Resumen

"El cuento del Príncipe" es un fanfic con el objetivo de explorar el pasado de Snape y poder comprenderlo mejor.
El fic está dividido en cuatro partes.
La PRIMERA PARTE transcurre en el castillo, y habla sobre la relación con Lily, la entrada a los Mortífagos y su adicción a las Artes Oscuras. También aparece un personaje inventado pero no por eso mal ubicado, que intenta resaltar el lado adolescente de Severus. A su vez, se señala la relación con la familia Malfoy.
La SEGUNDA PARTE transcurre en la Mansión Malfoy principalmente, y en otros lugares pero en menor grado. Se explica la relación con Voldemort, Bellatrix, y el porqué un mestizo es aceptado por el Señor de Las Tinieblas.
Hay momentos de crísis y desesperación, donde Severus se replantea sus acciones. Se menciona la relación con sus padres.
La TERCERA PARTE transcurre nuevamente en el castillo, en séptimo año. Aquí aparecen constantemente los merodeadores, Lily y Regulus Black, que también intenta remarcar la parte humana de Severus. Esta parte está llena de problemáticas tanto adolescentes como sociales, y Severus toma decisiones que marcarán su vida.
La CUARTA PARTE es la etapa final. Se estabilizan todas las historias para poder encajar en la historia original, quedando lo más fiel posible a las raíces de los personajes escritos por J K Rowling.


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"El maestro de Pociones" es la segunda parte de "El cuento del príncipe". Constará de una sola parte, comprendiendo la etapa de Severus como profesor, Mortífago, miembro de la Orden del Fénix, y eterno amante de Lily Evans. Las historias y personajes de su adolescencia aparecen nuevamente, aunque no todos tienen buenas intenciones para con él. ¿Por qué el príncipe se convierte en profesor de Hogwarts? ¿Protegió a Harry por amor a Lily, o por el remordimiento de haber causado su muerte? ¿De qué lado estaba Snape? Son algunas preguntas que se intetarán responder...
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"El hombre más valiente" es la tercera y última parte de "El cuento del príncipe". Esta estapa final abarca algunos capítulos de los libros 3, 4, 5, 6 y 7, por lo que es quizás la más compleja de escribir. La idea es resaltar los momentos en que Snape aparece en la historia original y relatar aquellos momentos que Rowling ocultó, asi hasta llegar al fin de la vida de Severus. Esta parte tendrá muchos saltos en el tiempo y no será totalmente consecutiva como lo fueron las anteriores, demostrando cómo todo encaja finalmente y dando significado lo que Harry dijo alguna vez de él: "Es el hombre más valiente que conocí."

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Y es acá donde todo termina. Donde descubro realmente si una vida llena de sacrificios y pérdidas sirvieron de algo. Si pude realmente cumplir aunque sea sólo una promesa, a pesar de las tantas que había roto. No soy de esos que creen en la vida después de la muerte, me parece absurdo. Pero al menos, antes de partir, voy a intentar limpiar mi nombre tanto como pueda, y salvar a tanta gente que arruiné. Es este, sin duda alguna, el fin
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miércoles, 31 de marzo de 2010

Capitulo 19


Con la varita en mano, volé la puerta de la destartalada casa en mil pedazos y me agaché cuando llegué a una de las esquinas del destruido comedor, pasando por el túnel que salía a Hogwarts. Inmovilizé al Sauce Boxeador de un movimiento de varita, luego me apliqué un encantamiento desilusionador y avanzé a grandes pasos por el húmedo pasto de los terrenos del castillo.
Inconsciente, guiado por mis impulsos. Por mi ira, por mi amor. Disponía de pocas horas, pero la salvaría. Sabía qué hacer, siempre lo supe: la única persona a la que el Señor de las Tinieblas le temía era Dumbledore. Él sabría entenderme, siempre confió exageradamente en las personas. Y yo sabía ganarme la confianza de la gente.
Hogwarts me miraba culpable, con resentimiento. ¡Quién sabe la cantidad de chicos que se andarían paseando a esas horas de la madrugada, cometiendo travesuras, explorando lo mas cercano que tenían a un hogar, como yo y tantos otros lo habíamos hecho! Recordé cada momento que había pasado allí con Lily, como si fuera yo (y no ella) el que estuviera a punto de morir, y la Muerte caminaba conmigo a mi lado mostrándome toda mi vida en pocos segundos...
De repente, mi cuerpo quedó inmóvil en medio del terreno. Esperaba que pasara algo de eso, estaba seguro. El Sol comenzaba a asomarse por el horizonte, bañando de a poco el pasto afilado. Luego, sentí una mano que me tomaba fuertemente por el hombro y me guiaba en su aparición hacia quién sabe donde.
Caí al suelo con la sensación de ahogo que me producía desaparecerme. Me reincorporé como pude, pero sentí un fuerte golpe en el estómago que hizo que me doble por la cintura y vuelva a caer. Luego sentí otro aún más fuerte que me cortó la respiración.
-¡No me mate! -le dije, mientras sentía como la varita se me caía de la mano.
Estabamos los dos en la cima de una montaña fría y desamparada.
-Esa no era mi intención. -me respondió Dumbledore.
Parado frente a mi, iluminaba la escena con su varita.
-¿Y bien, Severus? ¿Qué mensaje me traes de lord Voldemort?
-¡No, no se trata de ningún mensaje...! ¡He venido por mi cuenta! -le dije apresuradamente, mientras volvía a intentar ponerme de pie, aunque me costaba mucho. -He venido para hacerle una advertencia... No, una petición... Por favor...
-¿Y qué petición podría hacerme un Mortífago? -me preguntó con desprecio.
-La profecía... -dije, sin saber por dónde empezar. -La predicción... Trelawney...
-¡Ah, si! ¿Cuántas cosas le has contado a lord Voldemort?
-¡Todo! ¡Todo lo que oí! ¡Por eso... es por eso que... cree que se refiere a Lily Evans!
-La profecía no se refería a una mujer -replicó Dumbledore -, sino a un niño nacido a finales de julio...
-¡Ya sabe usted lo que quiero decir! -le dije con impaciencia, -Él cree que se refiere al hijo de ella, y va a atraparlo, los matará a todos...
-Si tanto significa ella para ti -insinuó Dumbledore -seguro que lord Voldemort le perdonará la vida, ¿no? ¿No podrías pedirle clemencia para la madre, a cambio del hijo?
-Ya se lo he... se lo he pedido. -dije, entre lágrimas.
-Me das asco. -dijo con tanto desprecio en su voz. -Entonces, ¿no te importa que mueran el marido y el niño? ¿Da igual que ellos mueran, siempre que tú consigas lo que quieres?
Sólo me importaba Lily, sólo Lily... James no merecía morir, pero el caso era que no me agradaba salvarle la vida, en absoluto. Y en cuanto al hijo...
-Escóndalos a todos. Proteja... Protéjalos a los tres. Por favor. -le dije finalmente.
-¿Y qué me darás a cambio, Severus?
-¿A... a cambio? - Olvidando la Marca Tenebrosa que tenía tatuada, olvidando todas las cosas malas que había hecho, las traiciones y los asesinatos, las mentiras y las torturas: todo, absolutamente todo, por salvar a la mujer que amaba. ¿Qué otra opción tenía? Dumbledore salvaría a Lily, él no dejaría que nada malo le pase.
-Lo que usted quiera.

