lunes, 20 de diciembre de 2010
Capitulo 16
Privet Drive estaba casi desierto, a excepción de un muggle que creyó divertido empezar a decorar su casa para Halloween en pleno Septiembre.
-Reppellum muggletum -susurré a uno sescasos metros, y la calabaza que tenía el muggle entre las manos emitió un leve resplandor azul. A los pocos segundos, éste la dejó caer y se metió en su casa.
Cuando llegué a la casa número 3 me detuve en seco: miré para ambos lados y cautelosamente seguí caminando, oculto bajo mi capa de viaje.
El corazón me latía a mil por hora. Sentía la presencia de magia en el lugar, sin duda de algún que otro encantamiento protector.
Al llegar al patio de adelante, noté que todas las luces estaban apagadas, aunque podía ver a traver de la puerta que un tenue rayo de luzse escondía detrás. Me acerqué aún mas y arrimé el ojo a la cerradura. La puerta de la cocina estaba abierta y dejaba ver la espalda de alguien sentado, con la cabeza agachada.
¿Estaría tan mal si...? Me di media vuelta, recapacitando en la locura que estaba a punto de hacer, pero sin darme cuenta tropecé con el escalón de la entrada y rompí una enorme mazeta llena de lirios muy bien cuidados. El estruendo hizo sonar la alarma del auto, y aunque fui lo suficientemente veloz para frenarla con mi varita, la puerta del número 4 de Privet Drive se abrió y la inconfundible silueta de la hermana de Lily Evans me miró tan soprendida que casi se desmayaba.
La apunté con mi varita y le apliqué un encantamiento silenciador. Sus labios formaban la palabra "AYUDA" nua y otra vez, pero ni un sonido salía de ellos. La tomé de un brazo y la metí adentro de la casa, pero ella cayó al piso del hall estrepitosamente.
-¡Muffliato! -dije apuntando a las escaleras .-¡Fermaportus! -y la puerta se cerró de golpe. Levanté a Petunia y la llevé a la cocina, y volví a hechizar la puerta.
-Te dejaré hablar si prometes no gritar...
Tenía los ojos abiertos como platos, sin parpadear, no dejaba de mirarme ni un segundo. Pero no era miedo lo que sentía... claro que no. Era reproche.
martes, 16 de noviembre de 2010
Capitulo 15
Después del interrogatorio de Crouch, me encerré en mi habitación en las mazmorras. Una vez más, Dumbledore me daba pruebas de que confiaba en mi. Me molestaba eso, sentía que tenia una dedua para con él. Y odiaba deberle cosas a la gente. En sí, estaba pagando lo que le debía a esa familia que se destruyó por mi culpa.
Por lo que sabía, Harry no tenía más de un año de edad. Vivía con sus tíos, con la hermana de Lily que yo había conocido y que tanto me odiaba. ¡Y pensar que alguna vez consideré la posibilidad de ser simpático con ella, todo para satisfacer a Lily! ¿Habría servido de algo? Claro que no, ya no me engañaba. No más.
Recostado en la cama, deseando tener un pensadero para poder eliminar todo lo que tenía en la cabeza, acepté también el hecho de que jamás podría dejar de pensar en... todo. En mi vida, y en todos los que habían formado parte de ella. Era bastante imposible (era eso lo que pensaba, años después no estaría tan seguro) cambiar la manera de vivir de uno, eliminar el pasado y empezar de cero.
La Marca me lo recordaba. Cada vez que veía ese grotesco tatuaje en mi brazo, las imágenes se hacían presentes en mi cabeza. La cantidad de gente que había perdido la vida por mi culpa, por mi egoísmo, era incalculable. Temía aceptar que era un asesino, jamás lo aceptaría. Una parte de mi justificaba todo lo que había hecho, pero no era para nada justo.
Y la necesidad surgió...
Me levanté de la cama y me puse la capa de viaje, listo para salir. Lo único que podía justificar mis acciones en ese momento era una persona, y sabía dónde encontrarla.
La profesora McGonagall estaba agotando su paciencia. Si Sebastian y Annie seguían conversando en su clase...
-Les daré más tarea de la que podrán hacer en todo el año. ¡Guarden silencio! -repitió una vez más.
Sebastián se calló de inmediato, pero Annie siguió examinando el libro. Había encontrado una página bastante interesante, que hablaba sobre un curioso elixir que aumentaba la temperatura corporal. Lo curioso era porque el elixir no era parte el libro, sino que estaba escrito a mano. Como todas las paginas lo estaban... El anterior dueño del libro había mancillado cada hoja, anotando recetas complicadísimas de pociones (quién sabe, quizás de su propia invencion) que Annie jamás habia visto o escuchado hablar.
Annie sonrió. La profesora McGonagall la casitgó definitivamente. Sebastian se burló en vos baja, y se convirtió una vez más en el compañero de castigos de la señortia Poynter.
viernes, 27 de agosto de 2010
Capitulo 14
Busqué a Annie en la oscuridad, y ella me devolvió la mirada, llena de pánico al igual que la mía: estabamos perdidos.
-Aguanta, todavía no he terminado .-me dijo desesperadamente, y siguió buscando en los estantes.
-¿Estás loca o qué? ¡Si nos encuentran vana explusarnos!- susurré, mientras agitaba violentamente "La solución a la solución" en mi mano derecha.
Ella vió resplandecer el título del libro a la luz de su varita y sonrió. Me lo arrebató de las manos y dijo:
-Es perfecto... gracias. -y me sonrió.
Caminamos lentamente hacia la parte de adelante de la biblioteca, saliendo de la Sección Porhibída, y nos ocultamos detrás de uno de los imponentes estantes. Desde allí, asomando la cabeza ambos, vimos una figura encapuchada que buscaba entre la pila de libros que hasta hacía unos minutos estaban sobre la mesa, y ahora se desparramaban por el suelo.
-¿Qué haremos? -le pregunté a Annie.
Ella giró la cabeza repentinamente y se llevó un dedo a los labios, indicándome que guarde silencio. Cuando volteó la cabeza nuevamente para mirar al encapuchado, se sobresaltó. Yo me asomé y vi que no estaba.
-Vamos, escapemos ahora que se ha ido.
-No, espera -le dije, pero fué inutil. Corrió por entre las mesas y a los pocos segundos quedó petrificada, rígida como una tabla. Como un idiota, corrí en su ayuda, y no tardé más que ella en quedar petrificado también.
A mis espalas, oí unos tacos que repicaban contra el suelo de madera de la biblioteca. La figura encapuchada pasó por al lado mio, y me miró cara a cara. Se sacó la capucha, y reveló un rostro de mujer, jóven, castaña, de unos veintitantos. Sus ojos estaban llenos de algo que no supe qué era, pero suponía que era una mezcla de satisfacción con... ¿locura?
-¿Con que robando en la biblioteca, eh? -me dijo, con un tono tan dulce que jamás hubiera creído que podría salir de sus labios. Agitó su varita y sentí como el encantamiento dejó de hacer efecto sobre mi. Annie cayó al suelo de frente, dejando caer el libro que habíamos hurtado recién entre el montón de libros que yacían en el libro.
-Le juro que no -le dije a la bruja -llegamos aquí por equivocación.
-No tienes que mentir conmigo -me dijo con una sonrisa. -Yo a tu edad hacía lo mismo. Pero ahora deben irse, no pueden vernos aquí.
-Si -dije, y rápidamente tomé a Annie del brazo y la saqué a la fuerza de la biblioteca. Antes de cruzar por completo el salón, me di vuelta para preguntarle a esa bruja quién era, pero ella ya no estaba.
Al llegar a la sala común, solté a Annie (la arrastré del brazo durante todo el recorrido) y me dejé caer en uno de los sillones tapizados de azul.
-¿Te das cuenta del peligro que corrimos? ¡Y todo por tu culpa! ¿Para que querías tanto ese libro?
-Era ideal para vengarme de Snape... pero soy una idiota. -dijo muy decepcionada.
-Eso ya lo sé -le respondí fríamente -pero ¿por qué lo dices?
-Cuando el libro se me cayó, se mezcló con los que estaban en el piso y...
-¿Qué? -me puse de pie.
-Tomé otro, se me mezcló y en la oscuridad... tomé otro libro.
Me llevé la palma a la frente. No podía creerlo.
-¿Y de qué es ese que tienes en la mano?
Annie examinó el libro que habia tomado y dijo:
-"Elaboración de Pociones Avanzadas"; de Libatius Borage. ¿Lo conoces?
-Aguanta, todavía no he terminado .-me dijo desesperadamente, y siguió buscando en los estantes.
-¿Estás loca o qué? ¡Si nos encuentran vana explusarnos!- susurré, mientras agitaba violentamente "La solución a la solución" en mi mano derecha.
Ella vió resplandecer el título del libro a la luz de su varita y sonrió. Me lo arrebató de las manos y dijo:
-Es perfecto... gracias. -y me sonrió.
Caminamos lentamente hacia la parte de adelante de la biblioteca, saliendo de la Sección Porhibída, y nos ocultamos detrás de uno de los imponentes estantes. Desde allí, asomando la cabeza ambos, vimos una figura encapuchada que buscaba entre la pila de libros que hasta hacía unos minutos estaban sobre la mesa, y ahora se desparramaban por el suelo.
-¿Qué haremos? -le pregunté a Annie.
Ella giró la cabeza repentinamente y se llevó un dedo a los labios, indicándome que guarde silencio. Cuando volteó la cabeza nuevamente para mirar al encapuchado, se sobresaltó. Yo me asomé y vi que no estaba.
-Vamos, escapemos ahora que se ha ido.
-No, espera -le dije, pero fué inutil. Corrió por entre las mesas y a los pocos segundos quedó petrificada, rígida como una tabla. Como un idiota, corrí en su ayuda, y no tardé más que ella en quedar petrificado también.
A mis espalas, oí unos tacos que repicaban contra el suelo de madera de la biblioteca. La figura encapuchada pasó por al lado mio, y me miró cara a cara. Se sacó la capucha, y reveló un rostro de mujer, jóven, castaña, de unos veintitantos. Sus ojos estaban llenos de algo que no supe qué era, pero suponía que era una mezcla de satisfacción con... ¿locura?
-¿Con que robando en la biblioteca, eh? -me dijo, con un tono tan dulce que jamás hubiera creído que podría salir de sus labios. Agitó su varita y sentí como el encantamiento dejó de hacer efecto sobre mi. Annie cayó al suelo de frente, dejando caer el libro que habíamos hurtado recién entre el montón de libros que yacían en el libro.
-Le juro que no -le dije a la bruja -llegamos aquí por equivocación.
-No tienes que mentir conmigo -me dijo con una sonrisa. -Yo a tu edad hacía lo mismo. Pero ahora deben irse, no pueden vernos aquí.
-Si -dije, y rápidamente tomé a Annie del brazo y la saqué a la fuerza de la biblioteca. Antes de cruzar por completo el salón, me di vuelta para preguntarle a esa bruja quién era, pero ella ya no estaba.
Al llegar a la sala común, solté a Annie (la arrastré del brazo durante todo el recorrido) y me dejé caer en uno de los sillones tapizados de azul.
-¿Te das cuenta del peligro que corrimos? ¡Y todo por tu culpa! ¿Para que querías tanto ese libro?
-Era ideal para vengarme de Snape... pero soy una idiota. -dijo muy decepcionada.
-Eso ya lo sé -le respondí fríamente -pero ¿por qué lo dices?
-Cuando el libro se me cayó, se mezcló con los que estaban en el piso y...
-¿Qué? -me puse de pie.
-Tomé otro, se me mezcló y en la oscuridad... tomé otro libro.
Me llevé la palma a la frente. No podía creerlo.
-¿Y de qué es ese que tienes en la mano?
Annie examinó el libro que habia tomado y dijo:
-"Elaboración de Pociones Avanzadas"; de Libatius Borage. ¿Lo conoces?
jueves, 26 de agosto de 2010
Capítulo 13
Ni ella ni yo sabíamos la practica de un encantamiento desilusionador, pero si la teoría. Descubrimos esa noche que e nada servía saber una cosa y otra no. Por lo que confiamos en que nadie nos vea esa noche, y tuvimos suerte... bueno, casi.
Salimos de la sala común y comenzamos a bajar escalón por escalón hasta el cuarto piso. Flitwick nos había dicho sobre la existencia de un pasadizo que llevaba directo a la biblioteca, algo que Rowena Ravenclaw se había encargado de crear mediante magia para que nosotros, los más propensos a consultar libros, tengamos más facilidad hacia ellos.
El rellano del cuarto piso estaba silencioso. No había rastro alguno de Filch o de su gata, mucho menos de algún fantasma o cuadro que permaneciera despierto.
-Debimos haber traído más ropa, estoy congelándome. -declaró Annie, que iba por delante con su varita débilmente encendida.
-Silencio -le dije. -Deberías preocuparte por que nos agarren, no porque tienes frío.
Hizo caso omiso a mis palabras, y se plantó en la puerta de la biblioteca.
-¿Qué pasa? -le pregunté en un susurro. Tardó en contestarme.
-Nada. -dijo ella, con su voz temblorosa. -Vamos. -y se metió en la oscura sala.
La bilblioteca estaba oscura y fantasmal. Había unos cuantos libros sobre las pocas mesas donde los alumnos trabajaban de día, apilados y formando peligrosas montañas de libros. La Sección Porhibída estaba justo al fondo, separada por una soga de los demás libros.
Atravesamos esa división y comenzamos a escrutar codiciosamente todos los libros que descansaban en los altos estantes.
La mayoría de los lomos estaban grabados en letras doradas (algunos desgastadísimos, otros no contenían letras). Los había gruesos, anchos, finísimos, de cuero, pesados y livianos, de todos los colores posibles.
Annie empezó a observar fascinada todos los títulos, y tomó varios de los libros entre sus manos (quizás pensaba en llevárselos) mientras que yo dudé un momento.
Tomé uno al azar y con mucha dificultad leí el título: "Est domus in terris" Latín, el idioma original de los magos. Sabía unas pocas palabras. Lo dejé en su lugar, y tomé otro: "Enamorando desde lo oscuro", lleno de maleficios y pociones mortales que engendraban amor en una persona en la forma más impura: a través de la magia negra. Me dió asco, lo dejé donde estaba. "Más alla de la magia blanca y la negra: ¿existe el gris?", filosofía mágica contemporánea; "Plantis finis Africae", herbología medieval africana; "La solución a la solución: una guía para hacer trampa en la elaboración de pociones" , bueno... el título ya lo decía todo...
Estaba tan fascinado y concentrado viendo esos libros tan maravillosos que me exalté exagerdamente al oír un fuerte ruído que provenía de la entrada de la biblioteca.
Salimos de la sala común y comenzamos a bajar escalón por escalón hasta el cuarto piso. Flitwick nos había dicho sobre la existencia de un pasadizo que llevaba directo a la biblioteca, algo que Rowena Ravenclaw se había encargado de crear mediante magia para que nosotros, los más propensos a consultar libros, tengamos más facilidad hacia ellos.
El rellano del cuarto piso estaba silencioso. No había rastro alguno de Filch o de su gata, mucho menos de algún fantasma o cuadro que permaneciera despierto.
-Debimos haber traído más ropa, estoy congelándome. -declaró Annie, que iba por delante con su varita débilmente encendida.
-Silencio -le dije. -Deberías preocuparte por que nos agarren, no porque tienes frío.
