos en dos y salí al Hall Principal, vacío, silencioso. Me apresuré a subir la escalera de mármol y a buscar el tapiz que me llevaba derecho al séptimo piso.
Al llegar allí, la oscuridad me envolvió. Sólo se escuchaban gritos, cosas que se rompían en miles de pedazos, gente corriendo... Con la varita en la mano, atravesé esa espesa niebla y llegué a la entrada de la Torre de Astronomía.
-¡Snape! ¡Están arriba!
Gibbon era el que hablaba, segundos más tarde cayó al suelo. Y de pronto, una cabellera rubia platinada apareció en medio del caos. Tomé por el hombro a Draco y le dije:
-¿Qué has hecho?
Un encantamiento de repulsión me obligó a soltarlo. Atravesó la entrada a la Torre y cuando quise imitarlo, algo me detuvo. Una especie de barrera me impedía pasar. En ese instante, un maleficio me rozó la cabeza, chocando con la pared invisible, y me vi obligado a apartarme.
-¡Partis temporus! -exclamé, y la densa niebla se abrió en el medio, dejando un corredor libre de humo. Apunté a la ventana que estaba del otro lado del corredor y exclamé "Reducto!", y luego con un complicado giro de varita, la niebla se escapó por la ventana rota.
Giré sobre mis talones con el brazo izquierdo levantado y atravesé la barrera que Draco había conjurado, subí la escalera de mármol hacia la Torre y abrí la puerta para salir.

Capítulo 11.

Al día siguiente.
-Quizás yo pueda... ayudar a Draco.
Las gotas de lluvia golpeaban la ventana, acompañadas del fuerte viento. Había vuelto a mi hogar por la mañana, a recoger las cosas para Hogwarts. Una parte de mí sabía que probablemente, sea la última vez que visite mi casa. En poco tiempo sería un asesino, uno conocido públicamente. Matar a Dumbledore... ¿y luego qué? ¿Ese hombre no había pensado en las consecuencias? Nadie podría reemplazarlo, pero él creía que yo haría bien su trabajo... al igual que el Señor de las Tinieblas. Yo era la jugada maestra de los dos. Mi trabajo no era para cualquiera, después de todo... Matar. A Dumbledore. Esos pensamientos resonaban en mi cabeza, guiándome hasta un horizonte, donde después no había nada más, sino caos. Sin Dumbledore, nada se interpondría entre Potter y el Señor de las Tinieblas. Excepto yo.
Narcisa se levantó del suelo, pálida como la cera y con los ojos desorbitados.
-¡Oh, Severus! ¿Estás dispuesto a ayudarlo? ¿Lo vigilarás, te encargarás de que no le pase nada?
-Puedo intentarlo. -dije, sin mucho interés.
Narcisa se arrodilló ante mi, y tomó mis manos para besarlas. Las aparté inmediatamente.
-Si tú lo proteges, Severus... ¿Lo juras? ¿Pronunciarías el Juramento Inquebrantable?
-¿El Juramento Inquebrantable? -repliqué, sorprendido. Con que eso era... La fachada de madre desesperada de Narcisa no me había conmovido ni por un segundo. Sabía que clase de mujer era.
Clavé mis ojos negros en loz aculados de Narcisa, que emanaban finas lágrimas.
-¿No lo oíste, Narcisa? ¡Lo intentará! ¡Seguro! Las clásicas palabras vacías, la clásica ambigüedad... -decía Bellatrix, hasta que la interrumpí.
-Claro Narcisa, pronunciaré el Juramento Inquebrantable.

Diciembre 1996

-No puedes cometer errores, Draco, porque si te expulsan...
-Yo no tuve nada que ver, ¿queda claro?
Se quedó mirándome fijamente, hasta que decidí ir hasta la puerta. Él se interpuso y me tomó por el brazo, deteniéndome.
-Espero que estés diciéndome la verdad, porque fue algo torpe y descabellado. Ya sospechan que estuviste implicado.
-¿Quién sospecha de mi? -le pregunté. Mi voz estaba tan cargada de odio, que Snape seguro lo había notado. -Por última vez, yo no fui. ¿de acuerdo? Katie Bell debe tener algún enemigo que nadie conoce... ¡No me mire asi! Ya sé lo que está intentando hacer, pero no funcionará conmigo...
Hubo una pausa, luego Snape me dijo con calma:
-Vaya, veo que tía Bellatrix te ha estado enseñando Oclumancia. ¿Qué pensamientos pretendes ocultarle al Señor de las Tinieblas, Draco?
-¡A él no intento ocultarle nada!
Ambos nos quedamos callados. Quería irme, salir de esa habitación y correr hacia la Sala... me pasaría toda la noche ideando un nuevo plan. Tal vez la botella envenenada...
-¿En qué consiste tu plan? -volvió a insistir.
-¡No es asunto suyo!
-Si me lo cuentas, yo podría ayudarte...
¡-Muchas gracias, tengo toda la ayuda que necesito, no estoy solo! -sin contenerla furia, las palabras salieron de mi boca. -Sé lo que usted se propone, intenta arrebatarme la gloria...
Me miró con frialdad, y me dijo:
-Hablas como un niño necio. Comprendo que la captura y el encarcelamiento de tu padre te hayan afectado pero...
Crucé la habitación a grandes pasos y desaparecí en los oscuros pasillos del Colegio, deseando más que nunca no estar allí.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 10

Al día siguiente
-¿Por qué? ¿Por qué se puso esa cosa? Llevaba una poderosa maldición, seguro se había percatado de eso. ¿Por qué lo toco siquiera?
Mientra daba pequeños golpecitos a la mano negra y quemada, Dumbledore respiraba con dificultad, casi inconsciente. 
-Fui... un tonto... -dijo entrecortadamente -me vi tentado...
-¿Tentado por qué? 
No me respondió. 
-¡Es un milagro que haya conseguido regresar! ¡Ese anillo tenía una maldición de un extraordinario poder! He concentrado todo en esta mano, sólo podemos esperar a que no se expanda...
Dumbledore levantó su mano y la puso a la altura de sus ojos.
-Lo has hecho muy bien Seveurs... ¿Cuánto tiempo crees que me queda?
Me tomó por sorpresa esa pregunta, aunque conocía bien la respuesta.
-No podría decirle... un año, quizás un poco menos... Es de esas maldiciones que se vuelven fuertes con el tiempo...
Dumbledore sonrió.
-Soy afortunado, muy afortunado por tenerte a ti, Severus. 
-Si me hubiera llamado antes, tal vez podría haber hecho más, darle un poco más de tiempo. ¿Creyó que con romper el anillo rompería la maldición? 
-Algo así. Un delirio, sin duda. -Dijo, y a continuación intentó no sin esfuerzo, sentarse mas derecho. 
-Bueno, esto nos hace las cosas más sencillas. -me dijo. Lo miré con incredulidad. -Me refiero al plan de Voldemort, que me involucra a mi y al pequeño Malfoy. 
Me senté en la silla del otro lado del escritorio, mirando la mano de Dumbledore y luego a él. 
-El Señor de las Tinieblas no espera que Draco tenga éxito en su misión. 
-Naturalmente. Por lo que podríamos decir que el chico tiene ya una sentencia de muerte. Ahora, debo suponer que el natural sucesor de Draco eres tú. 
-Creo que ese es el plan. 
-¿Lord Voldemort cree que en el futuro no necesitará un espía en el castillo?
- Cree que el Colegio le corresponderá a él, si. 
-Ya veo -dijo, y luego de una pausa. -Y si eso sucede, tengo tu palabra de que protegerás a cada alumno de este Colegio, ¿no es así?
Asentí con la cabeza inmediatamente. 
-Bien. Ahora, tu prioridad será descubrir qué esta tramando Draco. Un adolescente aterrado es un peligro tanto para los demás como para él. Ofrécele ayuda, a él le agradas, la aceptará...
-Le agrado mucho menos después de que se padre cayó en Azkaban. Cree que yo ocupé su lugar dentro de los Mortífagos...
-Como sea, inténtalo. Estoy más preocupado por él que por mi, y por odas las víctimas que podrían resultar de esto. En últimas circunstancias, sólo hay una cosa que podemos hacer para salvar a es muchacho de la ira de Voldemort.
Levanté las cejas, sorprendido, y pregunté: -¿Entonces va a permitir que lo mate?
-Ciertamente no. -me dijo con una sonrisa. -Tu deberás matarme. 

