El lugar era un asco, como todos los baños de las estaciones. Pero no importó. Me fui al espejo que estaba resquebrajado y saqué el pequeño tubo de cristal que contenía la poción multijugos. Miré su interior: estaba perfecta. Soy modesto, pero era hermoso ver una poción tan bien lograda. Destapé el tubo y metí los pelos de Stratford dentro. Inmediatamente cambió de color; se puso algo rojiza (como el pelo de Stratford) y a simple vista noté que se espesó. La agité un poco, y me la bebí de un sorbo. Sentí un cosquilleo en todo el cuerpo, como cientos de pinches que me tocaban suavemente debajo de la piel.Cuando volví a mirarme al espejo, tenía la apariencia exacta de Victor Stratford. Qué feo que era, tenia tanta cara de idiota... Revolví mi mochila en busca de una tercera botellita. De haber podido usar magia con la varita, lo hubeira hecho, pero al ser menor de edad no podía hacerlo. Como sea, no había nada que las pociones no podían darme. Al final la encontré, un filtro que yo inventé hacía poco. Me rocié un par de gotas sobre el pelo color cobre, y se oscureció fuertemente mientras crecía un par de centímetros. Luego, una sola gota en cada ojo, y de azules pasaron a negros. Asi me gustaban. Una gota en mi mentón, y algo de barba; una gota en mi mejilla, y un lunar. Era fantástico. Luego tomé el resto del filtro, y me volví algo más fornido pero más bajo. Ahora si, nadie me reconocería. Me colgué la mochila al hombro, salí del baño y miré mi reloj. Las once menos diez, el plan marchaba a la perfección. Lo único que tenia que hacer era evitar hablar con nadie, tarea fácil. No quería que me pregunten quién era, por lo menos hasta mañana, cuando el filtro deje de hacer su efecto y recobre la apariencia original de Stratford, pero para mañana ese idiota debería de estar escondido en un armario de escobas. Y todos mis problemas solucionados.
Haría correr el rumor de que Severus Snape había tenido un accidente o lo que sea, siempre y cuando alguien indague sobre su paradero.
Atravesé la pared, y me encontré con el mar de alumnos y familias que esperaban abordar el Expreso de Hogwarts. En el camino vi a Lily acompañada por sus padres, a Potter que se abrazaba con Lupin, y a Lessie que buscaba desesperadamente a alguien. A mi, obviamente.
Subí al tren de inmediato y busqué un compartimiento vacío. Era la primera vez que no viajaba con Lily. Era raro, la verdad.
Compartí el trayecto con tres alumnos de Hufflepuff bastante amigables, la verdad. Por suerte, se tragaron que estaba en Slytherin desde primer año, ya que decían que nunca me habían visto. Pero no les importó, y hablaron entre ellos todo el viaje. Yo me hice el dormido.
Victor Stratford. Fue muy fácil encerrar al pobre idiota que cayó en Slytherin por casualidad en el armario de escobas (no habría Quidditch hasta dentro de unos meses, por lo que nadie lo descubriría ahi). El pobre Victor era tan inerte e insulso que nadie notaba su presencia, lo que era perfecto.
Los primeros días, un par de empleados del Ministerio entraban y salian del despacho de Dumbledore. Al parecer, habían aumentado la seguridad en el colegio, pero no estaba seguro que me buscaban a mi. Había escuchado entre los pasillos las distintas versiones que corrían para jsutificar mi ausencia en el colegio (a tal punto que pensaban que estaba muerto) pero en Hogwarts era común que las noticias se distorsionen.
¿Qué dirían cuando yo aparezca? No lo sé. Lo que me importaba era que los aurores dejen de buscarme.
Era mi último año en Hogwarts, y quería disfrutarlo, quería aprovechar todo lo que el colegio me daba.
Que ironía. Estar en el cuerpo de un estudiante como Victor durante el día, y ser un mortífago exhiliado por la noche.
domingo, 24 de enero de 2010
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