Hizo caso omiso a mis palabras, y se plantó en la puerta de la biblioteca.
-¿Qué pasa? -le pregunté en un susurro. Tardó en contestarme.
-Nada. -dijo ella, con su voz temblorosa. -Vamos. -y se metió en la oscura sala.
La bilblioteca estaba oscura y fantasmal. Había unos cuantos libros sobre las pocas mesas donde los alumnos trabajaban de día, apilados y formando peligrosas montañas de libros. La Sección Porhibída estaba justo al fondo, separada por una soga de los demás libros.
Atravesamos esa división y comenzamos a escrutar codiciosamente todos los libros que descansaban en los altos estantes.
La mayoría de los lomos estaban grabados en letras doradas (algunos desgastadísimos, otros no contenían letras). Los había gruesos, anchos, finísimos, de cuero, pesados y livianos, de todos los colores posibles.
Annie empezó a observar fascinada todos los títulos, y tomó varios de los libros entre sus manos (quizás pensaba en llevárselos) mientras que yo dudé un momento.
Tomé uno al azar y con mucha dificultad leí el título: "Est domus in terris" Latín, el idioma original de los magos. Sabía unas pocas palabras. Lo dejé en su lugar, y tomé otro: "Enamorando desde lo oscuro", lleno de maleficios y pociones mortales que engendraban amor en una persona en la forma más impura: a través de la magia negra. Me dió asco, lo dejé donde estaba. "Más alla de la magia blanca y la negra: ¿existe el gris?", filosofía mágica contemporánea; "Plantis finis Africae", herbología medieval africana; "La solución a la solución: una guía para hacer trampa en la elaboración de pociones" , bueno... el título ya lo decía todo...
Estaba tan fascinado y concentrado viendo esos libros tan maravillosos que me exalté exagerdamente al oír un fuerte ruído que provenía de la entrada de la biblioteca.
domingo, 22 de agosto de 2010
Capitulo 12
-¿Y sobre el asesinato de los Potter?.
La puerta del despacho se abrió de par en par, y el director de Hogwarts entró .
-¡Bartemius, no te oí llegar!- exlcamó
El señor Crouch se escandalizó de inmediato.
-¡Dumbledore, no puede estar aquí!
-¿No has terminado todavía con este absurdo interrogatorio?- preguntó con firmeza.
Crouch me miró con desprecio, y dijo:
-De hecho si, fue una imprudencia venir cuando hay tantos mortífagos sueltos...
-Te lo advertí, y sin embargo, hiciste caso omiso a mis palabras.
-Dumbledore, sigue abriendole los brazos a ex mortífagos como éste y no creo volver a escuchar un consejo tuyo. -le respondió.
Dumbledore se quedó callado. Crouch se acercó a la chimenea, y mientras los aurors desaparecían mediante las llamas verdes, agregó:
-Estaré vigilando a este chico mientras esté aquí hasta que obtenga fervientes pruebas -hizo una pausa y me miró -de que ha abandonado sus antiguos hábitos.
Dicho esto, desapareció.
¿Entrar en Hogwarts? Ja ja ja! Algo imposible... si no habías estudiado allí. Pero ella lo había hecho, y recordaba de memoria los pasadizos, los tapizes y escalones falsos, las estatuas y armaduras que delataban a uno si se escapaba de clases. No tenía la entera seguridad de que el libro haya llegado, quizás lo habían visto tan desgastado que lo habían arrojado a la basura, o tal vez, al abrir y ver todas sus páginas tan desgastadas y llenas de anotaciones, lo habían considerado digno de consumirse en alguna chimenea.
Pero no tenía otro lugar mejor donde buscar. Por lo que se apareció en Hogsmeade apenas salió de la Mansion Malfoy y caminó hacia Cabeza de Puerco, donde aguardaría hasta la noche para inmiscuirse en el castillo.
Solo estoy leyendo un libro en la sala común. A las once y media de la noche, un libro sobre una materia que no voy a tener hasta dentro de dos años. No estoy esperando que pase nada, y pienso irme a dormir en un rato. Solo... eso. Estoy leyendo.
-Sabía que no me fallarías.
Me exalté tanto que el libro de runas antiguas voló por los aires. Annie estaba parada en el medio de la sala común de Ravenclaw, con su varita en una mano y una lámpara en la otra.
-Sólo estoy leyendo -le dije mientras recogía el libro. -No sé que pretendes...
-¡Oh, vamos! ¿Vas a seguir fingiendo que no te interesa? Has cambiado de opinión durante todo el día...
-¡Van a expulsarnos, y lo sabes!
-También sé que si no nos ven, no nos expulsan. -me contestó.
Estaba enfadado conmigo mismo; odiaba romper las reglas, temía que me pase algo. Pero esos libros me tentaban...
La puerta del despacho se abrió de par en par, y el director de Hogwarts entró .
-¡Bartemius, no te oí llegar!- exlcamó
El señor Crouch se escandalizó de inmediato.
-¡Dumbledore, no puede estar aquí!
-¿No has terminado todavía con este absurdo interrogatorio?- preguntó con firmeza.
Crouch me miró con desprecio, y dijo:
-De hecho si, fue una imprudencia venir cuando hay tantos mortífagos sueltos...
-Te lo advertí, y sin embargo, hiciste caso omiso a mis palabras.
-Dumbledore, sigue abriendole los brazos a ex mortífagos como éste y no creo volver a escuchar un consejo tuyo. -le respondió.
Dumbledore se quedó callado. Crouch se acercó a la chimenea, y mientras los aurors desaparecían mediante las llamas verdes, agregó:
-Estaré vigilando a este chico mientras esté aquí hasta que obtenga fervientes pruebas -hizo una pausa y me miró -de que ha abandonado sus antiguos hábitos.
Dicho esto, desapareció.
...
Pero no tenía otro lugar mejor donde buscar. Por lo que se apareció en Hogsmeade apenas salió de la Mansion Malfoy y caminó hacia Cabeza de Puerco, donde aguardaría hasta la noche para inmiscuirse en el castillo.
...
-Sabía que no me fallarías.
Me exalté tanto que el libro de runas antiguas voló por los aires. Annie estaba parada en el medio de la sala común de Ravenclaw, con su varita en una mano y una lámpara en la otra.
-Sólo estoy leyendo -le dije mientras recogía el libro. -No sé que pretendes...
-¡Oh, vamos! ¿Vas a seguir fingiendo que no te interesa? Has cambiado de opinión durante todo el día...
-¡Van a expulsarnos, y lo sabes!
-También sé que si no nos ven, no nos expulsan. -me contestó.
Estaba enfadado conmigo mismo; odiaba romper las reglas, temía que me pase algo. Pero esos libros me tentaban...
sábado, 21 de agosto de 2010
Capitulo 11
-¿Eres tu Severus Snape?- preguntó el señor Crouch, moviendo su ancho bigote mientras hablaba.
-Asi es -respondí. Comenzó a pasearse por el despacho, mirando los artefactos que poblaban las estanterías. Mientras, los dos aurors que habían venido con él se postraron en la entrada; quizás pensaban que yo podía intentar fugarme en el caso de que me encuentren culpable... ¿de qué? No lo sé.
-Mi nombre es Bartemius Crouch, y soy...
-Sé quien es usted, ahorrese las palabras. -le dije con una sonrisa evidentemente falsa. Me miró fríamente y comenzó a hablar arrastrando las palabras.
-No estás en condiciones de hablarme asi, muchacho. Eres un mortífago que tiene el respaldo...
-Fuí un mortífago...
-...que tiene el respaldo de Dumbledore, y eso llama mucho la atención.
-Todo lo que hice fue funcionar como un espía para la Orden del Fénix.
-Eso es lo que tú dices. -se acercó más a mi -¿Estarías dispuesto a declarar bajo los efectos del Veritaserum?
Esperé unos segundos para contestas, sólo para creas la sensación de duda. Ya preveía que usarían Veritaserum.
-Si, lo estoy.
-Excelente -dijo Crouch, con una sonrisa macabra. -Moody, entrégamelo.
Uno de los aurors que estaba al lado de la puerta, el más bajo, se acercó a Crouch y le entregó una pequeña ampolla de vidrio.
-Usualmente el Ministerio permite la presencia de testigos por parte del acusado cuando se usa Veritaserum en un interrogatorio, pero dadas las circunstancias, tú eres especial, al igual que tus despreciables compañeros.
Crouch destapó la botella y me la entregó. Sentí el característico olor del veritaserum, y al comprobar de que no estaba alterado, puse unas cuantas gotas en mi boca. Mi mente se vacío y se lleno de una paz increíble... y a los pocos segundos, el antídoto que había bebido antes de entrar al despacho hizo efecto, y borró esa insoportable blancura de mi cabeza, permitiéndome contestar las respuestas bajo mi propio punto de vista.
-Ahora dime, ¿Por qué te uniste a los mortífagos?
-Era jóven, y necesitaba protección debido a la condición de mi sangre: soy mestizo. -contesté en un tono monótono.
-¿Qué tareas te encomendaban? -preuntó con mucho interés.
-Ninguna muy importante. Llevaba mensajes, me encargaba de las locaciones...
-Si si, está bien. -dijo Crouch con impaciencia. -¿Torturaste? ¿Asesinaste?
-Jamás.
El mago se quedó mirándome con los ojos clavados en mi rostro. Se había llevado una enorme sorpresa.
-Creo que no has entendido: ¿has torturado a alguien con el maleficio cruciatus mientras trabajabas para los mortífagos?
-No, señor. Jamás he utilizado ningún maleficio imperdonable. -fue mi respuesta.
-¡Bah! -exclamó Crouch -fue una pérdida de tiempo.
-¿Por qué no le pide nombres de otros mortífags, señor? -preguntó el auror llamado Moody.
-Es inútil, no se reconocían entre ellos.
-¿Y sobre el asesinato de los Potter? -insistió nuevamente.
Me quedé congelado en la silla. Y creo que Crouch lo notó, porque se volvió enseguida hacia mi.
-Asi es -respondí. Comenzó a pasearse por el despacho, mirando los artefactos que poblaban las estanterías. Mientras, los dos aurors que habían venido con él se postraron en la entrada; quizás pensaban que yo podía intentar fugarme en el caso de que me encuentren culpable... ¿de qué? No lo sé.
-Mi nombre es Bartemius Crouch, y soy...
-Sé quien es usted, ahorrese las palabras. -le dije con una sonrisa evidentemente falsa. Me miró fríamente y comenzó a hablar arrastrando las palabras.
-No estás en condiciones de hablarme asi, muchacho. Eres un mortífago que tiene el respaldo...
-Fuí un mortífago...
-...que tiene el respaldo de Dumbledore, y eso llama mucho la atención.
-Todo lo que hice fue funcionar como un espía para la Orden del Fénix.
-Eso es lo que tú dices. -se acercó más a mi -¿Estarías dispuesto a declarar bajo los efectos del Veritaserum?
Esperé unos segundos para contestas, sólo para creas la sensación de duda. Ya preveía que usarían Veritaserum.
-Si, lo estoy.
-Excelente -dijo Crouch, con una sonrisa macabra. -Moody, entrégamelo.
Uno de los aurors que estaba al lado de la puerta, el más bajo, se acercó a Crouch y le entregó una pequeña ampolla de vidrio.
-Usualmente el Ministerio permite la presencia de testigos por parte del acusado cuando se usa Veritaserum en un interrogatorio, pero dadas las circunstancias, tú eres especial, al igual que tus despreciables compañeros.
Crouch destapó la botella y me la entregó. Sentí el característico olor del veritaserum, y al comprobar de que no estaba alterado, puse unas cuantas gotas en mi boca. Mi mente se vacío y se lleno de una paz increíble... y a los pocos segundos, el antídoto que había bebido antes de entrar al despacho hizo efecto, y borró esa insoportable blancura de mi cabeza, permitiéndome contestar las respuestas bajo mi propio punto de vista.
-Ahora dime, ¿Por qué te uniste a los mortífagos?
-Era jóven, y necesitaba protección debido a la condición de mi sangre: soy mestizo. -contesté en un tono monótono.
-¿Qué tareas te encomendaban? -preuntó con mucho interés.
-Ninguna muy importante. Llevaba mensajes, me encargaba de las locaciones...
-Si si, está bien. -dijo Crouch con impaciencia. -¿Torturaste? ¿Asesinaste?
-Jamás.
El mago se quedó mirándome con los ojos clavados en mi rostro. Se había llevado una enorme sorpresa.
-Creo que no has entendido: ¿has torturado a alguien con el maleficio cruciatus mientras trabajabas para los mortífagos?
-No, señor. Jamás he utilizado ningún maleficio imperdonable. -fue mi respuesta.
-¡Bah! -exclamó Crouch -fue una pérdida de tiempo.
-¿Por qué no le pide nombres de otros mortífags, señor? -preguntó el auror llamado Moody.
-Es inútil, no se reconocían entre ellos.
-¿Y sobre el asesinato de los Potter? -insistió nuevamente.
Me quedé congelado en la silla. Y creo que Crouch lo notó, porque se volvió enseguida hacia mi.
viernes, 20 de agosto de 2010
Capitulo 10
El libro ¿Dónde estaba el libro? ¡Ya no sabía por donde buscar! Y lo necesitaba tanto... Era la prueba de que él había existido, del amor que ella había sentido. ¿Estaría en la biblioteca de algun muggle? ¿Enterrado en algún lado? ¿Hecho pedazos, quizás?
Piensa, Lessie, piensa... No le quedaba otra opción.
Se apareció en el camino de tierra que bordeaba la mansión, y caminó con prisa, temblando en cada paso. No estaba segura de que Narcissa iba a recibirla, hacía años que no se hablaban. Y además, lo último que querían los Malfoy era emparentarse con más mortífagos. La hermana de Narcissa, Bellatrix, había ido a Azkaban hacía poco. A diferencia de los Malfoy, no había negado su cercana relación con el Señor de las Tinieblas, con la esperanza de que esa confesión valga mucho el día de mañana, cuando su Lord vaya a rescatarla.
Cuando llegó a la puerta, se detuvo y pensó: no iba a presentarse con su apariencia. No podía. Asi que sacó su varita y deformó su rostro y su estatura, haciéndose parecer de unos 10 años más, mucho más baja y encorvada, y con el cabello blanco y enrulado. Abrió la reja de la Mansión y camino, ahora si, más tranquila. Ataviada en su negra capa, moviendo su voluptuoso vestido de encaje verde que tanto le gustaba, llegó a la puerta principal, donde tocó dos veces.
La puerta se abrió, y un elfo doméstico la invitó a pasar.
-El señor y la señora Malfoy no se encuentran, señorita. -le dijo la criatura cuando ella preguntó por ellos.
-Es una lástima -se lamentó falsamente. -Soy una vieja amiga de ellos, y pasaba por aquí de casualidad...
En eso, una joven bruja irrumipó en el hall, llevando en brazos a un bebé.
-Dobby, sírvele algo de tomar, anda.
-No te molestes por mi, querida. -dijo Lessie amablemente.
-No es molestia -aseguró. -Mi nombre es Dorea, soy la encargada de la mansión.
-Y del pequeño Draco, por lo que veo.
El bebé sonrió al escuchar su nombre, aunque los dientes no le habían salido por completo. Era de una belleza extraordinaria.
-Dime, querida, ¿te molesta si busco un libro de la biblioteca? Necesito información sobre la región, no soy de por aquí.
-Lo lamento, madame. -le contestó. -pero no será posible.