Capítulo 9


Junio, 1996
TIENE A CANUTO! ¡TIENE A CANUTO EN EL LUGAR DONDE ESTÁ ESCONDIDA!
Giré sobre mis talones y clavé mis ojos en los de Potter. No mentía.
-¿Canuto? ¿Quién es Canuto? ¿Qué está escondido? ¿De qué está hablando Snape? -preguntó Umbridge desesperada.
-No tengo idea. -respondí, y salí por la puerta del despacho. Bajé algunos escalones y agité la varita sin vacilar. La cierva plateada salió por la ventana del castillo más cercana, y se perdió en el cielo que comenzaba a morir para dar paso a la noche. La miré mientras se alejaba. Si era verdad que el Señor de las Tinieblas tenía a Black... Seguí bajando la escalera, y me detuve al instante. Potter lo había visto en su cabeza... el Señor de las Tinieblas sabía que la profecía sólo podía ser tomada por él o por Potter, Black no podía...
-Es una trampa. -me dije. -Sabe que Potter irá.
Volví a ver por la ventana. El Sol se escondía de a poco, el cielo estaba teñido de rojo. De pronto, a lo lejos, contemplé una luz blanca que se acercaba, hasta tomar la forma de un majestuoso fénix. Se posó en la ventana y dijo, con la voz de Dumbledore: "Quédate en Hogwarts"
Lo miré con odio. Escuché la puerta del despacho de Umbridge abriéndose de un golpe y me apresuré en bajar las escaleras.
Potter iría al Ministerio, pero Dumbledore me dijo que me quede en el Castillo. ¿Por qué? No podía hacer otra cosa que obedecer, aunque si tenía que ver morir otro hombre adelante de mis narices, no estaba seguro de no poder evitarlo la próxima vez.

Agosto, 1996
-Asesinarlo.
Hablaba con tanta naturalidad que si alguien no supiera de lo que estabamos hablando, hubiera creído que estabamos locos al hablar de la muerte con tan poca importancia. Después de todo, Dumbledore y yo no le temíamos.
-¿Cómo? -me preguntó, mientras se preparaba rápidamente. Buscaba su capa de viaje desesperado.
-Se lo encomendará a Draco Malfoy. 
Dumbledore se detuvo para mirarme, luego miró el suelo.
-Sabe que fallará. -dijo con asco.
-Claro que si. -le respondí -pero es una venganza, por lo sucedido el mes pasado. Lucius es el principal culpable de que la profecía no haya llegado a sus manos, según Él.
-Asi que al fin, lord Voldemort compendió algo sobre el amor. Sabe que Lucius sufrirá más de este modo que con cualquier maleficio que pueda echar sobre él. Creo que nuestro enemigo está aprendiendo poco a poco...
-Lo dudo -le dije, casi con gracia.
-Debo irme -me dijo Dumbledore mientras se ponía la capa. -Tardaré unos dos o tres días en regresar, pero volveré para el inicio de clases. 
-Eso espero. -le contesté, y me dirigí hacia la puerta.
-Estamos muy cerca Severus, créeme. Ya pronto todo acabará. 