Jamás me arrepentí de haber tomado esa decisión, de haber ofrecido todo. Después de todo este tiempo, jamás.


Capitulo 18


-¿Estás jugando conmigo? -dijo Voldemort, indignado.
-Jamás, milord. Y me ofende que haga esas acusaciones, cuando más de una vez he demostrado mi fidelidad hacia usted, mi respeto, mi compromiso!
-No puedes interferir, has escuchado las palabras de Trelawney...
-La profecía hablaba de un niño, señor. Los padres no intervienen tampoco, déjemelos a mi. Quiero tener esa gloria, ese crédito personal de deshacerme de la mujer que tantos años... se burló de mi.
-Es arriesgado...
-Le prometo -le dije, mientras me acercaba a Él. -Le aseguro, mi señor, que los eliminaré sin vacilar. Pero déjeme encargarme de ellos. Además, el niño no representa una amenaza después de todo para Usted, ¡es ilógico pensarlo!
-Silencio. -dijo, cortante, mientras meditaba. -La madre es toda tuya -deliberó segundos más tarde. - a menos que me provoque y acabe igual que lo harán su marido e hijo.
-Eso es todo lo que pido, la máxima gloria que puede darme, mi lord.
Cerré la puerta de la habitación, y comenzé a correr. Atravesé el pasillo, bajé la escalera, y no paré hasta pasar el hall, salir al patio y cruzar la verja de hierro que delimitaba la mansión con el exterior. Allí, me desapareci, en medio de la noche.

La capa de viaje se levantaba increíblemente aunque no había mucho viento. Estaba corriendo, aunque era muy incómodo hacerlo con botas pero no interesaba. La capucha se decidió, y optó por caerse de mi cabeza, liberando mi oscuro cabello al aire libre, acompañando a la capa en su vuelo. La Marca había ardido, y era él, estaba segura...

Me aparecí en uno de los extensos jardines del palacio de Bucklinham. Era uno de los lugares de preferencia de Lessie, asi que decidí citarla allí. No correría riesgo alguno, pero disponía de poco tiempo. A lo lejos, la vi. Venía corriendo, con una capa ondulando detrás de ella. Lo primero que hizo fue abrazarme fuertemente, pero yo la empujé y cayó al piso.
-¡No me toques! -dije con furia.
Ella me miró desde el piso, con los ojos humedecidos y las mejillas sonrojadas.
-¡Siempre supiste! ¡Siempre!
-¿De qué ha...?
-¡La profecía! ¡Sabías que se refería a Lily! ¿Desde hace cuánto lo sabes? ¿Hace cuanto que me lo has ocultado?
Estaba fuera de si, me había puesto muy violento, la verdad. Sin embargo, la muchacha seguía tendida en el piso, con la larga falda rayada tapandole las piernas, y las palmas de las manos sosteniendo su cuerpo en el pasto.
-No... estás confundido! Sólo sabía del embarazo de esa... -y la rabia le impidió seguir.
-¡Mientes! -le dije, y la tomé por la camisa, levantándola del suelo. -Estás enferma, ¿sabías? ¡Estás loca, Lessie! ¡Tu obsesión por mi nos ha arruinado, a ambos! ¡Y a más de una persona también!
-Deja de torturarme, por favor... yo te amo, Severus. -me dijo por lo bajo.
La solté, pero esta vez cayó de pie.
-Te juro por mi vida que no sabía nada de ninguna profecía, te sulpico que me creas.
Pero yo no la escuchaba. Estaba pensando en matarla, si... la furia que tenía me lo pedía, esa furia que ocultaba el dolor que sentía. La mujer que yo amaba estaba a punto de perder la vida, quizás mañana por la noche, quizás ahora.
-¡Mátame si quieres, no me importa! Pero cree en mi antes de hacerlo, Severus...
Me había leído la mente. Yo estaba muy furioso para bloquear mis pensamientos, un gran error la verdad.
Una de las ventanas del palacio, a lo lejos, se encendió, y el ladrido de unos cuantos perros se escucharon a lo lejos. Mis gritos habían alarmado a la guardia real.
-No quiero volver a verte, jamás. Y si te cruzas por mi camino una vez más...
-En vano dices eso! Hasta el verdadero fin te voy seguir, me es inevitable! -me replicó de inmediato, llorando desconsoladamente. Luego giré sobre mis talones y me aparecí en la puerta de la Casa de los Gritos.

Capitulo 17

Palacios enormes, si los había. Pero a diferencia de los duques y condes que de allí cerca vivían, el palacio del príncipe la diferencia hacía. No había terreno que se le compare, ni sedas mas finas y suaves. No había mármol mas negro, ni oro más brillante, que el que uno pudiera encontrar en el castillo del jóven monarca. 
Envidia sobraba, rencor desbordaba; mentiras corrían, y rumores se formaban. A su sombra, la sombra que dejaba atrás su imponente figura, las palabras iban y venían, alimentaban su amargura. Pero era lo que más ira generaba la poca importancia que el príncipe a esto le daba. "Es preciso abdicar", "Es necesario huir", era los consejos que a diario escuchaba. Pero, ¿qué sabían ellos de gobernar? ¿Qué sabían ellos de torturar y amar? Sólo poder detentaban, tenían hambre de autoridad. Poco confiables eran, al igual que la corte entera en su totalidad! Por que si, era un príncipe rodeado de nobles, lujos y poder, pero ¿cuántos de ellos eran lo que decían ser?  ¿Cuánto valían, de qué le servían la seda, el mármol y el oro a la hora de vencer? Nada, sólo nada.
Príncipe de cuentos, sin un final feliz. Eso era tan solo lo que sabía que pasaría, cómo terminaría su historia, como acabaría su vida. 