Indignada, el tono de voz fué más cortante esta vez.
-Te repito, soy una vieja amiga de Lucius y Narcissa, y ellos no se enfadarían si...
-Madame, aquí no hay biblioteca. Los señores Malfoy han donado todos los libros hace meses.
Lessie se desconcertó. Impulsada por la curiosidad, atravesó el hall y llegó al living: estaba vacío, a excepción de unas pocos muebles. Siguió su recorrido al segundo living y llegó a la bilioteca, cuyas estanterías no guardaban ni un misero ejemplar.
Claro, muy simple. Se habían deshecho de todo, como aquella vez, hace años, cuando incendiaron su propia mansión para no dejar evidencia alguna. Esta vez, se habían despojado de sus bienes, los cuales la mayoría habían sido adquiridos bajo el mandato del Señor de las Tinieblas, en forma ilegal y de dudosa procedencia.
Dorea entró en la sala detrás de Lessie.
-Como ve, esta mansión está quedando vacía. Los amos han considerado mudarse dentro de poco... es por eso que están ausentes en estos momentos, ya casi no pasan el tiempo aquí.
Lessie se dió vuelta y miró a Dorea a los ojos. No le costó entrar en su mente, era muy vulnerable. Vió muchas cosas interesantes, joyas, cuadros, muebles, artefactos de magia negra... y un libro desgastado de Libatius Borage.
-Y dime, querida, ¿tienes idea de dónde han ido a parar los libros?
-Si -contestó -los amos los han envíado a la biblioteca de Hogwarts.
El pequeño Draco volvió a sonreír, como si la situación lo divirtiera.
Piensa, Lessie, piensa... No le quedaba otra opción.
Se apareció en el camino de tierra que bordeaba la mansión, y caminó con prisa, temblando en cada paso. No estaba segura de que Narcissa iba a recibirla, hacía años que no se hablaban. Y además, lo último que querían los Malfoy era emparentarse con más mortífagos. La hermana de Narcissa, Bellatrix, había ido a Azkaban hacía poco. A diferencia de los Malfoy, no había negado su cercana relación con el Señor de las Tinieblas, con la esperanza de que esa confesión valga mucho el día de mañana, cuando su Lord vaya a rescatarla.
Cuando llegó a la puerta, se detuvo y pensó: no iba a presentarse con su apariencia. No podía. Asi que sacó su varita y deformó su rostro y su estatura, haciéndose parecer de unos 10 años más, mucho más baja y encorvada, y con el cabello blanco y enrulado. Abrió la reja de la Mansión y camino, ahora si, más tranquila. Ataviada en su negra capa, moviendo su voluptuoso vestido de encaje verde que tanto le gustaba, llegó a la puerta principal, donde tocó dos veces.
La puerta se abrió, y un elfo doméstico la invitó a pasar.
-El señor y la señora Malfoy no se encuentran, señorita. -le dijo la criatura cuando ella preguntó por ellos.
-Es una lástima -se lamentó falsamente. -Soy una vieja amiga de ellos, y pasaba por aquí de casualidad...
En eso, una joven bruja irrumipó en el hall, llevando en brazos a un bebé.
-Dobby, sírvele algo de tomar, anda.
-No te molestes por mi, querida. -dijo Lessie amablemente.
-No es molestia -aseguró. -Mi nombre es Dorea, soy la encargada de la mansión.
-Y del pequeño Draco, por lo que veo.
El bebé sonrió al escuchar su nombre, aunque los dientes no le habían salido por completo. Era de una belleza extraordinaria.
-Dime, querida, ¿te molesta si busco un libro de la biblioteca? Necesito información sobre la región, no soy de por aquí.
-Lo lamento, madame. -le contestó. -pero no será posible.
Indignada, el tono de voz fué más cortante esta vez.
-Te repito, soy una vieja amiga de Lucius y Narcissa, y ellos no se enfadarían si...
-Madame, aquí no hay biblioteca. Los señores Malfoy han donado todos los libros hace meses.
Lessie se desconcertó. Impulsada por la curiosidad, atravesó el hall y llegó al living: estaba vacío, a excepción de unas pocos muebles. Siguió su recorrido al segundo living y llegó a la bilioteca, cuyas estanterías no guardaban ni un misero ejemplar.
Claro, muy simple. Se habían deshecho de todo, como aquella vez, hace años, cuando incendiaron su propia mansión para no dejar evidencia alguna. Esta vez, se habían despojado de sus bienes, los cuales la mayoría habían sido adquiridos bajo el mandato del Señor de las Tinieblas, en forma ilegal y de dudosa procedencia.
Dorea entró en la sala detrás de Lessie.
-Como ve, esta mansión está quedando vacía. Los amos han considerado mudarse dentro de poco... es por eso que están ausentes en estos momentos, ya casi no pasan el tiempo aquí.
Lessie se dió vuelta y miró a Dorea a los ojos. No le costó entrar en su mente, era muy vulnerable. Vió muchas cosas interesantes, joyas, cuadros, muebles, artefactos de magia negra... y un libro desgastado de Libatius Borage.
-Y dime, querida, ¿tienes idea de dónde han ido a parar los libros?
-Si -contestó -los amos los han envíado a la biblioteca de Hogwarts.
El pequeño Draco volvió a sonreír, como si la situación lo divirtiera.
Capitulo 9
-Necesito de tu compañía mañana por la noche.
-Ya te he dicho que no cuentes conmigo.
No había que ser un genio para saber que tramaba algo malo. Me senté en mi lugar de siempre y comencé a desayunar como todas las mañanas antes de ir a clases.
-¡Es enserio! Quiero practicar con mi escoba antes de las pruebas de selección de Quidditch, pero todas las chicas de primero son demasiado miedosas.
-Es lógico que lo sean -le contesté -Tienen 11 años. Y tu también, lo que implica que no puedes jugar Quidditch.
Annie revoleó los ojos y se sentó al lado mio, esbozándo una encantadora sonrisa.
-Seb, eres muy inteligente cuando te lo propones. Esta bien, ¿sabes? No voy a practicar con mi escoba. Quiero... entrar en la biblioteca.
-Puedes hacerlo durante el día.
-En la sección prohibída de la biblioteca. -reformuló la chica.
Casi me atraganté con una tostada.
-¿Estas loca o qué?
-Baja la voz. Me han dicho que tienen libros únicos allí adentro.
La miré con desaprobación y le contesté:
-¡Claro que los tienen! Pero el saber no es para todos, eso los haría dejar de ser únicos. Es por algo que están en esa biblioteca.
-No lo creo así. El saber debe ser transmitido, no custodiado. -me contestaba con indiferencia.
-Saber es poder, y si todos lo tuvieramos sería un desastre.
-Te equivocas.
-¿Qué?
-El saber no es poder, la verdad si. Yo te aseguro que en esa biblioteca hay muchos libros llenos de mentiras. Es un cuestionamiento el qué hacer con ellos: ¿destruirlos, eliminarlos? ¿O dejarlos como prueba, para saber qué conocimientos no son verídicos?
-Pero... -iba a replicarle, pero no sabía que.
-Es una pena, la cantidad de volúmenes antiquísimos que esa biblioteca guarda estarán siempre cerrados para nosotros, por unos años al menos. -Se levantó de la mesa y me dió la espalda. -Cuando el lunes sepa cosas que tu no sabrás hasta dentro de seis años, vas a arrepentirte de no haberme acompañado. -Y caminó hacia la salida del Gran Comedor.
-¡Annie, espera! -grité, y salí corriendo tras ella.
La "entrevista" era por la tarde en el despacho de Dumbledore. No confiaba para nada, pero para nada, en que Crouch iba a ser justo conmigo. Estaba seguro de que quería hacerme caer a toda costa. Subí la escalera de piedra y golpeé fuerte la peurta de entrada. Dumbledore me invitó a pasar desde el otro lado.
-El señor Crouch llegará en unos minutos por la red Flu. -dijo, y señaló la chimenea.
Asentí con la cabeza, y cuando vi que Dumbledore caminaba hacia la puerta, me percaté.
-¿Usted no... no va a estar presente?
-Lo lamento -dijo -Pero no me lo permiten. -Y se fue.
A los pocos segundos, las llamas verdes salieron de la chimenea, Y Bartemius Crouch, acompañado por dos Aurors, entraron triunfalmente en el despacho.
-Ya te he dicho que no cuentes conmigo.
No había que ser un genio para saber que tramaba algo malo. Me senté en mi lugar de siempre y comencé a desayunar como todas las mañanas antes de ir a clases.
-¡Es enserio! Quiero practicar con mi escoba antes de las pruebas de selección de Quidditch, pero todas las chicas de primero son demasiado miedosas.
-Es lógico que lo sean -le contesté -Tienen 11 años. Y tu también, lo que implica que no puedes jugar Quidditch.
Annie revoleó los ojos y se sentó al lado mio, esbozándo una encantadora sonrisa.
-Seb, eres muy inteligente cuando te lo propones. Esta bien, ¿sabes? No voy a practicar con mi escoba. Quiero... entrar en la biblioteca.
-Puedes hacerlo durante el día.
-En la sección prohibída de la biblioteca. -reformuló la chica.
Casi me atraganté con una tostada.
-¿Estas loca o qué?
-Baja la voz. Me han dicho que tienen libros únicos allí adentro.
La miré con desaprobación y le contesté:
-¡Claro que los tienen! Pero el saber no es para todos, eso los haría dejar de ser únicos. Es por algo que están en esa biblioteca.
-No lo creo así. El saber debe ser transmitido, no custodiado. -me contestaba con indiferencia.
-Saber es poder, y si todos lo tuvieramos sería un desastre.
-Te equivocas.
-¿Qué?
-El saber no es poder, la verdad si. Yo te aseguro que en esa biblioteca hay muchos libros llenos de mentiras. Es un cuestionamiento el qué hacer con ellos: ¿destruirlos, eliminarlos? ¿O dejarlos como prueba, para saber qué conocimientos no son verídicos?
-Pero... -iba a replicarle, pero no sabía que.
-Es una pena, la cantidad de volúmenes antiquísimos que esa biblioteca guarda estarán siempre cerrados para nosotros, por unos años al menos. -Se levantó de la mesa y me dió la espalda. -Cuando el lunes sepa cosas que tu no sabrás hasta dentro de seis años, vas a arrepentirte de no haberme acompañado. -Y caminó hacia la salida del Gran Comedor.
-¡Annie, espera! -grité, y salí corriendo tras ella.
La "entrevista" era por la tarde en el despacho de Dumbledore. No confiaba para nada, pero para nada, en que Crouch iba a ser justo conmigo. Estaba seguro de que quería hacerme caer a toda costa. Subí la escalera de piedra y golpeé fuerte la peurta de entrada. Dumbledore me invitó a pasar desde el otro lado.
-El señor Crouch llegará en unos minutos por la red Flu. -dijo, y señaló la chimenea.
Asentí con la cabeza, y cuando vi que Dumbledore caminaba hacia la puerta, me percaté.
-¿Usted no... no va a estar presente?
-Lo lamento -dijo -Pero no me lo permiten. -Y se fue.
A los pocos segundos, las llamas verdes salieron de la chimenea, Y Bartemius Crouch, acompañado por dos Aurors, entraron triunfalmente en el despacho.
Capítulo 8
La puerta hizo un ruido crujiente al romperse. El olor a humedad la obligó a taparse la nariz cuando entró a la casa, que la recibió con un comedor tremendamente desordenado. Pateó una silla en el camino y cuando estuvo en el centro de la habitación, hizo un encantamiento convocador. El libro no apareció. "No pierdas la calma" se dijo para si misma. Salió del comedor, atravesó el hall y subió la escalera que llevaba al único piso de la casa. Entró en la habitación de Severus, que hacía juego con la destruida morada. La ojeó rápidamente y volvió a realizar el encantamiento convocador. Nada. Estaba a punto de irse, cuando una idea cruzó por su mente. Apuntó con su varita a las tablas de madera del piso y murmuró "defodio!" Unas cuantas tablas saltaron. Repitió el acto unas cuantas veces, hasta que encontró lo que buscaba. Un compartimiento secreto debajo de unas tablas del rincón del piso se abrió al instante. Se agachó y vió un pobre conjunto de botellitas de vidrio, vacías. También habían unos pocos papeles. Los sacó y los examinó: la carta de Hogwarts, el boleto de la plataforma 9 y 3/4, una vieja receta de un filtro para dormir... y una foto. Aunque desgastada, el intenso rojo de su cabello brillaba con el sol , y mostraba sus dientes en una hermosa sonrisa. Sus ojos verdes pestañaban cada tanto... Rompió la foto con sus manos, la despedazó, la partió en mil trozos... Abandonó el lugar, tan enojada como hacía años no lo estaba.
No le agradaba gritar en sus clases, era amante del silencio. Pero los de primero en particular lo volvían loco. Unos golpecitos en la puerta interrumpieron sus pensamientos.
-Puede pasar. -dijo.
La puerta se abrió, y el profesor Dumbledore entró al aula.
-Severus, que bueno es encontrarte aquí.
-No suelo frecuentar otros lugares. -fue mi respuesta, una gran verdad.
-Pues deberías. Siempre dije que este castillo tiene los jardines más lindos que he visto en mi vida.
-¿A qué debo su visita? - pregunté en tono cortante. No estaba de humor.
Dumbledore dió un gran suspiro, y dijo:
-Lamento esto, pero el señor Crouch, el Jefe del Departamento de Seguridad Mágica, me ha escrito pidiéndome una entrevista.
-¿Y qué tengo yo que ver?
-Al parecer, el señor Crouch todavía está inmerso en su investigación sobre mortífagos prófugos. Mañana vendrá con un grupo de aurors a... interrogarte.
Me quedé helado. No podía creer lo que estaba escuchando.
-Pero...
-No te preocupes. -me dijo. -No vas a salir de este castillo, yo te lo aseguro. De todas maneras, tengo las pruebas suficientes de que abandonaste esos hábitos antes de la caída de Voldemort.
Me estremecí al escuchar su nombre. ¡Qué tragedia! Crouch estaba obsesionado con seguir encontrando mortífagos, y yo no iba a escaparme de su lista negra. Debería medir cada palabra que saliera de mi boca si no quería levantar sospechas.
-Esta bien. -le dije. -Haré lo que pueda para no traerle problemas.
-Gracias. -me contestó. -Confío en que demostrarás un buen comportamiento. -Dicho esto, se retiró.
No le agradaba gritar en sus clases, era amante del silencio. Pero los de primero en particular lo volvían loco. Unos golpecitos en la puerta interrumpieron sus pensamientos.
-Puede pasar. -dijo.
La puerta se abrió, y el profesor Dumbledore entró al aula.
-Severus, que bueno es encontrarte aquí.
-No suelo frecuentar otros lugares. -fue mi respuesta, una gran verdad.
-Pues deberías. Siempre dije que este castillo tiene los jardines más lindos que he visto en mi vida.
-¿A qué debo su visita? - pregunté en tono cortante. No estaba de humor.
Dumbledore dió un gran suspiro, y dijo:
-Lamento esto, pero el señor Crouch, el Jefe del Departamento de Seguridad Mágica, me ha escrito pidiéndome una entrevista.
-¿Y qué tengo yo que ver?
-Al parecer, el señor Crouch todavía está inmerso en su investigación sobre mortífagos prófugos. Mañana vendrá con un grupo de aurors a... interrogarte.