Capítulo 8

-Si, ha regresado.
El shock de la noticia nos había enmudecido a todos. Eso y el hecho de haber vuelto a la casa de mis padres después de tantos años. Estaba igual como la recordaba. Me asfixiaba estar en este lugar, rodeado de paredes, olor a humedad, fotos antiguas que me miraban con odio cada vez que pasaba por adelante de ellas. Lo detestaba, yo no había nacido para estar encerrado.
-Pero... -Arthur había sido el primero en animarse a hablar. -¿Cómo?
-Explicar los detalles de un suceso tan doloroso no calmara nuestras ansias. -respondió Dumbledore pasivamente -Sólo voy a decirles que lord Voldemort ha encontrado la manera, y ahora está en pleno uso de su nuevo cuerpo. Sus sirvientes lo han ayudado, y apostaría toda mi colección de Cromos de Magos Famosos a que en este momento está planeando su primer golpe. Es por eso que los reuní aquí.
El aire podía cortarse con un cuchillo. La tensión entraba y salía por las narices de aquellos que respiraban tan agitadamente, otros conteníamos el aire. No lo podía creer.
-Lo que vamos a hacer ahora es conseguir un lugar para que funcione como Cuartel General para nuestras reuniones. -explicó Dumbledore.
-Podemos usar esta casa. -dije, señalando con la mirada a mi alrededor. -Está bien protegida, y yo no la quiero.
-Excelente. -me respondió con una sonrisa. -Aunque... los encantamientos protectores de esta casa no serán suficientes. No eres el único miembro de la familia Black que puede localizar este lugar. Debemos usar un... encantamiento Fidelio.
En ese momento, la puerta de la cocina se abrió. Snape entró sin vacilar, mirándonos a todo. Estaba más pálido que de costumbre. Cerró la puerta lentamente detrás de él, se cruzó de brazos y se apoyó sobre la pared, posando sus negros ojos en Dumbledore.
-Severus, me alegra que hayas regresado. Como decía -continuó Dumbledore -un encantamiento Fidelio es toda la protección que le podemos dar a este lugar. Yo personalmente -y se puso la mano en el pecho -me ofrezco como Guardián de los Secretos. Pero si alguien más quiere postularse...
Nadie abrió la boca.
-Yo -dijo Snape firmemente.
Todos lo miraron de inmediato. Dumbledore giró lentamente su cabeza hacia él. No pude ver sus ojos, pero estaba seguro de que lo había mirado con enojo.
-¿Alguien más? -dijo Dumbledore sin apartar la vista de Snape, quien hacía lo mimo.
Me puse de pie y dije: -Yo lo haré.
Moody clavó su ojo falso en mi, mientras el otro seguía en Snape.
-Si él se postula, yo no puedo hacer menos. -dije, señalando a Snape.
-Sirius, por favor...
-¡Ja! ¿Realmente quieres volver a probar suerte con el encantamiento Fidelio? -se burló Snape.
Apunté mi varita hacia él, al tiempo que Snape sacó la suya.
Dumbledore nos desarmó a los dos al instante con una chispa de luz azul.
-Por favor, no aquí. -dijo con una voz profunda. -Ahora votemos. Los que quieren que Severus sea el Guardián de los Secretos...
Nadie en toda la habitación levantó su mano. A Snape pareció no importarle.
-Los que quieren que Sirius sea el Guardián de los Secretos...
Mundungus Fletcher levantó su mano, aunque era tan bajito que ni se había notado.
-Los que quieren que yo, Albus Dumbledore, sea el Guardián de los Secretos...
Remus, Arthur, Arabella, mi prima Andrómeda, Elphias, Dedalus, Minerva, Hagrid, Ojoloco y Sturgis levantaron la mano.
-Que así sea, entonces.
Dumbledore levantó su varita. Todos en la cocina hicimos lo mismo (Snape y yo luego de levantarlas del suelo) y una luz azul inundó la habitación. La casa dio un pequeño temblor, y luego la luz se extinguió.
-Esta hecho. Sólo yo puedo revelar la ubicación de esta casa. Y necesitarán oirlo o leerlo expresamente de mi para poder volver. Este lugar es el número 12 de Grimmauld Place, Cuartel General de la Orden del Fénix. Nadie que no pertenezca a nuestra organización podrá entrar.
-Amén -dije.
-Bien, ahora necesito que cada uno de ustedes cumpla con sus funciones asignadas. Mundungus, Arabella -comenzó Dumbledore. -Ya saben qué hacer. Recuerden que Harry no debe saber que ustedes lo estarán vigilando.
-No se preocupe, Dumbledore -dijo la señora Figg, mientras arrastraba a Mundungus hacia la puerta de la cocina y se perdían de vista.
-Arthur, Ojoloco, el Ministerio será el lugar más difícil de neutralizar. Confío en que encontrarán allí toda person que pueda sernos útil.
Arthur y Moody asintieron firmemente y siguieron a la señora Figg y a Mundungus, saliendo de la casa.
-Elphias, Dedalus y Sturgius, ustedes ya han estado en la Orden del Fénix anterior y por lo tanto cuentan con más experiencia. Necesito que usen sus contactos para obtener información sobre los medios de comunicación: el Profeta se negará a aceptar que Voldemort ha regresado, pero algunos periodistas independientes no podrán evitar escribir lo que piensan. Confío en que los traerán a nuestro bando.
-Confía en mi, Albus -dijo Dodge, y salió con los otros dos.
-Hagrid, Minerva -prosiguió Dumbledore -nuestro lugar será Hogwarts. Sabemos en quién podemos confiar y en quién no.
Hagrid salió con dificultad de su lugar, y seguido por Minerva, desaparecieron por el pasillo que salía a la calle.
-Andrómeda, tu posición te permitirá contactar a aquellas familias tradicionales que aún están en contra de Voldemort.
-Si, Dumbledore. Mi esposo y yo haremos lo posible. -Y se fue rápidamente ondeando su capa de viaje.
Sólo quedamos Remus, Snape y yo. Dumbledore respiró con fuerza y dijo:
-Creo que no hace falta decirte que no podrás salir de esta casa. -me dijo.

sábado, 9 de julio de 2011

Capítulo 7


En cuestión de segundos aparecí en el cementerio de Little Hangleton. Estaba desierto, pero el polvo todavía estaba en el aire luego de la batalla, y un incipiente fuego ardía al lado de un caldero derramado. Me acerqué con la varita en la mano al centro de la escena. Había regresado, era cierto... Dumbledore tuvo razón, una vez más. ¿Cómo era posible? Había mucho que explicar por parte de Dumbledore. Pero ya habría tiempo para eso. Ahora debía hacer bien mi papel. Me quedé congelado, mirando las tumbas que me rodeaban, pensando. "Lucius" me dije. Era obvio. Giré sobre mis talones y me desaparecí.
El camino adornado con altos pastizales era igual al que recodaba años atrás. Con paso firme, avanzé hasta la imponente puerta metálica, alzé mi brazo izquierdo y la atravesé como si fuese humo. Al llegar a la entrada principal, descubrí que la puerta estaba abierta. Entré sin vacilar para encontrar un recinto con unas seis o siete personas. El terror estaba en el aire, y los gritos que provenían de la sala continua no ayudaban a disiparlo.
-Has venido...
Lucius me miraba desde el rincón más oscuro del recinto. Estaba abrazando a su esposa, quien, atemorizada, estaba fuertemente aferrada al torso de su marido.
-Claro que he venido. ¿Qué esperabas? -respondí con frialdad.
Me miró con recelo y con tristeza a la vez. Seguí caminando por el recinto y me acerqué a la puerta de donde provenían los gritos...
-¡ES INACEPTABLE! ¡NO PUDO HABER SUCEDIDO!
-MI LORD, POR FAVOR, NO SABÍA...
-¡CRUCIO! 
Y los aullidos desgarradores de pobre Colagusano resonaron en la Mansión.
Puse mi mano en el picaporte, pero antes de llegar a él la pueta se abrió sola.
El mismísimo Voldemort estaba allí, con la varita levantada, sus rojizos ojos llenos de ira, su blanca piel contrastando en la oscuridad. Estaba vivo. Había regresado.
Cuando me vió, sonrió... o al menos lo intentó. Su rostro sin labios formaron una expresión de felicidad muy extraña.
-Severus...
-Mi señor. -respondí, e hice una pqueña reverencia. -Es cierto... está usted...
-Vivo. -dijo rápidamente él. -Más vivo que nunca. No gracias a... -y dirigió su mirada al bulto que estaba reposando en el piso. Colagusano gimió e intentó levantarse. Voldemort lo apuntó con su varita y lo expulsó hasta la otra parte de la habitación con violencia.
-Continuaremos con esta charla más tarde, Colagusano. -dijo con dureza. -Ahora, si eres tan amable, reúnete con tus compañeros en el recinto. Quisiera... decir algunas palabras. Volví al recinto, seguido por Voldemort. Colagusano permaneció en la habitación, inconsciente. El Señor de las Tinieblas subó los primeros tres escalones de la enorme escalera que adornaba el recinto principal y se dirigió a sus Mortífagos:
-Como ya les he dicho en el cementerio hace algunos minutos -habló con una potente voz -esta vez no tendré clemencia. He demostrado que no puedo ser vencido, que nadie puede detenerme. Y voy a hacer pagar a aquellos que se pusieron en mi camino.
Yo estaba temblando. Había sucedido todo muy rápido, era como volver en el tiempo, estar parado ahi otra vez, escuchando a ese despreciable mago que alguna vez me había influenciado lo suficiente... Quería escaparme, salir corriendo de allí, pero no debía... no podia. Debía permanecer, debía ser fuerte. Mi lugar estaba allí, entre toda esa gente mediocre, cobarde, sin valor alguno. Mi lugar era el de un hombre endeudado con un niño, de por vida.

jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo 6


He presenciado el retorno de lord Voldemort! –dijo Potter desde su cama en la enfermería. -¡He visto a los Mortífagos! ¡Puedo darle los nombres! ¡Lucius Malfoy…!
Moví la cabeza repentinamente hacia Harry, pero volví la mirada a Fudge inmediatamente. ¿Cuántos de ellos habían acudido al llamado? ¿Debería ir yo ahora mismo?
-¡Malfy fue absuelto! –dijo Fudge visiblemente ofendido –Es de una prestigiosa familia… y entrega mucas donaciones…
-¡Macnair! –prosiguió Potter.
-¡También fue absuelto! ¡Y trabaja para el Ministerio!
-Voldemort ha regresado –dijo Dumbledore una vez más al incrédulo Ministro de Magia. –Si afronta este hecho, Fudge, y toma las medidas necesarias, lo primero que debe hacer es…
-¡Absurdo, Dumbledore! No puede estar hablando en serio…
-¡Está cegado por el miedo a perder su puesto, Cornelius! –dijo Dumbledore, alzando la voz.
-No sea necio, Fudge… -dijo McGonagall, escandalizada.
-Mire, Dumbledore –dijo Fudge, más calmado. –Siempre le he dado rienda suelta. Le he demostrado mucho respeto… Podría no estar de acuerdo con algunas de sus decisiones, pero me he callado. No hay muchos que en mi lugar le hubieran permitido contratar a un hombre lobo, o tener a Hagrid aquí… pero si va a actuar en mi contra…
-El único contra el que pienso actuar, es contra Voldemort.
-No puede… no puede ser cierto –repetía Fudge.
-Mire –le dije. Me levanté la manga y le mostré la Marca ardiendo en mi brazo. Fudge, al verla, retrocedió inmediatamente. –La Marca no está tan oscura como lo estaba hace una hora. El Señor de las Tinieblas nos marcó con ella a todos los Mortífagos. Era una manera de reconocernos entre nosotros, y también el medio que utilizaba para convocarnos.
-No sé a qué esta jugando usted y sus profesores, Dumbledore, pero creo que ya he oído bastante.
Dicho esto, le entregó el premio a Potter por haber ganado el Torneo y salió de la enfermería cerrando la puerta de un golpe.
-Bien, hay mucho para hacer. Minerva, trae a Hagrid, y si consiente en venir, a Madam Maxime. Sra Pomfrey, en el despacho del profesor Moddy encontrará una elfina doméstica llamada Winky, en muy mal estado. Encárguese de ella por favor.
Ambas brujas salieron por la puerta, a la vez que un enorme perro negro entró a la enfermería.
-¡Él! –exclamé. No podía equivocarme. -¿Qué hace él aquí?
El perro tomó su forma humana, y Sirius Black se presentó frente a todos.
-Esta aquí porque yo lo he llamado. –dijo Dumbledore, pasando la vista de uno a otro. –Igual que tú, Severus. Yo confío tanto en uno como en otro. A es hora de que olviden sus antiguas diferencias, y confíen también el uno en el otro.
¡Estaba loco! ¡Jamás podría confiar en un hombre como Black!
-Me conformaré, a corto plazo, con un alto en las hostilidades. –dijo Dumbledore con paciencia. –Dense la mano, ahora están del mismo lado. El tiempo apremia, y a menos que los pocos que sabemos la verdad estemos unidos, no nos quedará esperanza.
Con un enorme esfuerzo, le tendí la mano y él la apretó con una fuerza innecesaria. Lo solté de inmediato.
-Con eso bastará. –dijo Dumbledore. –Ahora, tengo trabajo para los dos. La actitud de Fudge, aunque no nos sorprende, lo cambia todo. Sirius, necesito que salgas ahora mismo: alerta a Remus Lupin, Arabella Figg, y Mundungus Fletcher. Escóndete por un tiempo en la casa de Lupin, yo iré a buscarte.
Black abrazo´a Harry, le dio la mano a Dumbledore, volvió a transformarse en pero y se fue por la puerta.
-Severus. –se dirigió a mi. Temía lo que iba a pedirme, pero una parte de mi lo sabía, era obvio. –Ya sabes lo que quiero de ti. Si estás dispuesto…
-Lo estoy. –le dije.
-Buena suerte entonces –me deseó Dumbledore, cargando sus palabras de emoción. Atravesé la puerta de la enfermería y salí del castillo a toda velocidad, pasando los jardines. Una vez que crucé el límite de los terrenos, giré con mi capa y desaparecí en la noche. 

Capítulo 5


-Pettigrew fue quien entregó a los Potter a Voldemort. Era él el guardián de los secretos, y por un temor injustificado, le reveló a Voldemort la ubicación de Lily y James.
El tiempo se detuvo. Mi respiración también. Bajé mi cabeza unos centímetros, clavando la vista en la nada misma, pensando… luego miré a Dumbledore. Lucía totalmente triste por haberme dicho eso. Y entonces, con toda la frialdad del mundo, le dije:
            -¿Y por qué pensó que eso me afectaría? ¿Acaso me ve tan débil?
Dumbledore abrió sus ojos sorprendido.
            -Lo siento, no debí… -e interrumpiéndose a si mismo, se levanto y se dirigió hacia la puerta.
            -Yo ya lo superé. –le dije. –Yo ya encontré al culpable de la muerte de los Potter. –Dumbledore se detuvo y se volvió para mirarme. –Soy yo.
            -El asesino fue y será siempre lord Voldemort –respondió –Tú sólo actuaste por tus impulsos, y yo no te culpo por eso.
            -Pero yo si. –me puse de pie, apoyando las manos en mi escritorio con firmeza. –Y hasta el día de hoy que no me he perdonado a mi mismo. Pero aprendí  vivir con eso, ¿sabe? Con la culpa de haber… dejado morir… ¡Ni siquiera! ¡Con la culpa de haber ayudado a morir a la persona que más amo! –Estaba agitado, mi respiración estaba entrecortada.
-No voy a discutir contigo. Te he dicho una y mil veces dónde puedes encontrar el perdón que buscas. –Sacó de bolsillo su extraño reloj y lo miró –En unas horas llegará aquí, a Hogwarts, y confió en que lo protegerás en todo momento. Te aseguro que correrá bastante peligro, este año sobre todo…
Y se fue por la puerta, dejando la herida abierta en mi pecho, una herida que no cicatrizó hasta dentro de algunos años.

Una semana después

-No es culpa de nadie más que de Potter, Karkaroff. –comenté con malicia. –No hay que culpar a Dumbledore del empeño de Potter por quebrantar todas las normas. Desde que llegó aquí, Potter no ha hecho otra cosa que traspasar límites…
-Gracias, Severus –me dijo Dumbledore con firmeza.
Era un caos. Inexplicable, intolerable… ¿Potter en el Torneo de los Tres Magos? Dumbledore no lo comprendía, estaba seguro…
-¿Pusiste tu nombre en el Cáliz de Fuego, Harry? –le preguntó Dumbledore con calma.
-No –contestó Harry. Atravesé su cabeza con mis ojos, y lo comprobé: no mentía.
Luego de una larga discusión, se acordó que Harry participaría de todas maneras. Su nombre saliendo del Cáliz, la Marca en el Campeonato… no era casualidad. La noche siguiente, la Marca comenzó a arder en mi antebrazo… hacía más de 10 años que no ardía.

