Palacios enormes, si los había. Pero a diferencia de los duques y condes que de allí cerca vivían, el palacio del príncipe la diferencia hacía. No había terreno que se le compare, ni sedas mas finas y suaves. No había mármol mas negro, ni oro más brillante, que el que uno pudiera encontrar en el castillo del jóven monarca.
Envidia sobraba, rencor desbordaba; mentiras corrían, y rumores se formaban. A su sombra, la sombra que dejaba atrás su imponente figura, las palabras iban y venían, alimentaban su amargura. Pero era lo que más ira generaba la poca importancia que el príncipe a esto le daba. "Es preciso abdicar", "Es necesario huir", era los consejos que a diario escuchaba. Pero, ¿qué sabían ellos de gobernar? ¿Qué sabían ellos de torturar y amar? Sólo poder detentaban, tenían hambre de autoridad. Poco confiables eran, al igual que la corte entera en su totalidad! Por que si, era un príncipe rodeado de nobles, lujos y poder, pero ¿cuántos de ellos eran lo que decían ser? ¿Cuánto valían, de qué le servían la seda, el mármol y el oro a la hora de vencer? Nada, sólo nada.
Príncipe de cuentos, sin un final feliz. Eso era tan solo lo que sabía que pasaría, cómo terminaría su historia, como acabaría su vida.
Respondí de inmediato al llamado. Subí desesperado las escaleras hacia el primer piso, directo a la sala donde acostumbraba a reunirme con Él. Y allí me esperaba, como siempre. Dispuesto a ordenar, nunca a cumplir. Por que lord Voldemort no había nacido para cumplir, claro que no.
Era extraño notarlo, casi aterrador y chistoso, pero había alegría en su feo rostro.
-¡Lo tengo, Severus! ¡Lo he conseguido! -me dijo. -Una vez más, lord Voldemort triunfa, y les demuestra aquellos que me cuestionan que se equivocaban terriblemente.
-Lo siento, señor, pero ¿a qué debe su felicidad? -pregunté con mucho respeto.
-Encontré a la tercer familia, y estoy seguro que es la de la profecía. Sólo me he enfrentado una vez con los Longbottom, y el tiempo que la profecía dictó se ha terminado. -relataba convencidísimo, mientras jugaba con la varita entre sus dedos. -En efecto, sólo queda una familia de magos en toda Inglaterra, ¡en el mundo me atrevería a decir! Qué se ha enfrentado a lord Voldemort dos veces, pero no pasará de la tercera. Y gracias al destino, su hijo ha nacido a fines de Julio, hace poco más de un año.
-Pero... creí que eran los Longbottom, la familia de la profecía...
-La profecía no se refería a una familia, ingenuo. Y ahora vete, reúne un grupo y ve al Valle de Godric. Necesito que encuentres a esta familia por mi. -dijo con una maliciosa sonrisa.
-Si, mi lord. -contesté, y le dí la espalda para dirigirme a la puerta. Vacilé un segundo, y le dije. -Por cierto, ¿a qué familia se refiere, si se puede saber?
Él me miró con sus ojos, llenos de regocijo.
-La feliz familia Potter, ¿los conoces?
1, 2, 3. Latía mi corazón
"¿No te has enterado la feliz noticia?" Me había dicho Regulus aquella vez en el bar.
4, 5, 6.
"Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes" Las fechas coincidían, hacía un mes que se habían enfrentado en la Casa de los Gritos.
7, 8, 9.
-¿Es por ella, verdad? ¡Siempre ha sido por ella, siempre! - me replicó Lessie hace ya muchísimas noches. Ella sabía.
Todo encajaba.
10.
-No -dije susurrando. Mi respiración se entrecortaba, iba a desmayarme. Mi cerebro trabajaba a mil por hora, estaba desesperado. -No .-repetí, con la voz quebrada.
-¿Los conoces, entonces? -reformuló el Señor de las Tinieblas, violentamente. -Contesta.
-Si -dije con muchísima voluntad.
-Sabras entonces que la chica es una sangre impura, ¿no? -dijo con desprecio.
-¿De verdad? -pregunte con asombro. -¡Qué pena! Me interesó en la adolescencia, hace ya un par de años...
La mente en blanco, liberate de todas las emociones Severus, hazlo.
Como lo supuse, sentí los penetrantes ojos rojos ingresando a mi mente vacía entonces. Las gotas de transpiración recorrían mi cuerpo, que temblaba ligeramente y era en vano controlarlo. Convencido, el Señor de las Tinieblas sonrió.
-¿Sería acaso mucho pedir...? Digo, usted es sabio, mi lord. Y comprende mejor que nadie los triunfos personales...
-¿Qué puedo hacer por ti, Severus? No puedo negar que te mereces una enorme recompensa.
-Me gustaría... deshacerme en persona de la sangre impura.
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