Respondí de inmediato al llamado. Subí desesperado las escaleras hacia el primer piso, directo a la sala donde acostumbraba a reunirme con Él. Y allí me esperaba, como siempre. Dispuesto a ordenar, nunca a cumplir. Por que lord Voldemort no había nacido para cumplir, claro que no.
Era extraño notarlo, casi aterrador y chistoso, pero había alegría en su feo rostro.
-¡Lo tengo, Severus! ¡Lo he conseguido! -me dijo. -Una vez más, lord Voldemort triunfa, y les demuestra aquellos que me cuestionan que se equivocaban terriblemente.
-Lo siento, señor, pero ¿a qué debe su felicidad? -pregunté con mucho respeto.
-Encontré a la tercer familia, y estoy seguro que es la de la profecía. Sólo me he enfrentado una vez con los Longbottom, y el tiempo que la profecía dictó se ha terminado. -relataba convencidísimo, mientras jugaba con la varita entre sus dedos. -En efecto, sólo queda una familia de magos en toda Inglaterra, ¡en el mundo me atrevería a decir! Qué se ha enfrentado a lord Voldemort dos veces, pero no pasará de la tercera. Y gracias al destino, su hijo ha nacido a fines de Julio, hace poco más de un año.
-Pero... creí que eran los Longbottom, la familia de la profecía...
-La profecía no se refería a una familia, ingenuo. Y ahora vete, reúne un grupo y ve al Valle de Godric. Necesito que encuentres a esta familia por mi. -dijo con una maliciosa sonrisa.
-Si, mi lord. -contesté, y le dí la espalda para dirigirme a la puerta. Vacilé un segundo, y le dije. -Por cierto, ¿a qué familia se refiere, si se puede saber?
Él me miró con sus ojos, llenos de regocijo.
-La feliz familia Potter, ¿los conoces?
1, 2, 3. Latía mi corazón
"¿No te has enterado la feliz noticia?" Me había dicho Regulus aquella vez en el bar.
4, 5, 6.
"Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes" Las fechas coincidían, hacía un mes que se habían enfrentado en la Casa de los Gritos.
7, 8, 9.
-¿Es por ella, verdad? ¡Siempre ha sido por ella, siempre! - me replicó Lessie hace ya muchísimas noches. Ella sabía.
Todo encajaba.
10.
-No -dije susurrando. Mi respiración se entrecortaba, iba a desmayarme. Mi cerebro trabajaba a mil por hora, estaba desesperado. -No .-repetí, con la voz quebrada.
-¿Los conoces, entonces? -reformuló el Señor de las Tinieblas, violentamente. -Contesta.
-Si -dije con muchísima voluntad.
-Sabras entonces que la chica es una sangre impura, ¿no? -dijo con desprecio.
-¿De verdad? -pregunte con asombro. -¡Qué pena! Me interesó en la adolescencia, hace ya un par de años...
La mente en blanco, liberate de todas las emociones Severus, hazlo.
Como lo supuse, sentí los penetrantes ojos rojos ingresando a mi mente vacía entonces. Las gotas de transpiración recorrían mi cuerpo, que temblaba ligeramente y era en vano controlarlo. Convencido, el Señor de las Tinieblas sonrió.
-¿Sería acaso mucho pedir...? Digo, usted es sabio, mi lord. Y comprende mejor que nadie los triunfos personales...
-¿Qué puedo hacer por ti, Severus? No puedo negar que te mereces una enorme recompensa.
-Me gustaría... deshacerme en persona de la sangre impura.

martes, 30 de marzo de 2010

Capitulo 16

Un año más tarde

Agosto, 1981

El ruido que hizo la vieja puerta del bar al abrirse fue muy incómodo para los pocos hombres que, en silencio y solitarios, bebían sus tragos en las sombras. El que acababa de entrar se sentó en una de las mesas del fondo, donde otro mago esperaba con su espalda apoyada contra la mohosa pared.
-La impuntualidad siempre te caracterizó.
-Lo sé, lo sé. -gruñó mientras se sentaba -Me costó librarme de ellos, la verdad. Cada día se ponen más insoportables.
-¡Y con razón! Esto no da para mas, Mulciber.
-Cállate y escucha, tengo algo que te alegrará saber.
Tras beber un sorbo de whisky, Mulciber continuó, jugando con la impaciencia de su compañero.
-Al parecer, ha encontrado lo que buscaba.
-¿Te refieres a...?
-Si, los Potter. ¿Recuerdas la primera ez que ellos se enfrentaron a Él? Hace más de un año...
-Si, lo recuerdo, lograron escaparse con facilidad.. -dijo, pensativo.
-Y por segunda vez hace unos días, aunque pocos supieron de ello. Los encontró en Hogsmeade, cerca de la Casa de los Gritos en una reunión de la Orden del Fénix. La muchacha quería celebrar el primer cumpleaños de su hijo, Harry. Los Longbottom también estaban presentes, pero fueron los primeros en huir.
-Osea que... ¿los Potter han escapado dos veces de Él?
-Si Jugson, asi es.
-¡El SEÑOR DE LAS TINIEBLAS DEBE ESTAR ARDIENDO EN FURIA!
-Jamás había oído de alguien que lograra huir dos veces de él... -dijo Mulciber, pensativo y temeroso a la vez.
-¿De qué será capaz ahora? Estoy seguro que los querrá encontrar a toda costa.
-Puedes apostarlo.
A pocas mesas de allí, Lessie Witch escuchaba atenta la conversación de aquellos dos hombres, analizando cada palabra, buscando alguna pista...

•••

Por quinta vez, el enorme florero se partía en mil pedazos sobre el piso, pero el niño respondió a esto con risas. Ya lo había tomado com oun juego: volar con su pequeña escoba y derribar el jarrón, que mágicamente volvía a repararse y a colocarse en su lugar.
-¿Por qué no lo tiras de una vez?- le espetó James a Lily, quien agitaba su varita y a la par, los fragmentos de porcelana volvían a unirse.
-Fue un regalo de Petunia...
-Con más razón. ¡Harry, ven aquí!
Bathilda Bagshot, la adorable vecina que también residia en el Valle de Godric, acababa de irse, al igual que Peter. Eran los únicos que habían podido asistir al cumpleaños de Harry, después del intento frustrado en la Casa de los Gritos de ayer por la noche, que había terminado con la aparición de Voldemort y varios de sus mortífagos.
Luego de reparar completamente el jarrón, Lily, quien conservaba todavía su rojiza cabellera y el intenso verde de sus ojos, pensó en escribirle unas líneas a Sirius y a Remus esa noche cuando, de pronto, un intenso  y brusco cambio en la temperatura la alarmó.
-¿Has sentido eso? -dijo James, alarmado.
-Si...
Había sido una extraña sensación, como si faltara algo en la casa, algo primordial. Tras tranquilizar a su esposa, James regresó a jugar a perseguir a su hijo mientras Lily se preguntaba qué haría para cenar. Ninguno de los dos había sospechado que el encantamiento Fidelio, la máxima protección de la que disponían, se había roto hacía unos segundos, debido a la traición de ,quien ellos creían, era su mejor amigo.