Diciembre, 1994
-Karkaroff planea huir si la Marca comienza a arder más frecuentemente. Usted sabe toda la ayuda que le proporcionó al Ministerio luego de la caída del Señor de las Tinieblas…
-Lo recuerdo –contestó Dumbledore, mientras ambos caminábamos entre los nevados jardines del castillo. -¿Y tú Severus? ¿También huirás?
-No –le dije con firmeza. –No soy tan cobarde.
-Por supuesto que no- me contestó sonriendo. –A veces pienso que seleccionamos a nuestros alumnos demasiado pronto…
-El regreso del Señor de las Tinieblas es inminente… Debemos actuar ahora.
-Calma –me dijo. –La Tercera Prueba será definitiva. La persona que puso el nombre de Harry en el Cáliz pretendía matarlo, pero el chico ha sobrevivido con éxito. En la última prueba, dicha persona no querrá desperdiciar su última oportunidad.
-¿Y dejaremos que Potter sea la carnada? ¿Y si le pasa algo?
-No tenemos otra opción. –respondió con tristeza, casi con frialdad…
-Usted y yo somos muy diferentes, Dumbledore… Nunca toleraré que arriesgue la vida de algunas persona para salvar a otras pocas.
-No te pido que lo toleres. –se detuvo en seco y puso su mano sobre mi hombro. –Sólo te pido que confíes ciegamente en mi. Pronto tendré que pedirte más de lo que alguna vez te he pedido que hagas por mi, y espero que estés dispuesto…

martes, 24 de mayo de 2011

Capitulo 4

El resto de la historia es conocida. Black escapa, Dumbledore lo cubre, y Pettigrew regresa con el Señor de las Tinieblas. Y el hijo de Lily descubre que está más cerca de su padre de lo que nunca lo estuvo.
Pero es Pettigrew quien rebalsó el caldero esta vez…

1º de Septiembre de 1994

-Espero no molestarte…
-Claro que no, sólo estaba probando… no importa.
Era raro ver a Dumbledore en las mazmorras, para todos, excepto para mi. La madrugada era su horario favorito para visitarme. Se sentó en la silla del otro lado del otro lado de mi escritorio e hizo aparecer una tetera humeante y dos tazas con u varita.
-Disculpa mi atrevimiento, pero realmente lo necesito –me dijo.
-No tiene que darme explicaciones…
Claro que no. Desde la huída de Pettigrew, las cosas se habían complicado muchísimo. Y la noche anterior fue la prueba que Dumbledore necesitaba para ponerse en acción. La Marca Tenebrosa vacilaba en la tapa de “El Profeta” que estaba sobre mi escritorio, lo había estado leyendo por la mañana… Era un hecho… extraño.
-Yo creo que si. –me respondió el anciano, mientras servía té para ambos. –Lo que sucedió anoche en el Campeonato Mundial de Quidditch no fue casual. Y sabes a qué me estoy refiriendo… o mejor, a quién.
-Pettigrew. –respondí con desprecio.
Dumbledore asintió con los ojos cerrados y bebió un sorbo de té. ¿Era mi imaginación, o estaba algo nervioso?
-Lamento mi visita a tu despacho, pero… me es necesario charlar contigo.
-Charlemos, entonces. –le contesté con frialdad.
-Severus, hasta ahora no has faltado a tu palabra ni un solo día. Me has demostrado la mayor lealtad que un hombre puede tener hacia su jefe, o aún más, de un amigo a otro. Pero me temo que yo te he fallado.
Sorprendido, levanté mis cejas y esperé a que continúe.
-Quiero que me digas, y que me perdones por abrir esa vieja herida, todo lo que sabes de Pettigrew.
Todavía con las cejas levantadas, abrí mis labios para contestarle, pero volví a cerrarlos en un instante. No sabía mucho de él, la verdad…
-Estudió conmigo, es un animago, y fue el mejor amigo de Black, Lupin y Potter. Inseparables.
El silencio se apoderó de mi despacho.
-¿Más? –le pregunté.
-Si fueras tan amable…
Crucé mis brazos inconcientemente y seguí…
-Era el menos… “talentoso” de los cuatro, el menos popular. Siempre me pregunté por qué él estaba entre ellos. Supongo que Potter y Black veían en él una buena persona, que necesitaba mucha protección. Esas relaciones se dan en todos los ámbitos… Cuando Potter murió y Black fue apresado, se lo creyó muerto…Y el año pasado descubrimos que no. –fruncí mis labios. –Y eso es todo lo que sé.
Dumbledore me atravesó con sus ojos, pidiéndome que le cuente eso que no le estaba contando. Le sostuve la mirada, y dije:
-Era un mortífago. O eso creo, como ya le había dicho… no nos conocíamos entre nosotros, siempre usábamos máscaras y… yo nunca supe si él tenía la Marca en el brazo. Recuerdo haberlo llevado a mis 17 años a la Mansión Malfoy, luego entró con un grupo de su edad a una habitación donde estaba el Señor de las Tinieblas y no volví a verlo. Supuse que Black lo había matado por ser Mortífago pero… con lo sucedido el año pasado, mi esquema de la vida de Pettigrew se revolucionó. Y como realmente la vida de ese hombre no me influye…
-Es ahí cuando te equivocas. Hay algo más de Pettigrew que no sabes.
Tomó más te y luego hizo desaparecer la tetera, su taza y la mía, que estaba llena del té que no había bebido.
-Aún así, tienes una versión de su vida más acertada que las de la mayoría de la gente.
-No cambie de tema –le dije firmemente. -¿Qué mas hay?
-No sé si estas preparado…
-No estaba preparado para ver morir a mi padre, o para enterarme que Regulus Black murió porque yo no lo escuché, o que sin ir más lejos, Lily encuentre la muerte por mi culpa. –le respondí con odio. –Asi que no se atreva a decirme que no estoy preparado para algo. ¿Qué tan terrible puede ser lo que tiene que contarme como para que me afecte más de lo que me afectó todo lo que le dije?
-Nunca me subestimes. –me respondió con tristeza Dumbledore, y me dio la noticia más terrible.