Me quedé helado. No podía creer lo que estaba escuchando.
-Pero...
-No te preocupes. -me dijo. -No vas a salir de este castillo, yo te lo aseguro. De todas maneras, tengo las pruebas suficientes de que abandonaste esos hábitos antes de la caída de Voldemort.
Me estremecí al escuchar su nombre. ¡Qué tragedia! Crouch estaba obsesionado con seguir encontrando mortífagos, y yo no iba a escaparme de su lista negra. Debería medir cada palabra que saliera de mi boca si no quería levantar sospechas.
-Esta bien. -le dije. -Haré lo que pueda para no traerle problemas.
-Gracias. -me contestó. -Confío en que demostrarás un buen comportamiento. -Dicho esto, se retiró.
Capitulo 7
Esa hermosa sensación de matar una vez más recorría su excitado corazón. No podía evitar esbozar una sonrisa mientras contemplaba la cara del cuerpo sin vida que yacía sobre el piso. Respuestas equivocadas equivalían a finales como ese... Y ella no vacilaba a la hora de usar su varita.
Salió del lugar a toda prisa todavía sonriendo, extasiada por lo que acababa de hacer. ¿Dónde seguiría buscando ahora? Podría estar en cualquier lado, pero algunos lugares específicos rondaban en su cabeza. Mientras tarareaba en su cabeza el vals que había bailado con él hace tanto, en la mansión Malfoy, se dirigía decididamente a la Calle de la Hilandera, en busca del libro que tanto quería.
Sebastian odiaba las alturas, la comida fría, la ignorancia, y era irritantemente pulcro. Annie disfrutaba ver a los demás equivocarse, cantaba en sus ratos libres y era tan autosuficiente como podía. Sebastian odiaba meterse en problemas, Annie amaba hacer que los demas se metan en ellos. Uno suceptible, y la otra persuasiva. Un chico vulnerable en manos (o garras) de una traviesa chica de 11 años. Y un profesor que día a día toleraba menos a sus alumnos.
-¡Chico idiota! ¿Acaso no puedes leer? El sentido antihorario está en el tercer paso...
-Lo siento. -decía el pobre Gryffindor.
-Sentirlo no va a ayudarte a aprobar. -le contestó el profesor Snape, mientras desvanecía el contenido del caldero con su varita.
Cuando Sebastian se dió cuenta que se acercaba a su mesa, se puso a releer las instrucciones en el pizarrón, esperando no tener errores.
-Tus orejas se ponen coloradas cuando estás nervioso, ¿sabías?
-No estoy de humor. - le respondí. Annie hizo como si no lo había escuchado, como siempre lo hacía. Siguió peinando su cabello mientras entonaba una canción por lo bajo.
-¿Es así como preparas tu filtro? -preguntó una gruesa voz desde el fondo.
Annie y Sebastian se dieron vuelta al instante, y vieron como Snape se acercaba a ellos.
-Lo siento, profesor. El olor que sale del caldero me hace muy mal y...
-Entonces ve a quejarte con el profesor Dumbledore, no conmigo. Este filtro está en el programa enviado por el Ministerio, y una alumna no va a decirme qué hacer o no.
No pude evitar soltar una risita.
-¿Qué hay de ti? -preguntó Snape, más enfadado aún. Se acercó a mi caldero y casi mete su enorme nariz en él.
-Demasiado jengibre. Es una lástima. -dijo fríamente, y se fue a su escritorio.
-Con esa actitud, solo van a conseguir horas de castigos. -le dijo a toda la clase. -No hay uno, repito, uno de ustedes, que pueda aprovar Pociones. SEÑORITA POYNTER, ¿LE MOLESTARÍA MUCHO DEJAR DE PEINARSE MIENTRAS ESTOY HABLANDO?
La tensión podía cortarse con un cromo de magos y brujas famosos. Annie se quedó quieta, pero con una cara de indignación increíble. Yo la miraba, y miraba a Snape. Sus ojos eran dos agujeros negros, profundos, de una intensidad impresinonante. Daba miedo, había que reconocerlo.
-Alguien debe darle una lección. -me dijo Annie mientras saliamos de las mazmorras.
-Pues buena suerte. -le contesté -no volverás a meterme en problemas frente a Snape.
Annie no pensaba lo mismo.
Salió del lugar a toda prisa todavía sonriendo, extasiada por lo que acababa de hacer. ¿Dónde seguiría buscando ahora? Podría estar en cualquier lado, pero algunos lugares específicos rondaban en su cabeza. Mientras tarareaba en su cabeza el vals que había bailado con él hace tanto, en la mansión Malfoy, se dirigía decididamente a la Calle de la Hilandera, en busca del libro que tanto quería.
Sebastian odiaba las alturas, la comida fría, la ignorancia, y era irritantemente pulcro. Annie disfrutaba ver a los demás equivocarse, cantaba en sus ratos libres y era tan autosuficiente como podía. Sebastian odiaba meterse en problemas, Annie amaba hacer que los demas se metan en ellos. Uno suceptible, y la otra persuasiva. Un chico vulnerable en manos (o garras) de una traviesa chica de 11 años. Y un profesor que día a día toleraba menos a sus alumnos.
-¡Chico idiota! ¿Acaso no puedes leer? El sentido antihorario está en el tercer paso...
-Lo siento. -decía el pobre Gryffindor.
-Sentirlo no va a ayudarte a aprobar. -le contestó el profesor Snape, mientras desvanecía el contenido del caldero con su varita.
Cuando Sebastian se dió cuenta que se acercaba a su mesa, se puso a releer las instrucciones en el pizarrón, esperando no tener errores.
-Tus orejas se ponen coloradas cuando estás nervioso, ¿sabías?
-No estoy de humor. - le respondí. Annie hizo como si no lo había escuchado, como siempre lo hacía. Siguió peinando su cabello mientras entonaba una canción por lo bajo.
-¿Es así como preparas tu filtro? -preguntó una gruesa voz desde el fondo.
Annie y Sebastian se dieron vuelta al instante, y vieron como Snape se acercaba a ellos.
-Lo siento, profesor. El olor que sale del caldero me hace muy mal y...
-Entonces ve a quejarte con el profesor Dumbledore, no conmigo. Este filtro está en el programa enviado por el Ministerio, y una alumna no va a decirme qué hacer o no.
No pude evitar soltar una risita.
-¿Qué hay de ti? -preguntó Snape, más enfadado aún. Se acercó a mi caldero y casi mete su enorme nariz en él.
-Demasiado jengibre. Es una lástima. -dijo fríamente, y se fue a su escritorio.
-Con esa actitud, solo van a conseguir horas de castigos. -le dijo a toda la clase. -No hay uno, repito, uno de ustedes, que pueda aprovar Pociones. SEÑORITA POYNTER, ¿LE MOLESTARÍA MUCHO DEJAR DE PEINARSE MIENTRAS ESTOY HABLANDO?
La tensión podía cortarse con un cromo de magos y brujas famosos. Annie se quedó quieta, pero con una cara de indignación increíble. Yo la miraba, y miraba a Snape. Sus ojos eran dos agujeros negros, profundos, de una intensidad impresinonante. Daba miedo, había que reconocerlo.
-Alguien debe darle una lección. -me dijo Annie mientras saliamos de las mazmorras.
-Pues buena suerte. -le contesté -no volverás a meterme en problemas frente a Snape.
Annie no pensaba lo mismo.
jueves, 12 de agosto de 2010
Capitulo 6
Que hermoso día de otoño. Ni una sola nube manchaba el cielo azul, y las doradas hojas de los arboles cubrían los terrenos del castillo que, para él, ya era su hogar. Había pasado solo una semana, si, pero ese castillo hacía que uno se sienta cómodo en él. Amor a primera vista.
Era domingo, su primer domingo, y tras preguntar reiteradas veces al profesor Flitwick si podía pasar la tarde afuera, lo hizo con toda seguridad. Estaba solo, ya que no contaba la compañía de su cargada mochila de libros. No había hecho muchos conocidos, a excepción de una chica con la que había charlado en el expreso.
Se sentó contra una pared, cerca de los invernaderos, donde el sol le pegaba en la cara, sacó sus libros uno por uno y comenzó con las prácticas de transformaciones.
A los pocos minutos, unos agudos gritos hicieron que levante su cabeza, buscando de donde provenían. A pocos metros de él, dos chicas estaban discutiendo a los gritos. Él se levantó, olvidando los libros en el lugar y acudieno, sin pensarlo dos veces, en ayuda de las chicas. Cuando llegó a la escena, descubrió que su inocente deducción era errónea: las chicas no estaban en peligro, sino que estaban pelenado.
-¡Vuelve a tocarme un pelo y ya verás! -decía una de ellas, de cabello muy rizado y abundante.
-Lo siento, eso te pasa por ponerte en mi camino. -fue la respuesta de la otra, con un tono de suficiencia.
La chica de cabello rizado lanzó un suspiro de furia, y se dió media vuelta, hacia el castillo.
La otra se la quedó mirando con una sonrisa en la cara, y agregó algo en voz muy baja que fue inaudible. Giró la cabeza, y su brillante pelo negro, atado en una larga cola de caballo, resplandeció con el sol.
-Hola! ¿Cómo estas?- le dijo al ver a Sebastian, que hasta ese momento había sido invisible para la chica.
-Hola. - contestó este, tímidamente.
-Soy Annie, ¿me recuerdas? Nos vimos en el tren. Y mira! -dijo, señalando la insigna de la túnica del chico.- Estás en Ravenclaw, ¡al igual que yo!
Sebastian asintió con la cabeza,y se preguntó por qué no se había percatado antes de que había compartido varias clases con ella.
-¿Y qué haces por aqui solo? -le preguntó Annie.
-Estaba... ¡mis cosas!-exclamó Sebastian de golpe, y echó a correr hacia donde había dejado sus pertenencias. Todo seguía en su lugar. Annie lo siguió hasta donde había ido, y se dejó caer en el pasto, mirando con un gesto de extrañez al chico.
-Bueno, para estar en Ravenclaw no eres muy inteligente... ¿o si? -preguntó con soberbia.
Sebastian la miró con frialdad. Él podía ser inteligente cuando quería, y como lo era, sabía que todas las personas olvidaban cosas, que era normal cometer errores.
Estuvo a punto de replicarle, pero pelear con una chica iba en contra de sus principios. Guardó todo rápidamente, mientras decidía que la biblioteca sería un mejor lugar para estudiar.
-Debo irme. -le dijo secamente.
-Hazlo. Si ese es tu deber... Ya nos veremos mañana, en pociones. -le dijo Annie, con una sonrisa en la cara. Era evidente que no tramaba nada bueno.
A varios kilómetros de allí, la joven bruja Lessie tomaba decisiones que, nuevamente, involucraban al nuevo maestro de pociones de Hogwarts.
Era domingo, su primer domingo, y tras preguntar reiteradas veces al profesor Flitwick si podía pasar la tarde afuera, lo hizo con toda seguridad. Estaba solo, ya que no contaba la compañía de su cargada mochila de libros. No había hecho muchos conocidos, a excepción de una chica con la que había charlado en el expreso.
Se sentó contra una pared, cerca de los invernaderos, donde el sol le pegaba en la cara, sacó sus libros uno por uno y comenzó con las prácticas de transformaciones.
A los pocos minutos, unos agudos gritos hicieron que levante su cabeza, buscando de donde provenían. A pocos metros de él, dos chicas estaban discutiendo a los gritos. Él se levantó, olvidando los libros en el lugar y acudieno, sin pensarlo dos veces, en ayuda de las chicas. Cuando llegó a la escena, descubrió que su inocente deducción era errónea: las chicas no estaban en peligro, sino que estaban pelenado.
-¡Vuelve a tocarme un pelo y ya verás! -decía una de ellas, de cabello muy rizado y abundante.
-Lo siento, eso te pasa por ponerte en mi camino. -fue la respuesta de la otra, con un tono de suficiencia.
La chica de cabello rizado lanzó un suspiro de furia, y se dió media vuelta, hacia el castillo.
La otra se la quedó mirando con una sonrisa en la cara, y agregó algo en voz muy baja que fue inaudible. Giró la cabeza, y su brillante pelo negro, atado en una larga cola de caballo, resplandeció con el sol.
-Hola! ¿Cómo estas?- le dijo al ver a Sebastian, que hasta ese momento había sido invisible para la chica.
-Hola. - contestó este, tímidamente.
-Soy Annie, ¿me recuerdas? Nos vimos en el tren. Y mira! -dijo, señalando la insigna de la túnica del chico.- Estás en Ravenclaw, ¡al igual que yo!
Sebastian asintió con la cabeza,y se preguntó por qué no se había percatado antes de que había compartido varias clases con ella.
-¿Y qué haces por aqui solo? -le preguntó Annie.
-Estaba... ¡mis cosas!-exclamó Sebastian de golpe, y echó a correr hacia donde había dejado sus pertenencias. Todo seguía en su lugar. Annie lo siguió hasta donde había ido, y se dejó caer en el pasto, mirando con un gesto de extrañez al chico.
-Bueno, para estar en Ravenclaw no eres muy inteligente... ¿o si? -preguntó con soberbia.
Sebastian la miró con frialdad. Él podía ser inteligente cuando quería, y como lo era, sabía que todas las personas olvidaban cosas, que era normal cometer errores.
Estuvo a punto de replicarle, pero pelear con una chica iba en contra de sus principios. Guardó todo rápidamente, mientras decidía que la biblioteca sería un mejor lugar para estudiar.
-Debo irme. -le dijo secamente.
-Hazlo. Si ese es tu deber... Ya nos veremos mañana, en pociones. -le dijo Annie, con una sonrisa en la cara. Era evidente que no tramaba nada bueno.
A varios kilómetros de allí, la joven bruja Lessie tomaba decisiones que, nuevamente, involucraban al nuevo maestro de pociones de Hogwarts.
jueves, 29 de julio de 2010
Capitulo 5
Hace dos noches...
Hogsemade
El dolor era grande, pero las dudas eran aún más. ¿Cómo paso? No había explicación alguna. Su plan de salir a buscar respuestas sobre su motocicleta había sido desbaratado por el gigante Hagrid, quien se había llevado el vehículo hacía unos minutos. Dumbledore le había pedido que recogiera al pequeño Harry, y como Hagrid no podía hacer magia, y Harry era muy pequeño para desaparecerse, el medio más seguro era la motocicleta. Él mismo se había ofrecido en ir a buscarlo, pero no toleraría ver la casa donde había pasado parte de su adolescencia en ruinas. La casa de James, su hermano. Y de Lily, su mejor amiga en todo el mundo. Sus cuerpos... ¿seguirían allí? No quería saberlo. Quería despertar de esa horrible pesadilla. O morir, cualquiera de las dos opciones estaban bien. Pero no, no podía derrumbarse en ese momento. Harry, su ahijado, lo necesitaba. Se levantó del bar, dejó unos galleons sobre la mesa y salió a la fría calle de Hogsmeade. Mientras se ponía su capa de viaje, pensaba sin parar por dónde empezaría a buscar. ¿De qué manera Voldemort pudo haber encontrado a Lily y a James? La cantidad de encantamientos protectores que había sobre la casa de los Potter era innumerable, y el encantamiento Fidelio había sido realizado a la perfección. A menos que... Voldemort conozca alguna forma de romperlo. El guardián de los secretos, Peter, no había sido secuestrado ni nada. Es más: como había sido planeado desde un principio, los mortífagos lo persiguieron a él, Sirius, y no al verdadero guardián. Una maniobra de desitracción que había funcionado... ¿o no? Se detuvo en medio de la calle. ¿Y si Peter-...? No, no podía ser...Valle de Godric.