Capitulo 15

Camina, deprisa! ¡Serás tú el encargado de contarle por qué los Longbottom no vienen con nosotros!
Bellatrix estaba desaforada, no opdía contener su frustración que se mezclaba con la ira que le había provocado no acbar con el pobre matrimonio.
Escapamos de la casa de los Longbottom cuando la Orden del Fénix se apareció e interrumpió con nuestro trabajo. Yo seguía afuera de la casa pero regresé al escuchar unos estallidos y gritos aún más fuertes. Ellos eran seis y nosotros cinco. Seis sin contar a los incapacitados Longbottom. Creo que unos segundos más, y Alice moría en manos de Bellatrix.
Ahora recorríamos el sendero hacia la entrada de la Mansión, esperando que el Señor de las Tinieblas no nos castigue por no haber cumplido con su palabra...

•••

-¡Se han salvado por los pelos, Remus! ¡Si no hubiera ido, estarían muertos!
-Es obvio que sigues sin entender el riesgo que corres...
Una vez mas, las diferencias entre Remus Lupin y James Potter salían a la luz en una intensa discusión.
-Escúchame bien... no, ¡escucha! -reitero Lupin, al ver el intento de James por interrumpirlo. -No puedes segir jugando a ser el héroe James, ya no. Ahora debes permanecer aquí, y Sirius también debería hacerlo. Es el guardian de los secretos, no debería andar suelto por ahí como si nada...
James miró fijamente a Remus, y luego poso sus ojos en la botella de cerveza de manteca mientras jugeteaba con la etiqueta con la yema de sus dedos. Lupin no sabía que Sirius no era realmente el guardián de los secretos, pero así había estado predispuesto. Mientras más gente piense que Sirius era el guardian del encantamiento Fidelio, mejor era... asi Pettigrew (el verdadero guardian) corría menos peligro.
-Como sea -dijo James, sin importancia -es obvio que Voldemort vendrá ahora por nosotros. Y esta vez no puedes pedirme que no me haga el héroe.
-Me das asco -dijo Remus, y se puso de pie. -pareciera que... que estás esperando a que Voldemort venga por ti, y por Lily! ¿Qué ganas con demostrar tu valentía frente a él?
James se acomodó los anteojos y se cruzó de brazos antes de responder.
-Eso justamente, mi valentía. Quiero que mi hijo tenga una buena impresión de su padre en el futuro.
-Si sigues enfrentando a Voldemort, Harry no tendra ningun padre en el futuro. -replicó el jóven, y dicho esto, salió de la casa de los Potter murmurando por lo bajo, como siempre lo hacía.

•••

Julio, 1980

Luego de estar a punto de capturar a los Longbottom, la Orden del Fénix reforzó aún más la protección de ellos por lo que nos costó muchísimo tener alguna pista de ellos. La muerte de Regulus nos ha complicado mucho las cosas, no solo por la falta de sus buenos servicios, sino por la presión que generó entre los mortífagos que seguíamos vivos, cumpliendo órdenes tan importantes.
Las calles de Londres eran un desastre, los magos que se habían quedado in empleo habían caído en la delincuencia, siendo los muggles las primeras víctimas (se corría el rumor que había magos que ofrecían recompensas por los muggles que uno capturaba). Este país se había ido al infierno.
Y mientras tanto, los meses pasaban, sin saber que el momento mas triste y terrible de mi vida se acercaba.

viernes, 26 de marzo de 2010

Capitulo 14

Junio, 1980

La luna se asomaba detrás de una gigantezca nube negra, apenas resplandeciento. El frío era totalizante, congelaba todas mis extremidades. Pero la euforia del momento me permitía avanzar. No estaba solo: Barty Jr. me acompañaba. Bellatrix había ido en busca de un tal Karkaroff, que venía de Bulgaria y quería unirse anuestra causa. Lo traería esa noche de todos modos, como un respaldo.
Mientras caminaba por la acera, los gritos de esa mujer todavía seguían resonando en mi cabeza. Le habíamos echado el maleficio Cruciatus tantas veces que había muerto de dolor, supongo. Según Bella, ella podría haberselo aplicado más tiempo sin que muera, y pensaba practicar esa noche con los Longbottom. La despreciable Bellatrix. ¿Podía tener una mujer tanto odio, tanta sed de sangre?
¿Y qué había de mi? "Estás donde debes estar, haciendo lo que debes hacer" me contestaba a mí mismo cada vez que esa pregunta aparecía en mi cabeza.
Por suerte, esto era lo último. Si los Longbottom no era la familia que el Señor de las Tinieblas buscaba, sólo quedaría una, por lo que no hacía falta que intervengamos. Asi que había decidido ayudar al Señor de las Tinieblas a acabar con el niño de la profecía (ya que era yo el único Mortífago que sabía de la existencia de la profecía) y lueg ome iría, lejos de Inglaterra, lejos de todo lo que conocía. Quizás con Lessie, quizás solo... No me importaba, sólo quería irme.
Habíamos tardado un mes en encontrar a los Longbottom, fue fácil comparado con los Cattermole. Su hijo, Neville, nacería a fines de Julio, por lo que debíamos secuestrarlos y esperar sólo treinta días para que el chico nazca. Se habían refugiado en la costa oeste, bastante lejos de Londres, en una cabaña que daba la impresión de estar deshabitada.
-Vamos, es hora. -me dijo Barty. Salí de mis pensamientos, y lo imité haciéndome humo y apareciendome al lugar de encuentro.
El frío que provenía del mar y el olor a sal y humedad eran muy intensos. Nos aparecimos sobre una colina, desde donde podíamos ver la casa claramente. A los pocos segundos, Bellatrix, ataviada en una negra capa de viaje, se apareció a nuestras espaldas, con dos mortífagos más, del cual supuse que uno era Karkaroff.
-Allí es .-dijo ella, señalando con su varita, lista para matar.
-Vamos, entonces.- le dije, con los ojos fijos en aquella casa desolada. Descendimos la colina, hundiendo nuestros pies en la arena y sin hacer ruido, rodeamos la casa en pocos segundos. Era Barty Jr. quien estaba más cerca de la puerta, por lo que la abrió con un movimiento de varita y e ingresó primero. Bella no fue paciente y lo siguió de inmediato, dejándome a mi y a los otros dos mortífagos afuera, vigilando.
Gritos, aullidos, estallidos. Una mezcla inaguantable de sonidos salieron de la casa por un buen rato. Y pasaron los minutos, varios de ellos... ¿Por qué tardaban tanto? Yo debía quedarme afuera vigilando, pero decidí cambiar de posición.
-Tú, vigila. -le dije a uno de mis compañeros, mientras empuñaba la varita y entraba a la casa.
La escena era horrible: sangre por todos lados, los muebles partidos en miles de pedazos, las paredes adornadas con cráteres, producto de poderosas maldiciones. Atravesé el comedor destruido, guiándome por los gritos que venían del piso de arriba. Subí las escaleras de madera rápidamente, sin saber con lo que me encontraría.
Mis ojos casi salen de sus órbitas al ver a la jóven Alice, embarazada y tumbada en el piso, casi sin vida. Frank estaba contra la pared, mirando con desesperación a su esposa. De pie, Bellatrix y Crouch alzaban sus varitas una y otra vez, mirando con regocijo como Alice se retorcía en el suelo.
-¿Qué están haciendo? ¡ALTO! -grité. Pero ninguno me hizo caso. Estaban tan... entusiasmados, disfrutando la escena. Me dio asco. Una y otra vez, la maldición Cruciatus caía sobre Alice, quien seguramente sentiría cientos de cuchillos clavándose en cada centímetro de su piel...
Me di media vuelta, bajé las escaleras salteando los escalones de tres y salí de la casa, caminando por la arena sin rumbo. Casi corría, pero no me daba cuenta. Luego me caí (o me deje caer) sobre el suelo, con medio rostro apoyado al piso, sintiendo cómo se perdían mis lágrimas.
-¡COBARDE!- me grité a mi mismo, entre sollozos.

