El timbre sonó.
Ni siquiera había abierto la mochila, por lo que sólo tuve que agarrarla y marcharme del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras.
No podía volver a mi sala común, ya que el recinto de la planta baja estaba clausurado. Era lógico; aquella mañana habían encontrado los restos de la pelea de anoche, y ni Dumbledore ni el resto de los profesores estaban seguros de lo que había pasado.
¿Marcas de magia negra? ¿Restos de una poción que nunca se había visto? Claro que era un hecho raro, aún tratándose de Hogwarts.
La luz del Sol me baño de pies a cabeza cuando salí a los terrenos. Hacía demasiado frío, aunque había dejado de nevar.
Dí media vuelta para volver a entrar, pero choqué con algo.
-Dime en este instante qué le has hecho a James!
Sus ojos verdes me miraban fijamente, cargados de ira.
-No es de tu interés.- contesté fríamente y seguí mi camino.
-¡Claro que lo és! ¡No puedo creer que... ¿Podrías mirarme cuando te estoy hablando?
Me detuve y me volví para verla.
-Lily, él se lo buscó. Y por más que no lo haya hecho, se lo merece. -repliqué violentamente.
-NADA, pero NADA de lo que pueda hacerte justifica tu comportamiento ¿Por qué no puedes portarte como un adulto? Severus -dijo un tanto más calmada -estás a días de cumplir diecisiete años y lo único qe hacés es fomentar tu... adicción a la violencia.
-Adicción a la violencia? Es tu novio el que...! Además, ¿qué te importa que tan adulto soy? Hasta donde sé, estabamos en caminos separados, recuerdas?
Sentí que de la punta de mi varita salieron chispas rojas. Debía controlarme, no quería discutir para nada con ella.
- Los caminos que elegimos no tienen qe ver en esto. Comienza a importarme cuando estás hiriendo a las personas que quiero y por las que me preocupo, y eso te incluye, a pesar de todo...
-JA! ¿Ahora te importo? -Comenzé a reírme. Estabamos solos en la entrada del patio. El viento ondeaba nuestras túnicas, pero no sentía nada, sólo me enfocaba en no decir algo de lo que luego me arrepentiría. Naturalmente era complicado.
-Me cansé de ti, Lily. Y te he pedido miles de veces que no me busques más, que no me dirijas la palabra. Aún asi tu vuelves, y sabes que es peor para ambos. Ahora te pido una vez más que te alejes de mi. Tengo cosas mas importantes que hacer que recordar viejos momentos, sabes?
No podía dejar de mirarla a los ojos, me era inevitable. Quería llorar, me estaba muriendo por dentro, pero no podía hacerselo saber.
- No me estoy acercando porque quiero, ya me quedó bastante claro tu mensaje. Pero no puedo permitir que dañes a la gente que quiero, simplemente no puedo. Yo también tengo derecho a pedir cosas, Severus. Quiero que te alejes de James, o de cualquiera de mis amigos. No me obligues a dirigirte nuevamente la palabra, si lo que realmente deseas es lo contrario.
Lo que realmente deseo... Me quedé en silencio por varios segundos.
-Sabes lo que realmente deseo, lo sabes bien. Y sin embargo te pavoneas con el otro idiota delante de mis narices. ¿Cuándo te darás cuenta de que Potter no es tan genial como todos creen? Hace un tiempo era un sinvergüenza, y ahora lo amas? -y no me contuve más. -Eres patética Lily.
Tardó una fracción de segundo en responderme con una cachetada. Me dolió mil veces más su intención que el mismo golpe. Parecía arrepentida de lo que había hecho. Comenzó a caminar dandome la espalda, pero a los pocos pasos se detuvo y regresó, manteniendo una distancia considerable de mi.
-¿Me estas diciendo patética? ¿Severus Snape me esta llamando patética? ¿Un idiota que sigue a un asesino ambicionando un poder que nunca va a tener? ¿Que prefiere ser opacado por personas de mucho menor talento porque no tiene el suficiente valor para enfrentarse a la realidad? No te atrevas a insultarme, no tienes ningun derecho, ni siqueira deberías estar hablándome, deberías estar agachando la cabeza y yéndote de mi vista.
Iba a contestarle, pero me interrumpió.
-¿Lo que realmente quieres? Uno lucha por lo que quiere severus, es la diferencia entre James y tu: él sí lucho, él no se rindió. No se ni por qué estoy gastando estas palabras en ti, indudablemente no las mereces.
Dicho esto, se fue, y escuché sus sollozos mientras lo hacía. Me había destruído, me había clavado una espada en el pecho.
Miré hacia el patio. Ni la fuerte nieve que comenzaba a caer podía tapar todo el dolor que sentía en ese momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario