miércoles, 31 de marzo de 2010
Capitulo 18
-¿Estás jugando conmigo? -dijo Voldemort, indignado.
-Jamás, milord. Y me ofende que haga esas acusaciones, cuando más de una vez he demostrado mi fidelidad hacia usted, mi respeto, mi compromiso!
-No puedes interferir, has escuchado las palabras de Trelawney...
-La profecía hablaba de un niño, señor. Los padres no intervienen tampoco, déjemelos a mi. Quiero tener esa gloria, ese crédito personal de deshacerme de la mujer que tantos años... se burló de mi.
-Es arriesgado...
-Le prometo -le dije, mientras me acercaba a Él. -Le aseguro, mi señor, que los eliminaré sin vacilar. Pero déjeme encargarme de ellos. Además, el niño no representa una amenaza después de todo para Usted, ¡es ilógico pensarlo!
-Silencio. -dijo, cortante, mientras meditaba. -La madre es toda tuya -deliberó segundos más tarde. - a menos que me provoque y acabe igual que lo harán su marido e hijo.
-Eso es todo lo que pido, la máxima gloria que puede darme, mi lord.
Cerré la puerta de la habitación, y comenzé a correr. Atravesé el pasillo, bajé la escalera, y no paré hasta pasar el hall, salir al patio y cruzar la verja de hierro que delimitaba la mansión con el exterior. Allí, me desapareci, en medio de la noche.
La capa de viaje se levantaba increíblemente aunque no había mucho viento. Estaba corriendo, aunque era muy incómodo hacerlo con botas pero no interesaba. La capucha se decidió, y optó por caerse de mi cabeza, liberando mi oscuro cabello al aire libre, acompañando a la capa en su vuelo. La Marca había ardido, y era él, estaba segura...
Me aparecí en uno de los extensos jardines del palacio de Bucklinham. Era uno de los lugares de preferencia de Lessie, asi que decidí citarla allí. No correría riesgo alguno, pero disponía de poco tiempo. A lo lejos, la vi. Venía corriendo, con una capa ondulando detrás de ella. Lo primero que hizo fue abrazarme fuertemente, pero yo la empujé y cayó al piso.
-¡No me toques! -dije con furia.
Ella me miró desde el piso, con los ojos humedecidos y las mejillas sonrojadas.
-¡Siempre supiste! ¡Siempre!
-¿De qué ha...?
-¡La profecía! ¡Sabías que se refería a Lily! ¿Desde hace cuánto lo sabes? ¿Hace cuanto que me lo has ocultado?
Estaba fuera de si, me había puesto muy violento, la verdad. Sin embargo, la muchacha seguía tendida en el piso, con la larga falda rayada tapandole las piernas, y las palmas de las manos sosteniendo su cuerpo en el pasto.
-No... estás confundido! Sólo sabía del embarazo de esa... -y la rabia le impidió seguir.
-¡Mientes! -le dije, y la tomé por la camisa, levantándola del suelo. -Estás enferma, ¿sabías? ¡Estás loca, Lessie! ¡Tu obsesión por mi nos ha arruinado, a ambos! ¡Y a más de una persona también!
-Deja de torturarme, por favor... yo te amo, Severus. -me dijo por lo bajo.
La solté, pero esta vez cayó de pie.
-Te juro por mi vida que no sabía nada de ninguna profecía, te sulpico que me creas.
Pero yo no la escuchaba. Estaba pensando en matarla, si... la furia que tenía me lo pedía, esa furia que ocultaba el dolor que sentía. La mujer que yo amaba estaba a punto de perder la vida, quizás mañana por la noche, quizás ahora.
-¡Mátame si quieres, no me importa! Pero cree en mi antes de hacerlo, Severus...
Me había leído la mente. Yo estaba muy furioso para bloquear mis pensamientos, un gran error la verdad.
Una de las ventanas del palacio, a lo lejos, se encendió, y el ladrido de unos cuantos perros se escucharon a lo lejos. Mis gritos habían alarmado a la guardia real.
-No quiero volver a verte, jamás. Y si te cruzas por mi camino una vez más...
-En vano dices eso! Hasta el verdadero fin te voy seguir, me es inevitable! -me replicó de inmediato, llorando desconsoladamente. Luego giré sobre mis talones y me aparecí en la puerta de la Casa de los Gritos.
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