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Donde se habrá metido? POR LAS BARBAS DE MERLIN, SNAPE DONDE ESTAS!!!
Lo había buscado toda la mañana, toda la tarde y toda la noche, necesitaba verlo, no podía esperar. Tenia que decírselo urgente, así que cansada como estaba, enojada como próximamente estaría pero ansiosa, fui a la lechuceria, hacia tanto frio, y aun así, con la tormenta de nieve, Salí, con mi capa ondeando al viento y mis ojos casi cegados, atravesé el campo blanco y virgen, subí las escaleras y le entregue un papiro a la lechuza mas cercana. Espero que resulte, no puedo continuar sin ti.
Severus donde estas!
Necesito hablarte. Ha pasado algo, no puedo decirte que, pero es importante, he tratado todo pero no logro ubicarte, Por favor comunícate conmigo lo antes posible.
Te quiere, Lessie
Oh no…dije que lo quería?!
Genial..
Era muy tarde cuando recibí la carta. Me estaba desabrochando la camisa cuando la única ventana de la habitación comenzó a crujir; una lechuza estaba picoteando el vidrio.
La reconocí al instante, era la lechuza de Lessie.
Tomé la carta que llevaba atada a la pata y me senté en la cama.
Creo que nunca había gritado tal palabrota en mi vida. ¿Porqué no me lo dijo antes de que me vaya?
Obviamente que sabía a lo que se referia; Lessie sentía cierta atracción (no creo que física) hacia mi. La verdad, a esta altura de mi vida las mujeres habían dejado de ocupar un papel muy importante en mi vida. Las experiencias lo dicen todo.
Por Merlin! Porqué nos cuesta tanto a los chicos expresarnos? Miles de veces quise decirle a Emmeline Vance que me gustaban sus ojos, a esa chica oriental de Ravenclaw que su sonrisa hacía más que 10 amortentias, miles de veces quise tomar de la mano a Lessie, sólo para saber qué se siente. Y toda mi vida quise besar a ese fastidio de cabellos rojos.
Pero bueno, el Príncipe no estaba preparado sentimentalmente para afrontar este tipo de situaciones. No sé si es orgullo o timidez, pero había algo dentro de mi que me impedía hacer todas esas cosas.
Me senté en el escritorio de la habitación, agité mi varita y un tintero y una pluma aparecieron de la nada.
Sobre la misma carta que me habia sido enviada, escribi las siguientes palabras...
"Lamento no haberte avisado, pero fue muy repentino. Estoy en la mansión de los Malfoy y pienso pasar el resto de mis vacaciones aquí. Quizás puedas pasarte algún día, te esperaré.
Severus"
Releí la carta varias veces para comprobar que no había una mínima demostración de afecto que pudiera complicar las cosas, y luego la enrolle y la até a la pata de la lechuza.
Lessie era atractiva, no podía negarlo. Pero no tenia tiempo para chicas en este momento tan importante de mi vida, ni mucho menos para caer en esa trampa llamada amor.
Me estremecí al escuchar esa palabra dentro de mi cabeza. No podía nombrarla sin acordarme de la chica que meses atrás era mi mejor amiga.
Llevé la lechuza al balcón, y le di un leve empujoncito para que se suelte y lleve mi respuesta. Me quedé un rato mirando las estrellas mientras mi carta se perdía en la noche.
El sol estaba particularmente fuerte esa mañana. Me despertó temprano entrando por la ventana que había olvidado cerrar. La mansión era un mar de gente ese día, ya que por la noche Voldemort nos honraría con su presencia. Debido a eso, decidí no molestar y me pase toda la tarde leyendo en la biblioteca del segundo piso. Había tomado un libro al azar, y resultó ser una novela, de aquellas donde el protagonista principal es un mago muy experto con su varita pero no con su corazon, y aparece la pobre bruja inocente del cual él se enamora. Y allí es donde aparece el conflicto, pero como el autor era tan cobarde como para ser realista y hacer que el mago y la bruja no terminen juntos por sus diferencias, decidió que se casen y sean felices para siempre. Pura basura. Cuando me di cuenta eran las siete, y decidí ir a mi habitaicón a cambiarme. Otra vez la ropa elegante.