La enorme rata se paseaba sin cesar a toda velocidad entre los escombros. Podía sentir los rastros de la poderosa magia que hacía instantes había presenciado esa casa, ya destruida. Había visto un cuerpo sin vida en la planta baja, seguramente el de James, aunque no lo vió claramente. Tan veloz como pudo, subió al primer piso y llego a la escena de la masacre. ¿Dónde estaba? La marca le había ardido como nunca, y luego se había desvanecido. ¿Qué había significado eso? Otro cuerpo yacía en el suelo, de espaldas al piso. El inconfundible cabello rojo delató que era Lily. Y en la cuna detrás de ella, unos leves llantos se escapaban: el hijo de los Potter. ¿Había vivido? ¿Cómo pudo ser? ¿Dónde estaba su amo? Comenzó a buscarlo desesperadamente por la habitación sin techo, pero fue entonces cuando escucho un ruido proveniente de afuera: un motor rugiente, acompañado de una brillante luz. Habían comenzado a llegar los primeros magos. "Rápido Peter, piensa!" Y entonces, vio la varita de tejo tirada en un rincón. Se acercó y la reconoció enseguida: era del Señor de las Tinieblas. ¿Cómo podía ser? ¿El amo sin varita? Un grito horrorizado seguido de un llanto lo hicieron sobresaltar: el visitante habría visto el cuerpo de James. Por lo que la rata tomó la varita con los dientes y se escabulló tan rápido como pudo, esperando algún día devolvérsela a quien le pertenecia.
lunes, 26 de julio de 2010
Capitulo 4
La puerta hizo un ruido sordo al cerrarse. Escuché los pasos del anciano bajar la escalera de caracol, y el silencio me rodeó dentro del despacho. Con la respiración cortada, avanzé hacia el pensadero mientras ponía la varita en mi sien. Saqué unas finas hebras de luz plateada y las dejé caer en el instrumento, que me mostró un colorido espectáculo de luces multicolores. Bajé mi cabeza milimétriacamente, y vacilé por un segundo. Pero finalmente me decídi, y me metí de lleno en el extraño fluido...
Mi habitación, tal y como la recordaba. Yo debía de tener seis o siete años, no más. Y Eileen y Tobias alzando sus voces en la planta baja. ¿Cuándo no? El pobre niño que escuchaba la discusión estaba empapado en lágrimas, con la cabeza entre las piernas, sentado en un rincón de la habitación. No paraba de llorar. "¿Sabes qué?" pensé en decirle "Años más adelante, nuestro padre morirá por nuestra culpa, y lo lamentarás, aunque ahora no lo aprecies mucho. Y nuestra madre va a abandonarnos. No sabremos cuándo ni cómo morirá, pero no será problema para nosotros"
Si tan solo podría escucharme, las cosas hubieras sido distintas...
El recuerdo cambió.
La conocida plaza del parque industrial. Y yo, con mis diez años espiando a Lily. Mis ojos estaban brillantes como los de un Opaleye de las Antípodas. ¡Qué ridículo me veía con esos trapos puestos! Y el recuerdo volvió a cambiar.
Yo caminaba con Lessie por el patio, estabamos en cuarto año. Y Lily venía a lo lejos, caminando con Lupin. No nos saludabamos, naturalmente. Nos habiamos peleado, ya no recuerdo porqué. Cuando ellos estuvieron lo suficientemente lejos, Lessie comenzó a decirme un montón de barbaridades sobre ella y Lupin, y yo asentía con la cabeza, aunque por dentro sabía que no era asi.
Otro recuerdo. "No necesito ayuda de una sangre impura como ella" Instintivamente apunté a James con mi varita. Pedazo de cobarde, me había atacado por la espalda. Si no me equivocaba, había sido la peor experiencia de mi vida. Era, en parte, lo que más influía mi actual (aunque esté ya muerto) odio por él. En definitiva, ¿justificó eso todo lo que hice después? ¿Fué ese mi móvil para tomar el camino que había tomado? Fue más fuerte mi odio por él que mi amor por ella, quizás había sido eso... ¿O no? Yo nunca sabría la respuesta.
Salí del pensadero un tanto agitado, dejándome caer de espaldas sobre el piso. Mi largo pelo me cubría la cara en su totalidad, y curiosamente las lágrimas no habían salido esta vez. El corazón comenzaba a saber comportarse. "¿Hasta cuándo vas a perseguirme, Lily?" me preguntaba. Me levanté temblando, y lo primero que vi fue el diario que Dumbledore había dejado ayer. La foto de los Potter seguía moviendose pausadamente. Tome el diario con furia, hice un bollo y lo arrojé a la chimenea. Me prometí a mi mismo no volver a pensar en ella, no me lo permitiría. Si ahora actuaba del lado de Dumbledore, era porque sentía que era el mejor modo de retribuir las cosas. Nada más.
viernes, 23 de julio de 2010
Capitulo 3
Naturalmente, me quedé dormido. Hacía noches que no dormia y esa no fue la excpeción.
Me vestí apurado, tome el maletín con las cosas que había preparado para ese día y sali a poner la cara a mi nuevo y primer empleo.
Los alumnos de primero estaban fuera del aula, en dos filas heterogéneas. Hicieron silencio cuando me vieron, con sus caras llenas de pánico. Suspiré, me abrí paso entre ellos y abri la peurat para que entren.
Una vez adentro, todos se ubicaron y yo fui derecho al escritorio.
Comencé a sacar los pergaminos de mi maletín cuando involuntariamente miré al chico que se sentaba donde yo lo hacía cuando tenia clases.
Era un chico de Ravenclaw, rubio, de ojos azules y enormes. Miraba el aula con mucha curiosidad. Me reí por dentro. Había pasado tanto tiempo, pero parecía ayer cuando Slughorn me dicataba las clases allí, donde me sentaba con Lily en mis primeros años y con Lessie en los últimos. Las clases de pociones habían marcado mi vida en parte, ¿lo haría Hogwarts con otro alumno?
-Bienvendios a Pociones. Tengo entendido que son de primer año, por lo que es probable que no tengan mucha experiencia en este campo de la magia.
Luego de dar una extensa charla, tomé lista y comenzé a anotar en el pizarrón los conceptos básicos de seguirdad para preparar pociones.
Fue fácil. Es decir, no encontré dificultad como profesor, los alumnos eran bastante sumisos aunque mi tacto con los chicos no era el más sofisticado.
Pensé que podían preparar una solución para enconger, simple y para nada peligrosa; la mitad no supo prender el fuego para calentar el caldero, y la otra mitad que lo logró había causado un incendio en la mesa donde trabajaban.
El único chico que pudo llegar al tercer paso de la preparación de la solución fue el Ravenclaw que se sentaba en mi mesa. Estaba concentradísimo, midiendo con exactitud cada medida de esencia de Belladonna, cada pizca de jarábe de eléboro...
Mientras me paseaba por las mesas corrigiendo los errores, le pregunté al Ravenclaw cuál era su nombre. Sebastian, fue su respuesta. Se quedó mirándome con mucha curiosidad, pero lugeo se ruborizó y siguió trabajando.
El ser profesor no despertaba ningún interés en mi, lo fui descubriendo con los años. Hacía lo que podía para que las clases pasen rápido y poder salir de esa aula infernal. La cantidad de recuerdos que me venían a la mente me... destruían. Sentía mucha angustia, un frío doloroso en mi corazón, muy distinto al frío natural de las mazmorras al que, con los años, me acostumbré.
Como lo había pedido, me dirigí al despacho de Dumbledore a la hora de la cena. La gárgola me dejo pasar al decir "varita de regaliz", y al atravesar la puerta de roble, lo encontré charlando con uno de los cuadros.
-Severus, pasa por favor.
Así lo hice, cerrando la puerta con la varita.
-¿Cómo ha ido tu primer día como profesor?- preguntó cordialmente.
-Nada mal, supongo. Ningun estudiante se quejó.
-¡Excelente! Entonces, imagino que te quedarás con el puesto...
-¿Qué otra opción tengo? -le pregunté con sarcasmo.
-Bueno, no hablo de que abandones tu promesa. Sino de que puedes cumplirla desde otro lado.
-Le pedí el puesto de profesor de Defensa...
-Ya hemos discutido eso -dijo, cortante.
-¿Discutido?-le pregunté, incrédulo .-¡Ni siquiera me ha dado una razón!
-Que no te las haya dado, ¿significa que no las tenga?
-Otra vez la confianza ciega, ¿verdad? -pregunté, revoleando los ojos. Estaba harto de Dumbledore y sus métodos.
-Asi es. Y es bueno que recuerdes que no haces esto por mi, sino por...
-Lo sé. -dije, con la voz quebrada. No había pensado en ella desde la noche en que sucedió la tragedia.
-No debes reprimir lo que sientes...
-¿Qué sabe usted de lo que siento? -le contesté con dureza.
Esta vez, Dumbledore prefirió callar. Quizás, por ser incapaz de contradecirme, o quizás por no queres seguir lastimándome. Se acercó lentamente a un armario pegado a la pared, le dió unos toques con su varita y éste se abrió, revelando una cómoda que sostenía una vasija de piedra.
-Esto, Severus, es un pensadero. Supongo que sabes cómo funciona. -dicho esto, caminó hacia la puerta, y antes de abrirla y marcharse, me dijo: te aconsejo que por hoy lo uses, y descubras al fin qué es realmente lo que tú sientes.
martes, 6 de julio de 2010
Caoítulo 2
31 de Octubre de 1981
-¿No quiere decir... no puede referirse a la gente que vive aquí? -gritó la anciana bruja en medio de la noche. Dumbledore... no puede. Los observé todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. ¡Harry Potter no puede venir a vivir aquí!
-Es el mejor lugar para él -dijo Dumbledore. -Sus tíos le explicarán todo cuando sea más grande. Les escribí una carta.
-¿Una carta? -repitió la profesora McGonagall, indignada. -¿De verdad, Dumbledore, cree que puede exlicar todo en una carta? ¡Esta gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que hoy sea conocido en el futuro como el día de Harry Potter... escribirán libros sobre él, cada niño en el mundo conocerá su nombre!
Luego de hablar por un buen rato, ambos profesores guardaron silencio, esperando al hombre que traería al niño que esa misma noche había acabado con el Innombrable.
La cabeza de Dumbledore no podía parar de pensar un sólo segundo; ¿Qué había sucedido? ¿Por qué Voldemort no pudo asesinarlo? Las mil y un teorías rondaban su mente...
Una vez que Hagrid llegó, dejaron al niño en la puerta del número cuatro de Privet Drive, y cada uno tomó su camino.
Dumbledore devolvío las luces que había "robado" hace unas horas con su desiluminador, y al llegar a la esquina se desapareció, confiando plenamente en que Harry estaba a salvo. Por ahora, al menos.
Se materializó en el mismísimo Valle de Godric, hogar de los Potter. Pasó por delante del cementerio, pero no quiso visitarlo: su familia estaba allí. Y hasta ese día (y por unos cuantos años más adelante) se sentía culpable de las desgracias que habían sufrido. ¡Si hubiera cuidado más de Ariadna! ¡Si hubiera pasado más tiempo con Abeforth! Jamás se perdonaría a sí mismo...
Cuando llegó a la casa, no pudo evitar asombrarse. Un enorme hueco se formabaen el piso superior, a la izquierda. Debió ser ahí donde... El anciano profesor atravesó la puerta (toda destruida) y enseguida sintió los rastros de magia negra. ¿Qué había sucedido? Los cuerpos de Lily y James habían sido retirados hacía poco menos de una hora, de ello se había encargado la Orden del Fénix.
Había que seguir alerta: muchos de los mortífagos no renunciarían a sus creencias, y se inmiscuirían en una búsqueda para regresar con Voldemort. La mayoría de sus seguidores daban la vida por él, y no descansarían hasta terminar la obra (si así puede llamarse) que él comenzó.
Harry era el que corría más riesgo. Luego estaba él, quien se había declarado enemigo número uno del Innombrarble, y se había puesto a la cabeza de la lucha contra Voldemort.
¿Cuántos mortífagos desmentirían su relación con el Señor de las Tinieblas, para salvarse de Azkaban? ¿Cuántos estarían dispuestos a renunciar a él completamente? Quizás nunca lo sepa. Pero lo que sí sabía era que Snape tenía sus motivos (y de sobra) para estar, esta vez, del lado correcto.
El diario de la mañana del 1º de Noviembre tenía más páginas de lo habitual. "El Profeta" tenía una fotografía enorme de Lily y James, sosteniendo éste último a su hijo, Harry, y bajo el encabezado que decía "La última familia asesinada por el Innombrable". Más abajo, con las letras igual de grande, decía "Harry Potter, el niño que vivió", y comentaba que en algunas páginas había elaboradas teorías sobre magia antigua y moderna que intentaban exlicar el porqué de lo sucedido.
La Marca Tenebrosa estaba casi invisible, había perdido ya el color.
El despacho del profesor de Pociones, al igual que las aulas, se ubicaba en las mazmorras. Por una cuestión de conveniencia, los ingredientes no sufrían el calor los días de verano, y estaban resguardados de las inquietas manos de los alumnos. A mi no me disgustaba estar apartado del tumulto del castillo. Era tan extraño volver... cada piedra de las paredes del castillo me recordaban a los días que había pasado en él, de jóven. De esa manera tan dolorosa empezaba mi primer día en Hogwarts como profesor.
sábado, 26 de junio de 2010
El maestro de Pociones - Capítulo 1
31 de Octubre de 1981
-Creí que iba... a protegerla...No recuerdo cómo podía hablar, probablemente las palabras simplemente salían de mi boca en un tono muy, muy bajo. Temblando de pies a cabeza, mi cuerpo estaba tirado sobre uno de los sillones del despacho de Dumbledore. Estaba completamente... no, no estaba. Eso era, no estaba esa noche. No sentía, no existía, no era Severus Snape.
-James y ella confiaron en la persona equivocada. -me dijo Albus , que estaba de pie frente al enorme ventanal contemplando el anochecer. -Igual que tú, Severus-. y se dirijió hacia mi -¿No suponías que lord Voldemort le salvaría la vida?- Me estremecí al escuchar ese nombre. -Pero su hijo ha sobrevivido.
¿Y qué me importa si ese bastardo vive? Lily ya no estaba, ¡por mi culpa! Y Dumbledore de pie, echándomelo en cara. Que ganas tenía de destruir su despacho, su colegio, su vida... todo lo que se ponía a mi paso. ¡Qué ganas de enmendar lo que había hecho! Pero no existía la oportunidad...
-Su hijo vive y tiene los mismos ojos que ella, exactamente iguales. Estoy seguro de que recuerdas la forma y el color de los ojos de Lily Evans.
-¡¡BASTA!!- grité, y me lanzé a llorar sin control- ¡Está muerta! ¡Muerta!
-¿Qué te ocurre, Severus? ¿Remordimiento, acaso? -me preguntó con algo de brusquedad.
-Ojalá... ojalá estuviera yo muerto... -le respondí sin pensar. Era lo que más deseaba en ese momento, morir.