jueves, 25 de marzo de 2010

Capitulo 13

Subí un largo tramo de escalera junto a Yaxley, pasando por al ladode infinidad de cuadros y tapices que adornaban las paredes de la lujosa mansión. Al llegar a lo que supuse era el cuarto piso, caminamos un tramo de pasillo y desembocamos a una amplia sala bastante iluminada, con una mesa enorme y pulida donde se reflejaba el fuego qe adría en una chimenea cercana. La mesa estaba cubierta de pergaminos con notas, plumas y tinteros. Yaxley se acercó a la mesa y comenzó a revolver entre los papeles. Pocos segundos más tarde, escuché pasos a mis espaldas, y en un instante un par de conocidos hicieron su entrada a la habitación. Belatrix iba primera, seguida de Rodolphus y Rabastan. También estaba Dolohov, que murmuraba seriamente a Travers mientras éste lo escuchaba con atención, y Barty Crouch Jr, que tenía los ojos saltones y el pelo más enmarañado todavía, lo que le daba aún más la impresión de psicópata. Lucius fué el último en unirse a nosotros.
-Bien, ahora que estamos todos. -dijo Yaxley -el Señor de las Tinieblas tiene trabajo, y debemos realizarlo con la máxima discreción posible.
-¿De qué se trata? -preguntó Dolohov con poco interes, como si deseara estar en otra parte.
-Una búsqueda, muy rigurosa. - contestó Yaxley, mientras seguía revolviendo entre el papeleo.
-Y si nos la ha encomendado a nosotros, supongo que quiere que trabajemos con nuestros... métodos usuales. -dijo Bellatrix con una maliciosa sonrisa.
-Tranquila, Bella -dijo Travers -¿No has tenido suficiente con lo de los McKinnon?
-Nunca es suficiente para mi, querido. -contestó con una falsa dulzura.
-Aquí está - exclamó Travers, y alzó un papel -En este papel hay tres familias que deben ser encontradas inmediatamente.
Era tan astuto. No esperaría a que pasara ni una insignificante noche. Esa lista contenía familias que seguramente cumplan con las condiciones de la profecía que yo había escuchado. Serían parejas que estaban esperando un hijo a fines de Julio; aurores o de la Oden del Fénix, porque debían de haberse enfrentado tres veces al Señor de las Tinieblas... ¡Pobres de ellos! Algunos morirían inocentemente, y nisiquiera sabrían porqué.
-Es probable que ya estén advertidos del peligro que corren, por lo que no nos será fácil encontrarlos.
-Danos los nombres de una vez, y haremos el trabajo. -le dije con impaciencia.
-No. -dijo Traves fríamente .-No harán nada, no pueden tocarlos siquiera. Sólo debemos encontrarlos, ya que el Señor de las Tinieblas quiere encargarse de ellos en persona. Pero sólo de una de estas familias; cuando sepamos con cuál quiere quedarse, eliminaremos a las otras dos.
-¿Y que hacemos mientras tanto? ¿Los invitamos a tomar el té? -preguntó Lucius, mientras consultaba su reloj de bolsillo. -Si el Señor de las Tinieblas espera que yo haga guardias noche y día para encontrar a una familia y esperar meses para poder eliminarla, es prueba suficiente para mi de que él ha perdido la cabeza...
-¡COBARDE, CÓMO TE ATRVES!- le gritó Bellatrix mientras empuñaba su varita.
-Me atrevo -dijo Lucius tomando la suya -porque tengo pruebas más que suficientes para decirlo, y que no te sorprenda saber que soy el único aquí que lo piensa...
Tras las tensas miradas de los Mortífagos, decidí hablar para romper la atmósfera.
-Secuestrémoslos .-dije cortante- Traigamoslos aquí, será más sencillo que esperar a recibir la órden para hacerlo.
-¿No has entendido, Snape? No podemos tocar a esas personas...-dijo Rodolphus.
-No les haremos daño. Busquemoslas una por una, hagamos un proceso de descarte. Y cuando el Señor de las Tinieblas quiera actuar contra una de ellas, las tendremos encerradas en el sótano de esta mansión.
Todos me miraron con recelo, y fue Travers quien asintió primero. Los demás lo imitaron.
-Como sea -dijo Yaxley. -¿Les parece bien si comenzamos con los Cattermole?