Capítulo 3

Pasaron varios meses de ese encuentro con Dumbledore. No era casualidad que Lupin fuese el nuevo profesor de Defensa CAO en Hogwarts. Dumbledore sabía (al igual que yo) que Black intentaría encontrar a al hijo de Lily, y Lupin conocía al prófugo lo suficiente como para saber qué día y por dónde entraría al castillo.
Los merodeadores. La ferviente prueba de que la amistad es tan frágil como el tallo de una flor. La historia entre Pettigrew, Black, Lupin y Potter estuvo escrita desde el principio. Sacando mis justificadas (¿por qué no?) razones, no me engañaba a mi mismo cuando decía para mis adentros que los cuatro acabarían mal. Un traidor, un injusto condenado, un joven que encontró la muerte y otro que fue maldecido por siempre. ¿Qué podría uno esperar de eso? Me es imposible, inexplicable, describir todo el odio que yo sentí hacia ellos durante el resto de mi ida. Nunca, jamás, respeté a ninguno de ellos, sus acciones me fueron suficiente para juzgarlos de los peores brujos que conocí. Carentes de humildad, llenos de regocijo… Pettigrew, por ejemplo. Recuerdo aquella noche que lo llevé a la Mansión Malfoy, el día de su iniciación como mortífago. Lupin, demasiado preocupado por ser prefecto, suficiente para fingir simpatía incluso a mi. Siempre vio en él un futuro prometedor, pero su maldición lo hizo una persona rencorosa con la vida misma. Y Black, ¡el peor de todos, que Potter incluso! Nunca tuvo nada por qué vivir, nunca se preocupaba demasiado… personalmente detesto a ese tipo de personas, aquellas que no ven un futuro en sí mismas, que se preocupan por vivir el presente, que están demasiado ocupados siendo rebeldes…  Y por el último, no hace falta que me explaye, es ese que me arruinó la vida.
Volviendo al propósito de este relato, el tercer año del hijo de Lily en Hogwarts fue el más agitado de todos los que le siguieron. Las ansias que tenía ese chico por conocer la verdad, por empezar a conocer una mínima parte de la gran verdad que Dumbledore le ocultaba, comenzaban a alarmar al viejo director. Y bastante se había enterado esa noche de Abril en la Casa de los Gritos…
-Entonces por eso lo odia –dijo Harry a Lupin- Snape pensaba que usted estaba involucrado en la broma que casi lo mata…
-Exactamente  -respondí, a favor de mis impulsos. Me saqué la capa de invisibilidad y apunté al pecho de Lupin con mi varita.
-Severus... –comenzó a decir el hombre lobo.
-Le he dicho una y otra vez al director que ayudabas a tu viejo amigo Black a entrar en el castillo, Lupin. Y aquí esta la prueba.
-Te equivocas, Severus –me contestó apresuradamente. –No lo has oído todo. Puedo explicarlo. Sirius no ha venido a matar a Harry.
Como si yo no supiera eso… Me aferré aún mas con los dedos a la varita y apunté a Black.
-Dos más para Azkaban esta noche. Me encantará saber cómo se lo toma Dumbledore. Estaba convencido de que eras inofensivo. ¡Un hombre lobo domesticado!
-¡Idiota! –me dijo-. ¿Vale la pena meter a un inocente a Azkaban por una pelea de colegiales?
Agité la varita y conjuré dos finas sogas que se enroscaron e la boca de Lupin. Black se abalanzó sobre mi, pero le apunté directamente a los ojos, diciéndole –Dame un motivo, dame un motivo para hacerlo, y te juro que lo haré.

sábado, 2 de abril de 2011

Capitulo 2

 Había caído preso después del asesinato de Lily. Pero era inocente, Black no hubiera entregado a su amigo ni por todo el oro del mundo, era imposible, impensable. Si yo encontrara al que entregó a Lily... ¿pero no había yo sido parte de su muerte? Claro que si, ya lo había aceptado hace muchísimos años, y de hecho había encontrado la forma de pagar la deuda que yo tenía con ella. Su hijo, su único hijo, hacia ya dos años que había ingresado a Hogwarts, y había logrado cosas que... evidenciaban que en el futuro, sería un hechicero sorprendente. Era un chico sencillo, impulsivo, y muy compasivo al igual que su madre. Sólo era igual a James en lo físico, pero en lo personal... era Lily. También en sus ojos.
Es por esa razón que yo intentaba tenerlo lo más lejos posible de mi, y a la vez yo era su sombra. Sabía lo que hacia, qué pensaba, a que hora se acostaba y se levantaba... estaba muy pegado a él, pero él nunca lo supo.
Lo trataba mal, me era inevitable verlo y no recordar a su padre, pero sus ojos... era Lily. Y me ponía más furioso todavía. Él me odiaba, y yo estaba muy conforme con eso; lo último que necesitaba era volverme su profesor favorito.
Debía hablar con Dumbledore de inmediato, no hacía falta que él me pidiera verme, sabía que asi lo deseaba. Él era lo más cercano a un amigo que yo tenía, si bien no compartíamos la misma visión del mundo.
Agité mi varita, y una cierva de humo plateado cruzó el comedor de mi casa, atravesó la puerta y se perdió de mi vista. Luego, me puse mi capa de viaje y desaparecí.
 Mis pies tocaron el suelo unos segundos más tarde. Caminé sin vacilar hasta adentrarme en el espeso bosque que se erguía frente a mi. Los árboles estaban tan pegados unos a otros que la luz de la mañana difícilmente pasaba por allí, dejando lugar a la oscuridad. Llegue al claro donde Dumbledore ya me esperaba.
-Me alegra que haya respondido mi llamado -le dije
Él sonrió, como siempre lo hacía.
-Es una de las condiciones de la amistad, ¿no crees, Severus? Poder contar con alguien cada vez que lo necesites.
-Es usted la única persona con la que puedo contar. -respondí con la vista perdida en las hojas que cubrían el piso. -Necesito que me diga lo que sabe sobre Black.
Dumbledore borró la sonrisa de su cara, pero luego volvió a ensancharla lentamente.
-Han pasado tantos años...
-Limítese a responder lo que le pregunté. -contesté secamente.
-No te atrevas a poner límites a mis sentimientos, cuando son los tuyos los que se escapan de tu corazón, Severus. -El anciano me miraba fijamente; yo seguía contemplando el suelo. -Todavía quieres saber lo que pasó esa noche. ¿Verdad?
-¡Claro que sí! -respondí con una carcajada -Todo el mundo quiere saberlo.
-Pero tú más que nadie.
El viento hizo sonar la copa de los árboles, que se rasparon entre ellas numerosas veces, hasta recuperar el silencio.
-La culpa vive en mi, Dumbledore. -ahora mirándolo a los ojos -Usted no sabe, no tiene la menor idea, de vivir con la culpa... de saber que alguien murió por usted...
-No me subestimes -me dijo seriamente -he vivido más años que muchos de los hombres que conoces, y por lo tanto más penas de las que podrías imaginar.
Había perdido los estribos.
-¿Entonces va a decirme que alguna vez amó a alguien? ¿Amo tanto que le dolió, tanto que dedicó su vida a hacer cosas para olvidarse de esa persona? ¡Usted no me subestime a mi! ¡He hecho cosas terribles, cosas de las que cualquier mago se arrepentiría! ¡Pero yo no, claro que no! Cuando creí que al fin podía descansar, usted pone esta piedra en el camino...
-¿De qué hablas? -me dijo, atónito.
-Del chico. -estaba agitado, furioso. -Nunca me ha dado suficientes explicaciones... nunca me dió una justa razón para hacer lo que ya hace años estoy haciendo...
-Creí que querías librarte de la culpa algún día. -me respondió serenamente.
-No creo que siendo la sombra de Harry Potter pueda hacerlo. ¿Y usted?
Dumbledore sonrió una vez más.
-Perdóname, Severus. A veces olvido que tus sentimientos no conocen escrúpulos. A veces olvido que eres sólo un hombre que pretende olvidar a una mujer, pero que en realidad busca recordarla.
Mis ojos comenzaron a humedecerse. Me los sequé con la manga de la túnica y le di la espalda a Dumbledore para que no me vea a la cara.
-Dígame lo que sabe, y no haga más preguntas. -dije en un tono cortante.
La luz en el claro comenzaba a filatrse por las hojas, ya estaba amaneciendo.
-Voy a contarte todo lo que sé sobre Sirius Black, pero creeme que no es el hombre que buscas. Y tampoco me pidas que te diga todo lo que se; es algo que ambos sabemos, no voy a poder hacer nunca.