-¿Y de qué serviría eso? -me contestó con frialdad. Dio grandes pasos para atravesar el despacho y acercarse a una de sus cuantas vidrieras. Tomó un pergamino, se dirigió a su escritorio y se sentó en su enrome silla labrada en oro. -Si amabas a Lily Evans, si la amabas de verdad, está claro qué camino debes tomar.
¿Si la amaba? La sigo amando, y toda mi vida lo haré. Las lágrimas dejaron de salir, como por arte de magia. Sentí un calor en el pecho, como una llama que se encendía dentro de una cueva de hielo.
-¿Qué... qué quiere decir?
-Tú sabes cómo y por qué ha muerto Lily. -me decía, mientras escribía sin parar el pergamino que había tomado de la vidriera. -Asegúrate, entonces, de que no haya muerto en vano: ayúdame a proteger a su hijo.
-Él no necesita protección -dije, con un tono desinteresado. Dumbledore estaba delirando -El Señor de las Tinieblas se ha ido...
-El Señor de las Tinieblas regresará -me interurmpió -Y entonces Harry Potter correrá un grave peligro.
¿Harry? ¿Harry Potter? Con que le habían puesto ese nombre... Su hijo, era su hijo. Era lo único que Lily había dejado en el mundo, por lo que había dado la vida. ¿Sabría algún día que yo daría la vida por ella?
-Está bien. De cuerdo -le contesté, un poco mas calmado. -¡Pero no se lo cuente a nadie nunca, Dumbledore! ¡Esto debe quedar entre nosotros! ¡Júremelo! No soportaría que... Y menos al hijo de Potter... ¡Quiero que me lo jure!- y lo miré fijamente a los ojos.
-¿Mi palabra, Severus, de que nunca revelaré lo mejor de ti?- Suspiró, escrutando mi rostro con sus azules ojos. -Está bien, si insistes...
Dicho esto, se puso de pie y selló el pergamino que recién habia terminado de escribir. Consultó su reloj de bolsillo, y luego me dijo:
-Bien, debo irme pronto. Tengo que entregar esta carta al número 4 de Privet Drive. Es allí donde el pequeño Harry va a quedarse hasta que venga a Hogwarts. La hermana de Lily, Petunia, es la única familia que tiene..
-Pero ¿por qué no lo trae al castillo?
-No es momento de responder preguntas, Severus. Sólo te pido una sola cosa, y me ahorrarás de muchas.
Lo miré, incrédulo.
-Confía en mi, muchacho. Confía en mi tanto como yo confío en ti. -me pidió, y esbozó una radiante sonrisa. No me quedaba otra opción...
-Está bien. -le respondí fríamente.
-Excelente, entonces! Debo irme, la profesora McGonagall seguramente estará allí y no le gusta esperar.
Mientras se ponía la capa de viaje, vi tanta seguridad en su cara que me llevó a pensar desde hacía cuánto Dumbledore tenía esto planeado. Parecía una obra de teatro excelentemente ensayada. Sabía qué decir, qué hacer y cuándo.
-Sobre mi escritorio encontrarás unos papeles que debes llenar. Serás el nuevo profesor de Pociones, el profesor Slughorn ha decidido retirarse. Una lástima, la verdad...
¿Yo, profesor? No estaba hablando en serio...
-Pero Dumbledore, yo no...
-Severus, haz lo que te digo, por favor.
Me quedé en silencio, con la mirada fija en el piso. Todo era tan confuso, tan repentino...
-¿Por qué Pociones? ¿Por qué no Encantamientos o... Defensa Contra las Artes Oscuras?
Pero ya había cruzado la puerta de roble, y bajaba las escaleras a toda prisa. Me acerqué corriendo a la puerta y le grité, pero no me respondió. Entré al despacho nuevamente y me senté en la silla del escritorio. Sobre este, había un pergamino con el sello oficial de Hogwarts y del Ministerio: era una solicitud de empleo. Tomé la pluma y me dispuse a mojarla en el tintero, cuando me detuve a mí mismo. ¿Qué estaba haciendo? ¿Yo, profesor? ¿Para qué? Es decir, se suponía que tenia que cuidar al hijo de Lily, pero ¿cómo iba a hacerlo si iba a estar encerrado en Hogwarts?
En caso de que el chico sea mago (y estaba seguro de que era), vendría a Hogwarts en no menos de once años. ¿Qué haría durante todo ese tiempo, enseñar Pociones? ¿Era enserio?
miércoles, 31 de marzo de 2010
Capitulo 19
Con la varita en mano, volé la puerta de la destartalada casa en mil pedazos y me agaché cuando llegué a una de las esquinas del destruido comedor, pasando por el túnel que salía a Hogwarts. Inmovilizé al Sauce Boxeador de un movimiento de varita, luego me apliqué un encantamiento desilusionador y avanzé a grandes pasos por el húmedo pasto de los terrenos del castillo.
Inconsciente, guiado por mis impulsos. Por mi ira, por mi amor. Disponía de pocas horas, pero la salvaría. Sabía qué hacer, siempre lo supe: la única persona a la que el Señor de las Tinieblas le temía era Dumbledore. Él sabría entenderme, siempre confió exageradamente en las personas. Y yo sabía ganarme la confianza de la gente.
Hogwarts me miraba culpable, con resentimiento. ¡Quién sabe la cantidad de chicos que se andarían paseando a esas horas de la madrugada, cometiendo travesuras, explorando lo mas cercano que tenían a un hogar, como yo y tantos otros lo habíamos hecho! Recordé cada momento que había pasado allí con Lily, como si fuera yo (y no ella) el que estuviera a punto de morir, y la Muerte caminaba conmigo a mi lado mostrándome toda mi vida en pocos segundos...
De repente, mi cuerpo quedó inmóvil en medio del terreno. Esperaba que pasara algo de eso, estaba seguro. El Sol comenzaba a asomarse por el horizonte, bañando de a poco el pasto afilado. Luego, sentí una mano que me tomaba fuertemente por el hombro y me guiaba en su aparición hacia quién sabe donde.
Caí al suelo con la sensación de ahogo que me producía desaparecerme. Me reincorporé como pude, pero sentí un fuerte golpe en el estómago que hizo que me doble por la cintura y vuelva a caer. Luego sentí otro aún más fuerte que me cortó la respiración.
-¡No me mate! -le dije, mientras sentía como la varita se me caía de la mano.
Estabamos los dos en la cima de una montaña fría y desamparada.
-Esa no era mi intención. -me respondió Dumbledore.
Parado frente a mi, iluminaba la escena con su varita.
-¿Y bien, Severus? ¿Qué mensaje me traes de lord Voldemort?
-¡No, no se trata de ningún mensaje...! ¡He venido por mi cuenta! -le dije apresuradamente, mientras volvía a intentar ponerme de pie, aunque me costaba mucho. -He venido para hacerle una advertencia... No, una petición... Por favor...
-¿Y qué petición podría hacerme un Mortífago? -me preguntó con desprecio.
-La profecía... -dije, sin saber por dónde empezar. -La predicción... Trelawney...
-¡Ah, si! ¿Cuántas cosas le has contado a lord Voldemort?
-¡Todo! ¡Todo lo que oí! ¡Por eso... es por eso que... cree que se refiere a Lily Evans!
-La profecía no se refería a una mujer -replicó Dumbledore -, sino a un niño nacido a finales de julio...
-¡Ya sabe usted lo que quiero decir! -le dije con impaciencia, -Él cree que se refiere al hijo de ella, y va a atraparlo, los matará a todos...
-Si tanto significa ella para ti -insinuó Dumbledore -seguro que lord Voldemort le perdonará la vida, ¿no? ¿No podrías pedirle clemencia para la madre, a cambio del hijo?
-Ya se lo he... se lo he pedido. -dije, entre lágrimas.
-Me das asco. -dijo con tanto desprecio en su voz. -Entonces, ¿no te importa que mueran el marido y el niño? ¿Da igual que ellos mueran, siempre que tú consigas lo que quieres?
Sólo me importaba Lily, sólo Lily... James no merecía morir, pero el caso era que no me agradaba salvarle la vida, en absoluto. Y en cuanto al hijo...
-Escóndalos a todos. Proteja... Protéjalos a los tres. Por favor. -le dije finalmente.
-¿Y qué me darás a cambio, Severus?
-¿A... a cambio? - Olvidando la Marca Tenebrosa que tenía tatuada, olvidando todas las cosas malas que había hecho, las traiciones y los asesinatos, las mentiras y las torturas: todo, absolutamente todo, por salvar a la mujer que amaba. ¿Qué otra opción tenía? Dumbledore salvaría a Lily, él no dejaría que nada malo le pase.
-Lo que usted quiera.
Jamás me arrepentí de haber tomado esa decisión, de haber ofrecido todo. Después de todo este tiempo, jamás.
Capitulo 18
-¿Estás jugando conmigo? -dijo Voldemort, indignado.
-Jamás, milord. Y me ofende que haga esas acusaciones, cuando más de una vez he demostrado mi fidelidad hacia usted, mi respeto, mi compromiso!
-No puedes interferir, has escuchado las palabras de Trelawney...
-La profecía hablaba de un niño, señor. Los padres no intervienen tampoco, déjemelos a mi. Quiero tener esa gloria, ese crédito personal de deshacerme de la mujer que tantos años... se burló de mi.
-Es arriesgado...
-Le prometo -le dije, mientras me acercaba a Él. -Le aseguro, mi señor, que los eliminaré sin vacilar. Pero déjeme encargarme de ellos. Además, el niño no representa una amenaza después de todo para Usted, ¡es ilógico pensarlo!
-Silencio. -dijo, cortante, mientras meditaba. -La madre es toda tuya -deliberó segundos más tarde. - a menos que me provoque y acabe igual que lo harán su marido e hijo.
-Eso es todo lo que pido, la máxima gloria que puede darme, mi lord.
Cerré la puerta de la habitación, y comenzé a correr. Atravesé el pasillo, bajé la escalera, y no paré hasta pasar el hall, salir al patio y cruzar la verja de hierro que delimitaba la mansión con el exterior. Allí, me desapareci, en medio de la noche.
La capa de viaje se levantaba increíblemente aunque no había mucho viento. Estaba corriendo, aunque era muy incómodo hacerlo con botas pero no interesaba. La capucha se decidió, y optó por caerse de mi cabeza, liberando mi oscuro cabello al aire libre, acompañando a la capa en su vuelo. La Marca había ardido, y era él, estaba segura...
Me aparecí en uno de los extensos jardines del palacio de Bucklinham. Era uno de los lugares de preferencia de Lessie, asi que decidí citarla allí. No correría riesgo alguno, pero disponía de poco tiempo. A lo lejos, la vi. Venía corriendo, con una capa ondulando detrás de ella. Lo primero que hizo fue abrazarme fuertemente, pero yo la empujé y cayó al piso.
-¡No me toques! -dije con furia.
Ella me miró desde el piso, con los ojos humedecidos y las mejillas sonrojadas.
-¡Siempre supiste! ¡Siempre!
-¿De qué ha...?
-¡La profecía! ¡Sabías que se refería a Lily! ¿Desde hace cuánto lo sabes? ¿Hace cuanto que me lo has ocultado?
Estaba fuera de si, me había puesto muy violento, la verdad. Sin embargo, la muchacha seguía tendida en el piso, con la larga falda rayada tapandole las piernas, y las palmas de las manos sosteniendo su cuerpo en el pasto.
-No... estás confundido! Sólo sabía del embarazo de esa... -y la rabia le impidió seguir.
-¡Mientes! -le dije, y la tomé por la camisa, levantándola del suelo. -Estás enferma, ¿sabías? ¡Estás loca, Lessie! ¡Tu obsesión por mi nos ha arruinado, a ambos! ¡Y a más de una persona también!
-Deja de torturarme, por favor... yo te amo, Severus. -me dijo por lo bajo.
La solté, pero esta vez cayó de pie.
-Te juro por mi vida que no sabía nada de ninguna profecía, te sulpico que me creas.
Pero yo no la escuchaba. Estaba pensando en matarla, si... la furia que tenía me lo pedía, esa furia que ocultaba el dolor que sentía. La mujer que yo amaba estaba a punto de perder la vida, quizás mañana por la noche, quizás ahora.
-¡Mátame si quieres, no me importa! Pero cree en mi antes de hacerlo, Severus...
Me había leído la mente. Yo estaba muy furioso para bloquear mis pensamientos, un gran error la verdad.
Una de las ventanas del palacio, a lo lejos, se encendió, y el ladrido de unos cuantos perros se escucharon a lo lejos. Mis gritos habían alarmado a la guardia real.
-No quiero volver a verte, jamás. Y si te cruzas por mi camino una vez más...
-En vano dices eso! Hasta el verdadero fin te voy seguir, me es inevitable! -me replicó de inmediato, llorando desconsoladamente. Luego giré sobre mis talones y me aparecí en la puerta de la Casa de los Gritos.
Capitulo 17
Palacios enormes, si los había. Pero a diferencia de los duques y condes que de allí cerca vivían, el palacio del príncipe la diferencia hacía. No había terreno que se le compare, ni sedas mas finas y suaves. No había mármol mas negro, ni oro más brillante, que el que uno pudiera encontrar en el castillo del jóven monarca.
Envidia sobraba, rencor desbordaba; mentiras corrían, y rumores se formaban. A su sombra, la sombra que dejaba atrás su imponente figura, las palabras iban y venían, alimentaban su amargura. Pero era lo que más ira generaba la poca importancia que el príncipe a esto le daba. "Es preciso abdicar", "Es necesario huir", era los consejos que a diario escuchaba. Pero, ¿qué sabían ellos de gobernar? ¿Qué sabían ellos de torturar y amar? Sólo poder detentaban, tenían hambre de autoridad. Poco confiables eran, al igual que la corte entera en su totalidad! Por que si, era un príncipe rodeado de nobles, lujos y poder, pero ¿cuántos de ellos eran lo que decían ser? ¿Cuánto valían, de qué le servían la seda, el mármol y el oro a la hora de vencer? Nada, sólo nada.
Príncipe de cuentos, sin un final feliz. Eso era tan solo lo que sabía que pasaría, cómo terminaría su historia, como acabaría su vida.
Respondí de inmediato al llamado. Subí desesperado las escaleras hacia el primer piso, directo a la sala donde acostumbraba a reunirme con Él. Y allí me esperaba, como siempre. Dispuesto a ordenar, nunca a cumplir. Por que lord Voldemort no había nacido para cumplir, claro que no.
Era extraño notarlo, casi aterrador y chistoso, pero había alegría en su feo rostro.
-¡Lo tengo, Severus! ¡Lo he conseguido! -me dijo. -Una vez más, lord Voldemort triunfa, y les demuestra aquellos que me cuestionan que se equivocaban terriblemente.
-Lo siento, señor, pero ¿a qué debe su felicidad? -pregunté con mucho respeto.
-Encontré a la tercer familia, y estoy seguro que es la de la profecía. Sólo me he enfrentado una vez con los Longbottom, y el tiempo que la profecía dictó se ha terminado. -relataba convencidísimo, mientras jugaba con la varita entre sus dedos. -En efecto, sólo queda una familia de magos en toda Inglaterra, ¡en el mundo me atrevería a decir! Qué se ha enfrentado a lord Voldemort dos veces, pero no pasará de la tercera. Y gracias al destino, su hijo ha nacido a fines de Julio, hace poco más de un año.
-Pero... creí que eran los Longbottom, la familia de la profecía...
-La profecía no se refería a una familia, ingenuo. Y ahora vete, reúne un grupo y ve al Valle de Godric. Necesito que encuentres a esta familia por mi. -dijo con una maliciosa sonrisa.
-Si, mi lord. -contesté, y le dí la espalda para dirigirme a la puerta. Vacilé un segundo, y le dije. -Por cierto, ¿a qué familia se refiere, si se puede saber?
Él me miró con sus ojos, llenos de regocijo.
-La feliz familia Potter, ¿los conoces?
1, 2, 3. Latía mi corazón
"¿No te has enterado la feliz noticia?" Me había dicho Regulus aquella vez en el bar.
4, 5, 6.
"Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes" Las fechas coincidían, hacía un mes que se habían enfrentado en la Casa de los Gritos.
7, 8, 9.
-¿Es por ella, verdad? ¡Siempre ha sido por ella, siempre! - me replicó Lessie hace ya muchísimas noches. Ella sabía.
Todo encajaba.
10.
-No -dije susurrando. Mi respiración se entrecortaba, iba a desmayarme. Mi cerebro trabajaba a mil por hora, estaba desesperado. -No .-repetí, con la voz quebrada.
-¿Los conoces, entonces? -reformuló el Señor de las Tinieblas, violentamente. -Contesta.
-Si -dije con muchísima voluntad.
-Sabras entonces que la chica es una sangre impura, ¿no? -dijo con desprecio.
-¿De verdad? -pregunte con asombro. -¡Qué pena! Me interesó en la adolescencia, hace ya un par de años...
La mente en blanco, liberate de todas las emociones Severus, hazlo.
Como lo supuse, sentí los penetrantes ojos rojos ingresando a mi mente vacía entonces. Las gotas de transpiración recorrían mi cuerpo, que temblaba ligeramente y era en vano controlarlo. Convencido, el Señor de las Tinieblas sonrió.
-¿Sería acaso mucho pedir...? Digo, usted es sabio, mi lord. Y comprende mejor que nadie los triunfos personales...
-¿Qué puedo hacer por ti, Severus? No puedo negar que te mereces una enorme recompensa.
-Me gustaría... deshacerme en persona de la sangre impura.
martes, 30 de marzo de 2010
Capitulo 16
Un año más tarde
Agosto, 1981
El ruido que hizo la vieja puerta del bar al abrirse fue muy incómodo para los pocos hombres que, en silencio y solitarios, bebían sus tragos en las sombras. El que acababa de entrar se sentó en una de las mesas del fondo, donde otro mago esperaba con su espalda apoyada contra la mohosa pared.
-La impuntualidad siempre te caracterizó.
-Lo sé, lo sé. -gruñó mientras se sentaba -Me costó librarme de ellos, la verdad. Cada día se ponen más insoportables.
-¡Y con razón! Esto no da para mas, Mulciber.
-Cállate y escucha, tengo algo que te alegrará saber.
Tras beber un sorbo de whisky, Mulciber continuó, jugando con la impaciencia de su compañero.
-Al parecer, ha encontrado lo que buscaba.
-¿Te refieres a...?
-Si, los Potter. ¿Recuerdas la primera ez que ellos se enfrentaron a Él? Hace más de un año...
-Si, lo recuerdo, lograron escaparse con facilidad.. -dijo, pensativo.
-Y por segunda vez hace unos días, aunque pocos supieron de ello. Los encontró en Hogsmeade, cerca de la Casa de los Gritos en una reunión de la Orden del Fénix. La muchacha quería celebrar el primer cumpleaños de su hijo, Harry. Los Longbottom también estaban presentes, pero fueron los primeros en huir.
-Osea que... ¿los Potter han escapado dos veces de Él?
-Si Jugson, asi es.
-¡El SEÑOR DE LAS TINIEBLAS DEBE ESTAR ARDIENDO EN FURIA!
-Jamás había oído de alguien que lograra huir dos veces de él... -dijo Mulciber, pensativo y temeroso a la vez.
-¿De qué será capaz ahora? Estoy seguro que los querrá encontrar a toda costa.
-Puedes apostarlo.
A pocas mesas de allí, Lessie Witch escuchaba atenta la conversación de aquellos dos hombres, analizando cada palabra, buscando alguna pista...
•••
Por quinta vez, el enorme florero se partía en mil pedazos sobre el piso, pero el niño respondió a esto con risas. Ya lo había tomado com oun juego: volar con su pequeña escoba y derribar el jarrón, que mágicamente volvía a repararse y a colocarse en su lugar.
-¿Por qué no lo tiras de una vez?- le espetó James a Lily, quien agitaba su varita y a la par, los fragmentos de porcelana volvían a unirse.
-Fue un regalo de Petunia...
-Con más razón. ¡Harry, ven aquí!
Bathilda Bagshot, la adorable vecina que también residia en el Valle de Godric, acababa de irse, al igual que Peter. Eran los únicos que habían podido asistir al cumpleaños de Harry, después del intento frustrado en la Casa de los Gritos de ayer por la noche, que había terminado con la aparición de Voldemort y varios de sus mortífagos.
Luego de reparar completamente el jarrón, Lily, quien conservaba todavía su rojiza cabellera y el intenso verde de sus ojos, pensó en escribirle unas líneas a Sirius y a Remus esa noche cuando, de pronto, un intenso y brusco cambio en la temperatura la alarmó.
-¿Has sentido eso? -dijo James, alarmado.
-Si...
Había sido una extraña sensación, como si faltara algo en la casa, algo primordial. Tras tranquilizar a su esposa, James regresó a jugar a perseguir a su hijo mientras Lily se preguntaba qué haría para cenar. Ninguno de los dos había sospechado que el encantamiento Fidelio, la máxima protección de la que disponían, se había roto hacía unos segundos, debido a la traición de ,quien ellos creían, era su mejor amigo.
Capitulo 15
-¡Camina, deprisa! ¡Serás tú el encargado de contarle por qué los Longbottom no vienen con nosotros!
Bellatrix estaba desaforada, no opdía contener su frustración que se mezclaba con la ira que le había provocado no acbar con el pobre matrimonio.
Escapamos de la casa de los Longbottom cuando la Orden del Fénix se apareció e interrumpió con nuestro trabajo. Yo seguía afuera de la casa pero regresé al escuchar unos estallidos y gritos aún más fuertes. Ellos eran seis y nosotros cinco. Seis sin contar a los incapacitados Longbottom. Creo que unos segundos más, y Alice moría en manos de Bellatrix.
Ahora recorríamos el sendero hacia la entrada de la Mansión, esperando que el Señor de las Tinieblas no nos castigue por no haber cumplido con su palabra...
-¡Se han salvado por los pelos, Remus! ¡Si no hubiera ido, estarían muertos!
-Es obvio que sigues sin entender el riesgo que corres...
Una vez mas, las diferencias entre Remus Lupin y James Potter salían a la luz en una intensa discusión.
-Escúchame bien... no, ¡escucha! -reitero Lupin, al ver el intento de James por interrumpirlo. -No puedes segir jugando a ser el héroe James, ya no. Ahora debes permanecer aquí, y Sirius también debería hacerlo. Es el guardian de los secretos, no debería andar suelto por ahí como si nada...
James miró fijamente a Remus, y luego poso sus ojos en la botella de cerveza de manteca mientras jugeteaba con la etiqueta con la yema de sus dedos. Lupin no sabía que Sirius no era realmente el guardián de los secretos, pero así había estado predispuesto. Mientras más gente piense que Sirius era el guardian del encantamiento Fidelio, mejor era... asi Pettigrew (el verdadero guardian) corría menos peligro.
-Como sea -dijo James, sin importancia -es obvio que Voldemort vendrá ahora por nosotros. Y esta vez no puedes pedirme que no me haga el héroe.
-Me das asco -dijo Remus, y se puso de pie. -pareciera que... que estás esperando a que Voldemort venga por ti, y por Lily! ¿Qué ganas con demostrar tu valentía frente a él?
James se acomodó los anteojos y se cruzó de brazos antes de responder.
-Eso justamente, mi valentía. Quiero que mi hijo tenga una buena impresión de su padre en el futuro.
-Si sigues enfrentando a Voldemort, Harry no tendra ningun padre en el futuro. -replicó el jóven, y dicho esto, salió de la casa de los Potter murmurando por lo bajo, como siempre lo hacía.
Julio, 1980
Luego de estar a punto de capturar a los Longbottom, la Orden del Fénix reforzó aún más la protección de ellos por lo que nos costó muchísimo tener alguna pista de ellos. La muerte de Regulus nos ha complicado mucho las cosas, no solo por la falta de sus buenos servicios, sino por la presión que generó entre los mortífagos que seguíamos vivos, cumpliendo órdenes tan importantes.
Las calles de Londres eran un desastre, los magos que se habían quedado in empleo habían caído en la delincuencia, siendo los muggles las primeras víctimas (se corría el rumor que había magos que ofrecían recompensas por los muggles que uno capturaba). Este país se había ido al infierno.
Y mientras tanto, los meses pasaban, sin saber que el momento mas triste y terrible de mi vida se acercaba.
Bellatrix estaba desaforada, no opdía contener su frustración que se mezclaba con la ira que le había provocado no acbar con el pobre matrimonio.
Escapamos de la casa de los Longbottom cuando la Orden del Fénix se apareció e interrumpió con nuestro trabajo. Yo seguía afuera de la casa pero regresé al escuchar unos estallidos y gritos aún más fuertes. Ellos eran seis y nosotros cinco. Seis sin contar a los incapacitados Longbottom. Creo que unos segundos más, y Alice moría en manos de Bellatrix.
Ahora recorríamos el sendero hacia la entrada de la Mansión, esperando que el Señor de las Tinieblas no nos castigue por no haber cumplido con su palabra...
•••
-¡Se han salvado por los pelos, Remus! ¡Si no hubiera ido, estarían muertos!
-Es obvio que sigues sin entender el riesgo que corres...
Una vez mas, las diferencias entre Remus Lupin y James Potter salían a la luz en una intensa discusión.
-Escúchame bien... no, ¡escucha! -reitero Lupin, al ver el intento de James por interrumpirlo. -No puedes segir jugando a ser el héroe James, ya no. Ahora debes permanecer aquí, y Sirius también debería hacerlo. Es el guardian de los secretos, no debería andar suelto por ahí como si nada...
James miró fijamente a Remus, y luego poso sus ojos en la botella de cerveza de manteca mientras jugeteaba con la etiqueta con la yema de sus dedos. Lupin no sabía que Sirius no era realmente el guardián de los secretos, pero así había estado predispuesto. Mientras más gente piense que Sirius era el guardian del encantamiento Fidelio, mejor era... asi Pettigrew (el verdadero guardian) corría menos peligro.
-Como sea -dijo James, sin importancia -es obvio que Voldemort vendrá ahora por nosotros. Y esta vez no puedes pedirme que no me haga el héroe.
-Me das asco -dijo Remus, y se puso de pie. -pareciera que... que estás esperando a que Voldemort venga por ti, y por Lily! ¿Qué ganas con demostrar tu valentía frente a él?
James se acomodó los anteojos y se cruzó de brazos antes de responder.
-Eso justamente, mi valentía. Quiero que mi hijo tenga una buena impresión de su padre en el futuro.
-Si sigues enfrentando a Voldemort, Harry no tendra ningun padre en el futuro. -replicó el jóven, y dicho esto, salió de la casa de los Potter murmurando por lo bajo, como siempre lo hacía.
•••
Julio, 1980
Luego de estar a punto de capturar a los Longbottom, la Orden del Fénix reforzó aún más la protección de ellos por lo que nos costó muchísimo tener alguna pista de ellos. La muerte de Regulus nos ha complicado mucho las cosas, no solo por la falta de sus buenos servicios, sino por la presión que generó entre los mortífagos que seguíamos vivos, cumpliendo órdenes tan importantes.
Las calles de Londres eran un desastre, los magos que se habían quedado in empleo habían caído en la delincuencia, siendo los muggles las primeras víctimas (se corría el rumor que había magos que ofrecían recompensas por los muggles que uno capturaba). Este país se había ido al infierno.
Y mientras tanto, los meses pasaban, sin saber que el momento mas triste y terrible de mi vida se acercaba.
viernes, 26 de marzo de 2010
Capitulo 14
Junio, 1980
La luna se asomaba detrás de una gigantezca nube negra, apenas resplandeciento. El frío era totalizante, congelaba todas mis extremidades. Pero la euforia del momento me permitía avanzar. No estaba solo: Barty Jr. me acompañaba. Bellatrix había ido en busca de un tal Karkaroff, que venía de Bulgaria y quería unirse anuestra causa. Lo traería esa noche de todos modos, como un respaldo.
Mientras caminaba por la acera, los gritos de esa mujer todavía seguían resonando en mi cabeza. Le habíamos echado el maleficio Cruciatus tantas veces que había muerto de dolor, supongo. Según Bella, ella podría haberselo aplicado más tiempo sin que muera, y pensaba practicar esa noche con los Longbottom. La despreciable Bellatrix. ¿Podía tener una mujer tanto odio, tanta sed de sangre?
¿Y qué había de mi? "Estás donde debes estar, haciendo lo que debes hacer" me contestaba a mí mismo cada vez que esa pregunta aparecía en mi cabeza.
Por suerte, esto era lo último. Si los Longbottom no era la familia que el Señor de las Tinieblas buscaba, sólo quedaría una, por lo que no hacía falta que intervengamos. Asi que había decidido ayudar al Señor de las Tinieblas a acabar con el niño de la profecía (ya que era yo el único Mortífago que sabía de la existencia de la profecía) y lueg ome iría, lejos de Inglaterra, lejos de todo lo que conocía. Quizás con Lessie, quizás solo... No me importaba, sólo quería irme.
Habíamos tardado un mes en encontrar a los Longbottom, fue fácil comparado con los Cattermole. Su hijo, Neville, nacería a fines de Julio, por lo que debíamos secuestrarlos y esperar sólo treinta días para que el chico nazca. Se habían refugiado en la costa oeste, bastante lejos de Londres, en una cabaña que daba la impresión de estar deshabitada.
-Vamos, es hora. -me dijo Barty. Salí de mis pensamientos, y lo imité haciéndome humo y apareciendome al lugar de encuentro.
El frío que provenía del mar y el olor a sal y humedad eran muy intensos. Nos aparecimos sobre una colina, desde donde podíamos ver la casa claramente. A los pocos segundos, Bellatrix, ataviada en una negra capa de viaje, se apareció a nuestras espaldas, con dos mortífagos más, del cual supuse que uno era Karkaroff.
-Allí es .-dijo ella, señalando con su varita, lista para matar.
-Vamos, entonces.- le dije, con los ojos fijos en aquella casa desolada. Descendimos la colina, hundiendo nuestros pies en la arena y sin hacer ruido, rodeamos la casa en pocos segundos. Era Barty Jr. quien estaba más cerca de la puerta, por lo que la abrió con un movimiento de varita y e ingresó primero. Bella no fue paciente y lo siguió de inmediato, dejándome a mi y a los otros dos mortífagos afuera, vigilando.
Gritos, aullidos, estallidos. Una mezcla inaguantable de sonidos salieron de la casa por un buen rato. Y pasaron los minutos, varios de ellos... ¿Por qué tardaban tanto? Yo debía quedarme afuera vigilando, pero decidí cambiar de posición.
-Tú, vigila. -le dije a uno de mis compañeros, mientras empuñaba la varita y entraba a la casa.