         •••

Comenzamos a buscar a la familia Cattermole esa noche de diciembre de 1979. Los encontramos en marzo de 1980, en las afueras de Gales, y los secuestramos a ambos sin hacerles daño. Un mes después, el Señor de las Tinieblas nos ordenó que los asesinemos, ya que se suponía (por lo que me contó a mi personalmente) que el niño de la profecía debía nacer a fines de Julio, y la mujer de Cattermole había perdido el embarazo en el sótano de la mansión. El Señor de las Tinieblas no nos hecho la culpa, ya que la profecía expresaba que el niño iba a nacer si o si bajo cualquier condición.
Por lo tanto, continuamos con las dos familias restantes, que (según nos habían informado nuestros espías en San Mungo) esperaban felizmente a su hijo varón a fines de Julio. "Encuéntrenlos, rápido! Pero no les hagan nada, quiero mirar al los ojos al niño que tanto me amenaza y reírme en su rostro" me había dicho el Señor de las Tinieblas.
A fines de Mayo, Yaxley nos citó para darnos a conocer el nombre de la familia que seguía en la lista, dejando a la última sin revelar.
Los Longbottom, ellos eran los próximos.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Capitulo 12

-No lo digas .-me dijo en un susurro, casi sin voz.
-Debes entenderlo. Por más que te duela, por más que te destruya... es así. -le dije.
-No puedo entenderlo, no puedo. Esa posibilidad no encaja en mi vida, Severus! -me suplicó. Nos miramos mutuamente, con tanto odio y amor a la vez que me dolía la cabeza. Sentía que iba a desmayarme en cualquier momento, y que ella lo haría conmigo.
Una puerta del fondo del rellano se abrió y bañó el pasillo de una intensa luz amarilla. De allí salió un hombre que miró para ambos lados hasta reconocerme.
-Aquí estás, idiota! Te he estado buscándo. Debemos irnos. -Era Yaxley.
-Si, enseguida. -le contesté. Luego me dirijí a Lessie y estuve a punto de decirle algo, pero las palabras no salieron de mi boca. Le di la espalda y avanzé a grandes pasos al final del pasillo.
-¿Es por ella, verdad? ¡Siempre ha sido por ella, siempre! -escuché que gritaba mientras yo bajaba las escaleras.

-Hay una alta probabilidad, así es. -decía el anciano hombre, mientras acariciaba su plateada barba con tranquilidad. -Pero no deben preocuparse. La Orden les dará toda la protección que necesitan.
-¿Y será suficiente, Albus?
-Si James, lo será. Ahora debes preocuparte porque ese niño nazca sin ningún problema, y crezca junto a sus padres.
-Asi va a ser. -dijo Lily, que parecía la más nerviosa de los tres.
El silencio fué interrumpido por el ruido de una potente motocicleta que provenía de afuera. La puerta se abrió segundos más tarde y un mago muy jóven ingresó a la casa de los Potter.
-Oigan, ¿por qué tan trsites? ¿Ha pasado algo? -preguntó mientras se sentaba despreocupadamente en el sofá.
-No estamos para juegos, Canuto. -le contestó James seriamente. -Voldemort podría estar buscándonos a nosotros... a Lily y a mi.
La cara de Sirius Black pocas veces adoptaba uan expresión tan preocupada. Comenzó a balbucear, pero als palabras no salían de su boca.
-Es solo una probabilidad, según Dumbledore... -dijo Lily, intentando calmarlo.
-Pero... ¿por qué? ¿Por qué a ustedes?
-Eso -dijo Dumbledore -es algo entre ellos y yo, Sirius. Y te pondría en peligro que estuvieras al tanto.
-Ya estoy en peligro, todos lo estamos! ¿Es por esa vez que se batieron a duelo con Voldemort, por eso? -replicó Sirius.
James miró con reproche a Dumbledore, pero no encontró lo que buscaba. Él quería contarle todo a su mejor amigo, pero sabía bien, aunque sus impulsos lo traicionaban, que no debía hacerlo.
-Sin embargo, Sirius, podrías ayudarme a proteger a Lily y a James, ¿te parece? -preguntó Dumbledore severamente.
-Veo que se niegan a contarme todo...
-No es eso Canuto, es sólo que... Frank y Alice están en nuestra misma situación, así como mucha gente más, y sería una locura...
-Como digas. -dijo Sirius, y cruzó sus brazos ofendido.
-¿Me ayudarás a protegerlos Sirius, a ellos y a tu futuro ahijado, si o no? -volvió a preguntar Dumbledore.
Sirius asintió con la cabeza, pero seguía ofendido.
-Excelente -dijo Dumbledore con uan sonrisa. -Además de todos los encantamientos protectores que debemos hacer en esta casa...
-¿Por qué no salen del país? -interrumpió Sirius.
-Ya es demasiado tarde -contestó James. -A estas alturas, es probable que todos los mortífagos conozcan nuestros nombres. Sería muy arriesgado intentarlo.
-Como decía -prosiguió Dumbledore -lo más eficaz sería un encantamiento Fidelio, y estoy seguro de que...
-¡No! -dijo Lily, poniéndose de pie. Todos la miraron sin entender.
-¿Se te ocurre algo mejor? -espetó Dumbledore.
-No permitiré que Sirius sea el guardian de los secretos, no puedo... -dijo entre lágrimas.
-Pero... ¿por qué no, Lily? -preguntó James mientras la tomaba de las manos.
-Es muy arriesgado, ellos saben... ellos vendrían a buscarlo...
James sopesó las palabras de su reciente esposa, y se dirijió a Dumbledore.
-Tiene razón, Albus. Es lógico que piensen que Sirius sería el guardian de los secretos. Saben que...
-Saben que moriría por ustedes .-terminó la oración Sirius.
-Claro que si, ya lo suponía. Propongo utilizar una persona diferente, y correr el rumor de que Sirius es el guardián.
Mientras Lily se negaba rotundamente a a propuesta de Dumbledore, Sirius y James (que aprobaban el plan) se miraron mutuamente mientras pensaban en la persona indicada. Pettigrew.