jueves, 3 de marzo de 2011

Capitulo 1

                 31 de Julio de 1993 



Las gotas seguían cayendo lentamente, pero la tormenta ya había golpeado con todas sus fuerzas hace ya unas horas. El reloj del comedor anunció la llegada de la medianoche con un suave tintineo. La Calle de la Hilandera siempre había estado en paz, rara vez pasaban autos, o incluso gente. Y la gente que por allí rar vez pasaba tenía algo muy en particular. De hecho, iban todos a la misma casa, la única que quedaba habitada. Aunque era difícil de creer, el único vecino que se había negado a vender su propiedad seguía viviendo allí. Las restantes casas, por al menos tres manzanas, estaban vacías; sus respectivos dueños las habían vendido por una fortuna, ya que la inauguración de un nuevo centro comercial requería el espacio que ese barrio industrial abandonado tenía. Pero no podían hacer nada si el idiota que vivía en el número 27 no vendía su casa. Habían intentado de todo: ofertas de cientos de miles de libras, otras propiedades en el exterior, pero nada convencía al dueño de esa casa. Por supuesto que no, el dueño del número 27 era un hombre que no se fiaba en las personas fácilmente.
Pero esta vez, el señor McDrebbin, un muggle de unos 40 años que trabajaba para la compañía de centros comerciales de Londres, había encontrado su fórmula para el éxito. Según le habían comentado, la verdadera dueña de la casa, la señora Prince, había desaparecido ya hace más de 10 años, y bajo las leyes de propiedad de Inglaterra, la casa era por consecion, perteneciente al estado. Por lo que cualquier persona que viva en esa casa era un intruso, y estaba infringiendo la ley. Oh si, era hora de que ese tipo raro de pelo largo y grasiento empaque sus cosas y se vaya de una vez por todas. Incluso, McDrebbin estaba tan seguro de que iba a salirse con la suya que ordenó a los maquinistas que se preparen para la demolición mañana por la mañana.
Al otro día, antes de que el sol salga incluso, McDrebbin ya estaba levantado y llevaba puesto su mejor traje. Se despidió de su esposa y condujo su auto hasta la Calle de la Hilandera. El sol brillaba bastante entre la niebla, el día era perfecto, y cuando sus superiores vean que por fin logró deshacerse de la maldita casa, le darían un ascenso sin dudarlo. El día no podía ser más perfecto, pensó.
Tenía que esperar a sus abogados para proceder, pero estaba tan impaciente que decidió darle la noticia él mismo al propietario de la casa. Llamó a la puerta con tres golpes, y aguardó.
-¿Qué quiere? -le respondió una voz del otro lado, sin expresión.
-Buenos días, señor. Me gustaría poder hablar con usted... si no es mucha molestia. -contestó McDrebbin muy amablemente. Por dentro estaba deseando darle la noticia de una vez por todas.
-Lo siento, no me gusta hablar con desconocidos. -contestó la voz. La puerta seguía sin abrirse.
-¡Pero usted me conoce, señor! Soy Donald McDrebbin, del Departamento de Compra y venta de...
La puerta se abrió de inmediato. Del otro lado, la alta figura de un hombre, cuya cara estaba cubierta por un largo cabello negro y grasiento, se asomó desde el itnerior de la casa.
-Cuantas veces tendré que decirle que mi casa no está en...
-¡Oh no! Eso ya lo sé, pero no vengo a comprar su casa esta vez .-contestó el muggle. con una sonrisa de malicia -Siempre me pregunté por qué la señora Prince, que es la verdadera propietaria de la casa...
-No tengo ganas de escucharlo, señor McDrebbin...
-...nunca se encontraba aquí, y es por eso que decidí investigar. Y resulta que no está aquí... ni en ninguna parte! ¡Según Scotland Yard lleva diez años desaparecida1 ¿No le parece raro? Es un detalle que usted nunca nos mencionó.
El dueño de casa se quedó helado, pero no por la sorpresa, claro que no. Estaba pensando, calculando... como siempre lo hacía.
-Creo... que si. Lo olvidé por completo. -respondió atónito. -¿Sabe qué? Vamos a hacer esto. Me acompañará al interior de mi casa, le firmaré las escrituras, y podrá hacer con ella lo que quiera.
-Y usted podrá irse donde le plazca, señor Snape, le aseguro que no diré nada. ¡Es lo que siempre quise! -contestó McDrebbin, mientra ingresaba a la casa.
Por dentro, había un olor a humedad impresionante. Las paredes estaban resquebrajadas, el piso de madera rechinaba cada dos o tres pasos y los muebles del comedor, cuyas paredes estaban atestadas de libros viejos, estaban muy gastados.
-Voy a servirle algo mientras voy a buscar los papeles...
-Oh no, es muy temprano para beber, muchas gracias...
Pero era tarde, por que el hombre ya tenía su vaso en la mano lleno de un líquido amarillento.
-Ehm... gracias, es muy amable de su parte.
-Tómelo, le aseguro que le gustara. Enseguida vuelvo. -y se perdió mientras subia las escaleras al piso superior.
McDrebbin tomó un sorbo del líquido mientras se preguntaba cuánto tardarían las maquinas de deshacerse de todas las casas de la manzana. Las obras debían empezar cuanto antes... por cierto, lo que estaba bebiendo sabía muy bien. Bebió otro trago, y se sentó el único sillón del comedor. Hay que avisar a la copañía apenas salga de ahi, las obras deben empezar de inmediato. O tal vez, podían esperar a que pase el verano. Si, Julio no era una buena época. ¿Pero hacerlas en invierno? Es una locura. Quizás... quizás ninguna sería una buena época. Por que claramente, el lugar no era el correcto. No señor, el lugar estaba mal. No se podía, simplemente no se podía.
-He vuelto, aquí tengo los papeles...
-Disculpe, Snape -dijo McDrebbin y se puso de pie de un salto. -pero lamento haberle quitado su tiempo. Esta casa sigue perteneciéndole, nade se la va a quitar. Ese centro comercial jamás va a construirse, no en esta zona al menos.
-¿Está seguro? -preguntó Snape con simpatía.
-¡Completamente seguro! Ahora mismo me voy a hablar con mis superiores, van a escucharme. Si, lo harán...
Y dicho esto, McDrebbin desapareció. Snape lo vió alejarse en su auto y luego tapó la botella del filtro que había puesto en la bebida del muggle.
-Idiota. -murmuró. Pero antes de poder tapar la botella del todo, un golpe en la ventana de su cocina, que era la única que daba a la calle, llamó su atención.
-¿Qué pasa ahora?- ¿Dos visitas en un día? Era algo nuevo.
Una lechuza estaba picoteando el vidrio de la ventana, llevaba un diario atado a la pata. La dejó entrar, pagó 5 sickles a la lechuza y ésta se marchó. Él no estaba inscripto a "El Profeta", entonces... alguien debía de habérselo enviado. Desplegó la primera plana, y no pudo evitar quedarse boquiabierto al leer que Sirius Black había escapado de prisión la noche anterior.

martes, 15 de febrero de 2011

Capítulo 18 - Fin

Aparté los ojos de la caligrafía de Dumbledore y miré otra vez a Petunia, que yacía inconciente en el piso. ¿Petunia, llevándole flores a Lily? No lo creería. Pero las miradas de reproche, sus palabras rabiosas... ¿Realmente la odiaba como decía, era verdad? ¿Habría lamentado la muerte de su hermana? Confié en que si. Nunca lo supe.
Retomé mi camino hacia el primer piso, en busca del sobrino de Petunia. Según tenia entendido, los Dursley eran su única familia. Entré al cuarto cuya puerta estaba semi abierta, y encontré dos cunas: una de madera blanca, parecía nueva. La otra era vieja, estaba un tanto vencida hacia uno de los costados y era más baja que la blanca. Me acerqué a ésta última, y lo vi por primera vez. Estuve un rato en silencio, viendo como dormía. Tenía el pelo lacio, pero bastante espeso y en distintas direcciones. Su piel era bastante blanca, y era un tanto alto para tener un poco más de un año.
-¿Qué estoy haciendo?- dije en un susurro. Pero Harry pareció escucharme. Abrió los ojos lentamente, y los clavó en los míos. Eran... era Lily. Por un momento, creí estar viendo a Lily, sin lugar a dudas.
-Tus ojos...-dije, sorprendido. -son la única razón por la que no te odiaré el resto de tu vida. Tienes suerte, la verdad.

Sebastian y Annie se habían vuelto bastante propensos a estar castigados por casi todos los profesores. ¿Y por qué?
-¡SI VUELVEN A CASTIGARNOS POR ESE MALDITO LIBRO, TE JURO...!-
-¿Qué harás? -interrumpió Annie, en un tono amenazante a Sebastian, mientras salían del despacho del profesor Flitwick tras haber cumplido su último castigo. -No habías sacado tan buenas notas en Pociones antes, y mucho menos en Encantamientos... ¡Le debes todo a este libro!
Siguieron caminando por los pasillos, rumbo a su sala común. Lo interesante de esto es que esa vez fue la última vez que los sorprendieron ojeando "Elaboración de Pociones Avanzadas" en clase. Llegado a un punto, lo sabían de memoria. Tanto que decidieron prestárselo una vez al hermano menor de Sebastian, y cuando éste quiso devolvérselo, le dijeron que no era necesario, que podía conservarlo siempre y cuando lo use bien.
Es quizás, la última vez que estos dos personajes hacen su aparición en la historia de Snape. Fueron fundamentales a la hora de iniciar una (de las miles) tradiciones que existieron en Hogwarts, comenzando así un ciclo casi interminable, donde ese libro pasó de mano a mano, de estudiante a estudiante. Años más tarde, Annie y Sebastian se preguntaban, en una de las tantas noches que se reunían a pasar el rato, dónde había ido a parar el libro que tantos problemas y soluciones les había traído. Pero ya no les importaba; Annie se había casado con un famoso cantante de baladas mágicas, y Sebastian había dedicado su vida al estudio de las criaturas y animales fantásticos.
Ninguno supo que ese libro llegaría a las manos del mago más famoso de toda la historia, ni de que Snape había mirado a su último dueño directamente a los ojos, aquella noche en que decidió irrumpir en la casa de los Dursley y ver a Harry, la persona por la que había dado su vida.

miércoles, 19 de enero de 2011

Capitulo 17

    -Voy a deshacer el encantamiento; si gritas, no vas a desear volver a hablar jamás. -le dije en un tono tan amenazante que sus ojos se congelaron, todavía más.

        Agité la varita y un leve gemido salieron de los labios de Petunia. Con la cara pálida, se llevó las manos a la boca y examinó sus labios con la yema de sus dedos, y luego su gargata, como si quisiera comprobar que todo estaba bien. Luego volvió a clavarme los ojos.
-¿A... a qué has venido? -me preguntó casi en un susurro.
-No he venido por ti, eso es seguro. -le di la espalda y para distraerme, examiné las extrañas anotaciones que habia sobre uno de los muebles. La mayoría eran direcciones y numeros de telefonos.
-Entonces... has venido por... -dejó de hablar un momento y luego continuó- ¿Has venido por el chico?
Cerré mis ojos y suspiré. Todavía dándole la espalda, le contesté sin rodeos.
-Dumbledore me envió. Quería asegurarse de que él está bien.
Escuché como la silla se corría y supuse que Petunia se había puesto de pie. Me di vuelta para comprobarlo y efectivamente lo había hecho.
-¡Él me aseguró...! ¡Me prometió que ningnuo de... ustedes vendría...! ¡Sólo nos comunicamos por cartas!
Era cierto, yo lo sabía. Pero creí que se tragaría esa mentira.
-Estoy al tanto de eso.- respondí con tono despreocupado, y volví a darle la espalda y a examinar las direcciones. -Es sólo que Dumbledore tuvo un mal pesentimiento y me envió a mi, sólo eso.
-Mientes. -me djio con voz temblorosa. -Todavía... todavía no la olvidas.
      El tiempo se detuvo. A pesar de ser pleno verano, sentí un frío terrbile que me hizo temblar. Mis pensamientos me...abandonaron, no sé como explicarlo. Todo volvió a mi; los recuerdos, el dolor...
-No te la has podido sacar de la cabeza, no me lo niegues.
Una palabra más y la mataría, lo haría de verdad.
-No te perdonas...
Me di vuelta y le puse la varita en el cuello. Con la mano izquierda le tapé la boca; forcejeamos, la silla se cayó para atrás y Petunia se sostuvo como pudo en la mesa de la cocina. La rabia que expresaba mi rostro era impagable; tanto que la pobre mujer comenzó a lagrimear como loca.
-Sabes perfectamente que te mataría, que no dudaría ni un segundo. -le dije entre dientes. Gimió cuanto pudo, pero no la solté. Quería matarla, necesitaba verla sufrir por lo que había dicho, por todo lo que había hecho... a mi... y a ella. De repente, sus ojos dejaron de posarse en mi rostro y miraron más alla, a mis espaldas. Apuntaban con tanta intensidad que me di vuelta. De reojo vi el mueble con las direciones pegadas en él. Volví a mirar a Petunia. Creo que se estaba asfixiando.
      Le apliqué nuevamente el encantamiento silenciador, y con mi mano izquierda busqué en mi bolsillo una botellita que contenía un líquido rosa claro. Lo destapé con la boca y le puse unas gotas en los labios. Al instante se quedó dormida, y cayó al suelo de la cocina, no sin antes olpearse la nuca con la mesa.
-Eso te va a doler mañana, aunque no recordarás nada.
      Dispuesto a subir al primer piso, donde creí que encontraría al hijo de Lily, caminé hacia la salida de la cocina. Pero me detuve en seco y miré al mueble otra vez; me acerqué y examiné ligeramente con la mirada todas las anotaciones, esta vez sí prestando atención. Y una en particular me dejó boquiabierto. Con una caligrafía que conocía muy bien, la nota rezaba:



Esta enterrada en el Valle de Godric, por si algún día quieres visitarla.