La escena era horrible: sangre por todos lados, los muebles partidos en miles de pedazos, las paredes adornadas con cráteres, producto de poderosas maldiciones. Atravesé el comedor destruido, guiándome por los gritos que venían del piso de arriba. Subí las escaleras de madera rápidamente, sin saber con lo que me encontraría.
Mis ojos casi salen de sus órbitas al ver a la jóven Alice, embarazada y tumbada en el piso, casi sin vida. Frank estaba contra la pared, mirando con desesperación a su esposa. De pie, Bellatrix y Crouch alzaban sus varitas una y otra vez, mirando con regocijo como Alice se retorcía en el suelo.
-¿Qué están haciendo? ¡ALTO! -grité. Pero ninguno me hizo caso. Estaban tan... entusiasmados, disfrutando la escena. Me dio asco. Una y otra vez, la maldición Cruciatus caía sobre Alice, quien seguramente sentiría cientos de cuchillos clavándose en cada centímetro de su piel...
Me di media vuelta, bajé las escaleras salteando los escalones de tres y salí de la casa, caminando por la arena sin rumbo. Casi corría, pero no me daba cuenta. Luego me caí (o me deje caer) sobre el suelo, con medio rostro apoyado al piso, sintiendo cómo se perdían mis lágrimas.
-¡COBARDE!- me grité a mi mismo, entre sollozos.
La luna se asomaba detrás de una gigantezca nube negra, apenas resplandeciento. El frío era totalizante, congelaba todas mis extremidades. Pero la euforia del momento me permitía avanzar. No estaba solo: Barty Jr. me acompañaba. Bellatrix había ido en busca de un tal Karkaroff, que venía de Bulgaria y quería unirse anuestra causa. Lo traería esa noche de todos modos, como un respaldo.
Mientras caminaba por la acera, los gritos de esa mujer todavía seguían resonando en mi cabeza. Le habíamos echado el maleficio Cruciatus tantas veces que había muerto de dolor, supongo. Según Bella, ella podría haberselo aplicado más tiempo sin que muera, y pensaba practicar esa noche con los Longbottom. La despreciable Bellatrix. ¿Podía tener una mujer tanto odio, tanta sed de sangre?
¿Y qué había de mi? "Estás donde debes estar, haciendo lo que debes hacer" me contestaba a mí mismo cada vez que esa pregunta aparecía en mi cabeza.
Por suerte, esto era lo último. Si los Longbottom no era la familia que el Señor de las Tinieblas buscaba, sólo quedaría una, por lo que no hacía falta que intervengamos. Asi que había decidido ayudar al Señor de las Tinieblas a acabar con el niño de la profecía (ya que era yo el único Mortífago que sabía de la existencia de la profecía) y lueg ome iría, lejos de Inglaterra, lejos de todo lo que conocía. Quizás con Lessie, quizás solo... No me importaba, sólo quería irme.
Habíamos tardado un mes en encontrar a los Longbottom, fue fácil comparado con los Cattermole. Su hijo, Neville, nacería a fines de Julio, por lo que debíamos secuestrarlos y esperar sólo treinta días para que el chico nazca. Se habían refugiado en la costa oeste, bastante lejos de Londres, en una cabaña que daba la impresión de estar deshabitada.
-Vamos, es hora. -me dijo Barty. Salí de mis pensamientos, y lo imité haciéndome humo y apareciendome al lugar de encuentro.
El frío que provenía del mar y el olor a sal y humedad eran muy intensos. Nos aparecimos sobre una colina, desde donde podíamos ver la casa claramente. A los pocos segundos, Bellatrix, ataviada en una negra capa de viaje, se apareció a nuestras espaldas, con dos mortífagos más, del cual supuse que uno era Karkaroff.
-Allí es .-dijo ella, señalando con su varita, lista para matar.
-Vamos, entonces.- le dije, con los ojos fijos en aquella casa desolada. Descendimos la colina, hundiendo nuestros pies en la arena y sin hacer ruido, rodeamos la casa en pocos segundos. Era Barty Jr. quien estaba más cerca de la puerta, por lo que la abrió con un movimiento de varita y e ingresó primero. Bella no fue paciente y lo siguió de inmediato, dejándome a mi y a los otros dos mortífagos afuera, vigilando.
Gritos, aullidos, estallidos. Una mezcla inaguantable de sonidos salieron de la casa por un buen rato. Y pasaron los minutos, varios de ellos... ¿Por qué tardaban tanto? Yo debía quedarme afuera vigilando, pero decidí cambiar de posición.
-Tú, vigila. -le dije a uno de mis compañeros, mientras empuñaba la varita y entraba a la casa.
La escena era horrible: sangre por todos lados, los muebles partidos en miles de pedazos, las paredes adornadas con cráteres, producto de poderosas maldiciones. Atravesé el comedor destruido, guiándome por los gritos que venían del piso de arriba. Subí las escaleras de madera rápidamente, sin saber con lo que me encontraría.
Mis ojos casi salen de sus órbitas al ver a la jóven Alice, embarazada y tumbada en el piso, casi sin vida. Frank estaba contra la pared, mirando con desesperación a su esposa. De pie, Bellatrix y Crouch alzaban sus varitas una y otra vez, mirando con regocijo como Alice se retorcía en el suelo.
-¿Qué están haciendo? ¡ALTO! -grité. Pero ninguno me hizo caso. Estaban tan... entusiasmados, disfrutando la escena. Me dio asco. Una y otra vez, la maldición Cruciatus caía sobre Alice, quien seguramente sentiría cientos de cuchillos clavándose en cada centímetro de su piel...
Me di media vuelta, bajé las escaleras salteando los escalones de tres y salí de la casa, caminando por la arena sin rumbo. Casi corría, pero no me daba cuenta. Luego me caí (o me deje caer) sobre el suelo, con medio rostro apoyado al piso, sintiendo cómo se perdían mis lágrimas.
-¡COBARDE!- me grité a mi mismo, entre sollozos.
jueves, 25 de marzo de 2010
Capitulo 13
Subí un largo tramo de escalera junto a Yaxley, pasando por al ladode infinidad de cuadros y tapices que adornaban las paredes de la lujosa mansión. Al llegar a lo que supuse era el cuarto piso, caminamos un tramo de pasillo y desembocamos a una amplia sala bastante iluminada, con una mesa enorme y pulida donde se reflejaba el fuego qe adría en una chimenea cercana. La mesa estaba cubierta de pergaminos con notas, plumas y tinteros. Yaxley se acercó a la mesa y comenzó a revolver entre los papeles. Pocos segundos más tarde, escuché pasos a mis espaldas, y en un instante un par de conocidos hicieron su entrada a la habitación. Belatrix iba primera, seguida de Rodolphus y Rabastan. También estaba Dolohov, que murmuraba seriamente a Travers mientras éste lo escuchaba con atención, y Barty Crouch Jr, que tenía los ojos saltones y el pelo más enmarañado todavía, lo que le daba aún más la impresión de psicópata. Lucius fué el último en unirse a nosotros.
-Bien, ahora que estamos todos. -dijo Yaxley -el Señor de las Tinieblas tiene trabajo, y debemos realizarlo con la máxima discreción posible.
-¿De qué se trata? -preguntó Dolohov con poco interes, como si deseara estar en otra parte.
-Una búsqueda, muy rigurosa. - contestó Yaxley, mientras seguía revolviendo entre el papeleo.
-Y si nos la ha encomendado a nosotros, supongo que quiere que trabajemos con nuestros... métodos usuales. -dijo Bellatrix con una maliciosa sonrisa.
-Tranquila, Bella -dijo Travers -¿No has tenido suficiente con lo de los McKinnon?
-Nunca es suficiente para mi, querido. -contestó con una falsa dulzura.
-Aquí está - exclamó Travers, y alzó un papel -En este papel hay tres familias que deben ser encontradas inmediatamente.
Era tan astuto. No esperaría a que pasara ni una insignificante noche. Esa lista contenía familias que seguramente cumplan con las condiciones de la profecía que yo había escuchado. Serían parejas que estaban esperando un hijo a fines de Julio; aurores o de la Oden del Fénix, porque debían de haberse enfrentado tres veces al Señor de las Tinieblas... ¡Pobres de ellos! Algunos morirían inocentemente, y nisiquiera sabrían porqué.
-Es probable que ya estén advertidos del peligro que corren, por lo que no nos será fácil encontrarlos.
-Danos los nombres de una vez, y haremos el trabajo. -le dije con impaciencia.
-No. -dijo Traves fríamente .-No harán nada, no pueden tocarlos siquiera. Sólo debemos encontrarlos, ya que el Señor de las Tinieblas quiere encargarse de ellos en persona. Pero sólo de una de estas familias; cuando sepamos con cuál quiere quedarse, eliminaremos a las otras dos.
-¿Y que hacemos mientras tanto? ¿Los invitamos a tomar el té? -preguntó Lucius, mientras consultaba su reloj de bolsillo. -Si el Señor de las Tinieblas espera que yo haga guardias noche y día para encontrar a una familia y esperar meses para poder eliminarla, es prueba suficiente para mi de que él ha perdido la cabeza...
-¡COBARDE, CÓMO TE ATRVES!- le gritó Bellatrix mientras empuñaba su varita.
-Me atrevo -dijo Lucius tomando la suya -porque tengo pruebas más que suficientes para decirlo, y que no te sorprenda saber que soy el único aquí que lo piensa...
Tras las tensas miradas de los Mortífagos, decidí hablar para romper la atmósfera.
-Secuestrémoslos .-dije cortante- Traigamoslos aquí, será más sencillo que esperar a recibir la órden para hacerlo.
-¿No has entendido, Snape? No podemos tocar a esas personas...-dijo Rodolphus.
-No les haremos daño. Busquemoslas una por una, hagamos un proceso de descarte. Y cuando el Señor de las Tinieblas quiera actuar contra una de ellas, las tendremos encerradas en el sótano de esta mansión.
Todos me miraron con recelo, y fue Travers quien asintió primero. Los demás lo imitaron.
-Como sea -dijo Yaxley. -¿Les parece bien si comenzamos con los Cattermole?
Comenzamos a buscar a la familia Cattermole esa noche de diciembre de 1979. Los encontramos en marzo de 1980, en las afueras de Gales, y los secuestramos a ambos sin hacerles daño. Un mes después, el Señor de las Tinieblas nos ordenó que los asesinemos, ya que se suponía (por lo que me contó a mi personalmente) que el niño de la profecía debía nacer a fines de Julio, y la mujer de Cattermole había perdido el embarazo en el sótano de la mansión. El Señor de las Tinieblas no nos hecho la culpa, ya que la profecía expresaba que el niño iba a nacer si o si bajo cualquier condición.
Por lo tanto, continuamos con las dos familias restantes, que (según nos habían informado nuestros espías en San Mungo) esperaban felizmente a su hijo varón a fines de Julio. "Encuéntrenlos, rápido! Pero no les hagan nada, quiero mirar al los ojos al niño que tanto me amenaza y reírme en su rostro" me había dicho el Señor de las Tinieblas.
A fines de Mayo, Yaxley nos citó para darnos a conocer el nombre de la familia que seguía en la lista, dejando a la última sin revelar.
Los Longbottom, ellos eran los próximos.
-Bien, ahora que estamos todos. -dijo Yaxley -el Señor de las Tinieblas tiene trabajo, y debemos realizarlo con la máxima discreción posible.
-¿De qué se trata? -preguntó Dolohov con poco interes, como si deseara estar en otra parte.
-Una búsqueda, muy rigurosa. - contestó Yaxley, mientras seguía revolviendo entre el papeleo.
-Y si nos la ha encomendado a nosotros, supongo que quiere que trabajemos con nuestros... métodos usuales. -dijo Bellatrix con una maliciosa sonrisa.
-Tranquila, Bella -dijo Travers -¿No has tenido suficiente con lo de los McKinnon?
-Nunca es suficiente para mi, querido. -contestó con una falsa dulzura.
-Aquí está - exclamó Travers, y alzó un papel -En este papel hay tres familias que deben ser encontradas inmediatamente.
Era tan astuto. No esperaría a que pasara ni una insignificante noche. Esa lista contenía familias que seguramente cumplan con las condiciones de la profecía que yo había escuchado. Serían parejas que estaban esperando un hijo a fines de Julio; aurores o de la Oden del Fénix, porque debían de haberse enfrentado tres veces al Señor de las Tinieblas... ¡Pobres de ellos! Algunos morirían inocentemente, y nisiquiera sabrían porqué.
-Es probable que ya estén advertidos del peligro que corren, por lo que no nos será fácil encontrarlos.
-Danos los nombres de una vez, y haremos el trabajo. -le dije con impaciencia.
-No. -dijo Traves fríamente .-No harán nada, no pueden tocarlos siquiera. Sólo debemos encontrarlos, ya que el Señor de las Tinieblas quiere encargarse de ellos en persona. Pero sólo de una de estas familias; cuando sepamos con cuál quiere quedarse, eliminaremos a las otras dos.
-¿Y que hacemos mientras tanto? ¿Los invitamos a tomar el té? -preguntó Lucius, mientras consultaba su reloj de bolsillo. -Si el Señor de las Tinieblas espera que yo haga guardias noche y día para encontrar a una familia y esperar meses para poder eliminarla, es prueba suficiente para mi de que él ha perdido la cabeza...
-¡COBARDE, CÓMO TE ATRVES!- le gritó Bellatrix mientras empuñaba su varita.
-Me atrevo -dijo Lucius tomando la suya -porque tengo pruebas más que suficientes para decirlo, y que no te sorprenda saber que soy el único aquí que lo piensa...
Tras las tensas miradas de los Mortífagos, decidí hablar para romper la atmósfera.
-Secuestrémoslos .-dije cortante- Traigamoslos aquí, será más sencillo que esperar a recibir la órden para hacerlo.
-¿No has entendido, Snape? No podemos tocar a esas personas...-dijo Rodolphus.
-No les haremos daño. Busquemoslas una por una, hagamos un proceso de descarte. Y cuando el Señor de las Tinieblas quiera actuar contra una de ellas, las tendremos encerradas en el sótano de esta mansión.
Todos me miraron con recelo, y fue Travers quien asintió primero. Los demás lo imitaron.
-Como sea -dijo Yaxley. -¿Les parece bien si comenzamos con los Cattermole?
•••
Comenzamos a buscar a la familia Cattermole esa noche de diciembre de 1979. Los encontramos en marzo de 1980, en las afueras de Gales, y los secuestramos a ambos sin hacerles daño. Un mes después, el Señor de las Tinieblas nos ordenó que los asesinemos, ya que se suponía (por lo que me contó a mi personalmente) que el niño de la profecía debía nacer a fines de Julio, y la mujer de Cattermole había perdido el embarazo en el sótano de la mansión. El Señor de las Tinieblas no nos hecho la culpa, ya que la profecía expresaba que el niño iba a nacer si o si bajo cualquier condición.
Por lo tanto, continuamos con las dos familias restantes, que (según nos habían informado nuestros espías en San Mungo) esperaban felizmente a su hijo varón a fines de Julio. "Encuéntrenlos, rápido! Pero no les hagan nada, quiero mirar al los ojos al niño que tanto me amenaza y reírme en su rostro" me había dicho el Señor de las Tinieblas.
A fines de Mayo, Yaxley nos citó para darnos a conocer el nombre de la familia que seguía en la lista, dejando a la última sin revelar.
Los Longbottom, ellos eran los próximos.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)