lunes, 22 de marzo de 2010

Capitulo 11

Tenía tanto miedo como nunca lo había tenido. Pero era ese miedo poco común, ese miedo que uno siente cuando está cerca de algo que admira y que teme arruinarlo. No temía morir; había perdido el miedo a la muerte hacia mucho. Temía fracasar, me aterraba. Entré a la habitación donde el Señor de las Tinieblas me esperaba de pie, lo que me sorprendió. El lugar estaba iluminado por un candelabro enorme que colgaba del techo, y aunque daba una luz muy tenue pude ver que la sala estaba vacía, a excpeción del mago encapuchado que me daba la espalda y yo.
El Señor de las Tinieblas se dio vuelta, y de cara a mi, se quitó la capucha. Su rostro expuesto volvió a causarme impresión, sorpresa. Pero aún asi, inspiraba atracción, era hipnotizante verlo. No era mas alto que yo, pero parecía inmenso a mi lado.
-Dime ¿qué has escuchado, Severus?
Dudaba que recordara mi nombre, quizás lo había adivinado, o había leído mi mente tan rápidamente que no me había dado cuenta. Sus brillantes ojos estaban llenos de codicia e intriga, pero aún asi me miraban con altura, con paciencia incluso. Era tan admirable...
-Mi Señor, no pude evitarlo... hace una hora aproximadamente encontré a... Trelawney. A Sybill, la última de la familia. -Tenía la garganta seca, pero aún asi continué. -Y esuché... escuché que hablaba en una voz extraña. Estoy seguro de que...
-De que hizo una profecía. -terminó la frase. -Y no te equivocas, muchacho.
De no haber estado ahí, de no haber estado viendo con quien hablaba, jamás podría haber pensado que el Señor de las Tinieblas había utilizado un tono tan... ¿amable? Como sea, eso me relajó mucho, pero mi cuerpo tembló ligeramente cuando puso su pálida mano sobre mi hombro por unos segundos.
-Ahora necesito que me digas, necesito que recuerdes exactamente lo que has escuchado.
Mis labios temblaban ligeramente, estremeciéndose al escuchar su fría voz.
-Era una profecía... hablaba de un niño, nacido a fines de Julio, cuyos padres... cuyos padres lo hayan enfrentado tres veces, mi Señor.
-Continúa -me dijo imperativamente.
-Trelawney dijo... dijo que este niño va a... destruirlo.
De pronto, una fuerza invisible me empujó en el pecho y me pegó a la pared, donde me mantuve inmóvil. El Señor de las Tinieblas lanzó un gritó desgarrador, lleno de ira, mientras blandía su varita y rasgaba la seda dorada que cubría las paredes, descargando su odio. Luego, posó sus rojos ojos en mi rostro y con la respiración agitada, me dijo:
-Tendré que matarte, ¿sabes? Te has enterado de algo que no debías. Y no me queda otra alternativa.
-No... -susurré. -No fue mi intención, creame. Yo sólo quiero servir a su...
-¿Y si hubiera sido tu itnención escuchar eso? ¿Merecerías morir entonces?
-Si, mi Señor. Cualquier traición hacia usted debe castigarse con la muerte, incluso si yo lo hiciera...
La magia que me tenia pegado a la pared dejó de funcionar, y el Señor de las tinieblas me dió la espalda mientras volvía a encapucharse.
-No temes a la muerte, eso es admirable. -me dijo. -Y has sido más útil que cualquier otro. Lord Voldemort sabe reconocer, sabe premiar la lealtad. Y mi recompensa para ti será perdonarte la vida. Si no te maté hoy, Severus, es porque veo mucho futuro en ti a mi lado.
-Gracias, mi Señor, muchas gracias...
-Y ahora retirate, vete de aquí. No obedecerás órdenes de nadie más a partir de ahora, sólo las que salgan de mi boca en forma directa. Formarás parte de la corte más allegada a mi, y espero que tu desempeño siga siendo el mismo, incluso más.-dijo, poniéndo énfasis en la última palabra.
-No lo decepcionare, mi lord. -Y dicho eso, cruzé la puerta y salí de la habitación, totalmente fascinado, eufórico.
Comenzé a recorrer el pasillo del primer rellano de la mansión, sin rumbo alguno. El suelo alfombrado amortiguaba mis pasos, y los cuadros que adornaban las paredes me miraban con recelo al pasar por delante de ellos. En medio de la oscuridad, sentí como alguien tomaba mi mano por detrás y me obligaba a darme vuelta.
Sin verla la reconocí. Recordaba perfectamente sus labios, que me habían besado tan fervientemente en las mazmorras del castillo, y que ahora volvían a hacerlo en la Mansión. Lessie me besó con tanta pasión que sentí todo lo que ella sintió, todo lo que sufrió por culpa de mi auscencia estos dos últimos años.

lunes, 15 de marzo de 2010

Capitulo 10

Una vez mas, recorrí el largo camino de tierra hacia la mansión de los Malfoy. Mi asombro por ese edificio se había ido con el tiempo, ya no me quedaba embobado contemplando los pavos reales blancos o la elegante fuente en el patio trasero. Incluso, me atrevería a decir que me desagradaba ir allí, ya no me encontraba cómodo en ese lugar. La puerta de entrada se abrió unos segundos antes de que yo llegue, revelando la multitud de personas que se encontraban en el hall. Todos murmuraban, nadie se atrevía a elevar la voz. ¿Qué estaría pasando? No vi caras conocidas para preguntar, por lo que guardé mis preguntas en mi garganta, esperando que sean aclaradas pronto. Y lo fueron.
El Señor de las Tinieblas se apareció en lo alto de la imponente escalera de mármol que adornaba el hall. Algunos hicieron un intento de reverencia, otros miraron simplemente al piso. Y el resto, como yo, se quedó con la boca abierta. Estaba tan... distinto. No er amás aquel jóven apuesto, que te hipnotizaba con sus ojos resplandecientes y te compraba con sus palabras siempre exactas... Algo le faltaba, las facciones de su rostro se le habían endurecido, su piel era más pálida que antes, su nariz apenas era una protuberancia que se asomaba por arriba de sus finísimos labios... Era una especie de monstruo. Pero seguía siendo el Señor de las Tinieblas. Ataviado con una capa negra, encapuchado hasta las cejas, bajo lentamente los escalones, con mucha dificultad diría yo. Sentí como se erizaban las pieles de la gente que me rodeaba, sentí cómo se les agitaba la respiración. Detrás de Él, bajaron la escalera Lucius, Bellatrix, y dos mortífagos más que no reconocí.
-Es increíble -comenzó a decir con su áspera voz - que algunos de ustedes me cuestionen. Me pone tan triste...
El silencio era insoportable, la tensión, dolorosa. Apenas movía sus labios, pero modulaba las palabras perfectamente.
-Vamos a simplificar las cosas. Es tiempo de saber en quien puedo confiar, y en quienes no. Mas de uno no volverá a casa a esta noche, pero yo no tendré la culpa.
Dicho esto, se movió tan rápido que me costó creerlo. Tomó del cabello a un mago de mi edad que estaba cerca de él y puso su varita en el cuello de éste, si inmutarse, sin alterarse ni un poco.
-¿Confías en mi, Goyle? -le preguntó al chico.
-S...si, mi s...señor. -contestó temblando de pies a cabeza.
El Señor de las Tinieblas lo soltó, y tomó por el pelo a otro chico que estaba cerca. Lo empujó al suelo, y quedo arrodillado frente a Goyle.
-Mátalo. -le dijo.
La cara de Goyle transmitió tanto miedo que no creí que fuera posible. Su temblorosa mano se metió en el bolsillo y salió sosteniendo la varita, pero la dejo caer, culpa de los temblores. Tan ágil como antes, el Señor de las Tinieblas apuntó con su varita al chico que estaba arrodillado y le lanzó la maldición asesina, sin pronunciarla. El mago terminó de caer al frío suelo de mármol, sin vida.
-Cobarde.- le dijo luego a Goyle, quien se quedó duro, inmóvil. -Y ahora me dirijo a ustedes. Regulus Black fue el primero en una larga lista de traidores a mi persona, una lista plagada de nombres tan nobles como lo fue Regulus. Yo mismo me encargaré de que esas personas sufran el mismo destino, o quizás peor. Les he pedido que me trajeran un par de videntes, y no lo han hecho. Han jurado dar su vida por mi, y hoy se arrepienten. Puedo sentirlo, puedo olerlo en el aire... tienen miedo. Pero, mis amigos, ¡el miedo no los llevará a nada bueno, oh no! El miedo es nuestra arma, nuestra mejor arma. -hizo una pausa, mientras se paseaba entre nosotros. -Y ahora escúchenme bien. Si mañana por la noche no tengo a Trelawney pidiendo por su vida delante de mi, desearán nunca haberse tatuado la Marca Tenebrosa en el brazo.
Era mi oportunidad, era lo que había esperado hace tanto. No tenía a Trelawney, pero tenía algo mejor. ¡Tenía lo que el Señor de las Tinieblas quería a fin de cuentas, las palabras de la vidente! Me abrí paso entre la gente hasta llegar frente a Él, y sin mirarlo a los ojos y con la cabeza un tanto agachada, le dije:
-Mi señor, me honra con su presencia esta noche. Pero es de suma urgencia que escuche lo que tengo para decirle.
-Dilo, entonces. -me dijo secamente.
-Preferiría hacerlo en... privado. Es sobre Trelawney...
Pasados unos segundos, se dió media vuelta y subió las escaleras de mármol, dejándo a sus seguidores todavía temblando. Luego, Lucius bajó rápidamente la escalera y me buscó entre la multitud, que ya había empezado a comentar, en murmullos, lo que acababan de oír.
-Te está esperando arriba, Severus. Quiere hablar contigo.- me dijo.
Co nel estómago revuelto y los nervios al máximo, comencé a subir la escalera, mientras a mis espaldas la puerta de la mansión se abría y Lessie hacia su entrada.

sábado, 13 de marzo de 2010

Capitulo 9

Respiraba tan pausadamente que tuve la sensación de estar a punto de mormirme. Esperé unos minutos, y me deslizé por detrás de la cortina, avanzando hacia la escalera y dispuesto a salir de ese lugar lo más rápido que pueda. Entonces, justo antes de bajar el primer escalón, escuché que alguien subía. Caminé para atrás, decidido a esconderme detrás de la cortina otra vez, pero ya era tarde.
-¿Quién eres...?- comenzó a preguntar un mago bajito envuelto en una capa de viaje.
-Imperio!- murmuré. El mago se quedó mudo de inmediato, con sus ojos fijos en el aire, sin expresión. Respiré tres veces, aún con la varita en alto. ¿Qué haría ahora? Inseperadamente, mis pensamientos fueron interrumpidos por una gruesa voz que vino de la habitación donde Dumbledore y Trelawney estaban teniendo su reunión. Me acerqué a la puerta y pegué mi oreja a ella, comprobando que la gruesa y extraña voz provenía de ahí.
-¿Sybill, está usted bien?- decía Dumbledore.
-El único con el poder para derrotar al Señor de las Tinieblas se acerca... -dijo la gruesa y extraña vos, casi ahogándose. -Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... Y el Señor de las Tinieblas lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce... Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida...
-Pero... ¿qué dice? Señorita Trelawney, ¿qué le ocurre? -exclamó Dumbledore.
-¿Qué estás haciendo, muchacho?- dijo una voz a mis espaldas. El mago se había librado del Imperius y no me había dado cuenta. Lo miré con miedo, y corrí hacia la escalera, escuchando cómo se abría la puerta donde Dumbledore entrevistaba a Trelawney. Bajé la escalera de dos en dos, salí del bar y corrí bajo la fuerte lluvia. Me aparecí en la Casa de los Gritos, necesitaba pensar.
Con mis manos y rodillas apoyadas en el suelo, bajo un enorme charco de agua que yo mismo había traído conmigo, sentí el particular olor a humedad y antiguedad del edificio. Me reincorporé y encendí mi varita, y luego me dejé caer en uno de los desgastados sillones, destruido seguramente por Lupin en sus épocas de colegio.
-¿Qué fue eso?- dije en voz alta. Había sido... extraño, aún para mi. Se suponía que era una entrevista de trabajo, pero no había sonado como tal. "Piensa, Severus, piensa..." Había escuchado a la perfección... ¿el Señor de las Tinieblas sería derrotado? ¿Él señalará a alguien como su igual? ¿Qué significaba todo eso?
La Marca Tenebrosa me dió una fuerte punzada y comenzó a arder como nunca lo había hecho, por lo que solté un grito de dolor. Puse mi dedo índice sobre ella, y enseguida me aparecí en la Mansión Malfoy.



Observaba horrorizada como los muggles a mi alrededor tomaban su té. Por lo visto, Narcisa notó mi malestar.
-Tranquila, querida. No hay nada que podamos hacer.
-Si hay. Podría levantarme en este mismo momento y quebrarles el dedo meñique a todos; quizás eso les recuerde que no deben levantarlo cuando alzan la taza.
Narcisa soltó una carcajada.
-Cuento con poco tiempo, Lessie. Dime, ¿qué es lo que necesitas?
-Necesito saber dónde encontrar a Severus. -le dije, mirándola directamente a los ojos. Ella estudió mis palabras, y luego dijo:
-No es fácil hacerlo; se mueve mucho, ¿sabes? