-¿Millicent, que significa esto?
-Yo hago las preguntas aquí, Malfoy.
Allí estabamos, rodeados de varitas que nos apuntaban directamente al pecho. Los rasgos de dulce anciana de la ministra habían desaparecido en un instante.
-Dime qué pretendías aquí, y quizás considere darte unos años menos en Azkaban -dijo ella.
-Pero... Millicent! ¿De qué ha...?- Pero la falsa réplica de Lucius fue interrumpida por el idiota de Yaxley. El muy orgulloso habia sacado su varita y había aturdido al auror que tenía de frente. Los demas reaccionaron al instante, e intentaron desarmarlo pero ninguno acertó. La habitación se tornó un caos: Lucius sacó su varita también e inmovilizó a dos aurores a la vez. Los muebles de la lujosa sala volaron por los aires, otros se prendieron fuego y algunos se partieron en mil pedazos.
-¡Atrapenlos! ¡Usen los maleficios imperdonables si es necesario! -Exclamó la ministra.
Inmediatamente tomé mi varita pero antes de aturdir a alguien, una espesa niebla negra nos cubrió a todos, impidiendonos ver. De pronto sentí que alguien me tomaba por la espalda, grité Relaxo! y la mano dejó de sujetarme.
-Expecto Patronum!
Milagrosamente (y así lo esperaba) la cierva plateada que salió de mi varita disipó esa molesta niebla, auqnue los gritos y las maldiciones seguían haciendo presencia.
La cierva comenzó a galopar (flotar, diría yo) y me condujo al hall de la mansión.
-Lucius, he encontrado la salida!
-Apártate, muchacho! -dijo Yaxley, empujándome del camino. Tenia el rostro cubierto de sangre, y uno de los brazos estaba dormido o paralizado.
-¿Dónde está Lucius? -le pregunté, alzando la voz para que pueda escucharme.
-No interesa, debemos irnos antes de que lleguen mas! Desmaius!, Locomotor Mortis!. Vamos Snape, no te quedes ahí parado!
Un fuerte estruendo se escuchó, y segundos más tarde Yaxley yacía sobre el piso, muerto quizás.
La desesperación invadió mi mente. Pero no podía dudar en esos momentos, no tenía posibilidades.
Sin remordimiento alguno, atravesé el hall y luego la puerta principal de la mansión. Una vez afuera, me concentré con todas mis fuerzas a pesar del miedo que sentía y desaparecí.
¿A donde iría? No lo sabía. No iba a volver a Grimmauld Place, ni a mi casa, claro estaba. Aunque sinceramente, el lugar no me importaba. Sólo quería alejarme de todo aquello, y decidir qué haría conmigo mismo.
¿Habrá pasado una semana de que abandoné la Mansion de la ministra? Quizás un poco más.
Sinceramente, no me importaba. Nadie estaría buscándome, ni mis padres, ni mis amigos... Quizás los Mortífagos, pero no creo que tuvieran buenas intenciones cuando me vieran.
Luego de escapar de la Mansión, me aparecí en un campo abierto. No sabía donde estaba, no quería saberlo. Pero lo que sí sabía era que hoy mismo me iría de ahí.
No podía seguir en esa condición tan deplorable, como un fugitivo, sin hogar ni comida, sin nada porque vivir! ¿Qué sería de mi en el futuro? ¿Dónde estaba el jóven Severus que quería ser un famoso elaborador de pociones? ¿Dónde estaba el jóven Severus que quería escribir numerosos libros sobre el estudio de las Artes Osucras? ¿Dónde estaba el jóven Severus amigo de Lily Evans?
Había perdido demasiadas cosas, por un capricho quizás, por una tonta obsesión.
Había perdido mucho, pero no todo. Fue lo que pensé antes de aparecerme en la Calle de la Hilandera.
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