El comedor estaba atestado de gente, pero esta vez no había bandejas repletas de comida. Me senté en una de las sillas que estaban contra la pared, esperando que sucediera algo, auqnue no estaba segurod e qué.
Al poco rato, Bellatrix entró con un vestido negro de lo más elegante.
-Ha llegado ¡Él esta aquí!- anunció radiantemente.
De todas las personas que allí había, él resaltaba por mucho. Alto, delgado, con rasgos marcados y firmes, lucía un simple traje negro algo desgastado, cubierto por una capa de viaje. Saludó a quienes se acercaban, le susurró algo a Lucius en el oido, y volvió a salir por donde entro. Lucius, Bellatrix, y unos cuantos magos y brujas mas los siguieron, aunque la mayoría se quedó en el salón. No eran tan importantes como para presenciar una reunión con el resto.
El calor allí adentro era sofocante, por lo que salí de esa habitación. El hall estaba vació y oscuro. Subí la escalera de marmol hasta el primer piso, y caminé el corredor alfombrado para ir a mi habitación. Pero no pude evitar ver que salía luz por debajo de una de las puertas del corredor. Me acerqué lentamente y escuché una voz fría, casi como un susurro.
-...pero no debemos desistir. Tarde o temprano, entenderán nuestra causa. Los magos franceses podrán sernos útiles, sobre todos los jóvenes.
-Si usted lo dessea, mi señor -era Bellatrix- yo podría hacer la próxima incursión a Paris. Estoy segura de que los convenceré...
-No tengo dudas, Bella -dijo Voldemort- aunque quizás, deberías comenzar por convencer a los jóvenes de este país.
La puerta se abrió y quedé al descubierto. Mi cara se endureció y sentí como se me congelaba la sangre.
-¿Por qué no pasas y te sientas?- me dijo Voldemort.
Tardé en reaccionar pero le hice caso, aunque no me senté.
-¿Cómo te llamas?- me preguntó. Su tono no era para nada dulce, pero aún asi era muy convincente.
-Severus. -le respondí tímidamente.
-Y has decidido unirte a mi causa, Severus. ¿Verdad? -me preguntó. Su voz era la de un niño y a la vez la de un anciano.
-Si, señor. Completamente.
-Ya veo...-me dijo, y esbozó una sonrisa. -¿A qué familia de magos perteneces, Severus?
-Eh... no. Yo no... -me mordí el labio inferior. -Mi padre es un m...
-Entiendo. -dijo Voldemort, y su sonrisa desapareció. -Y aún sabiendo lo que hacemos con los de tu clase, has decidido venir a mi.
No sabía qué decir, ni mucho menos qué hacer. El corazón me latía a mil por hora.
De pronto, Voldemort se puso de pie y se paró delante de mi. Me miró fijamente (había un destello rojo en sus ojos, o eso creí ver) y sentí como mi cabeza... flotaba de algún modo. Sabía lo que estaba haciendome, por lo que me concentré con todas mis fuerzas y puse mi mente en blanco, aunque me costaba. No había practicado mucha oclumancia, sólo habia leído vagamente sobre eso.
Voldemort volvió a articular una sonrisa, y me dijo:
-No mientes. Y admiro tu valor, Severus. ¿Sabes? Me recuerdas a mi de jóven. Tienes mucho potencial, mucha magia corre por tus venas. No tengo dudas de que serás alguien muy útil en el futuro.
-Le doy mi palabra -le dije.
-Tu brazo, Severus. Dame tu brazo izquierdo.
Vacilé por un momento, pero no podía negarme. Alzé mi brazo y él lo tomó con su mano izquierda. Con la derecha, tomo su varita y corrió la manga de mi camisa, dejando descubierto el antebrazo. Luego, clavó la punta de su varita en mi antebrazo, y sentí un ardor terrible. No podía soltarme, pero dejé escapar un grito de dolor. Los ojos se me empañaron en lágrimas, mienras una calavera con lengua de serpiente se dibujaba sobre mi piel. Pasados unos segundos, reitró la varita.
-Bienvenido, jóven Severus. Confío en que darás lo mejor de ti por la causa- luego le habló a Bellatrix. -Enséñale Oclumancia, aprenden mejor cuando son jóvenes.
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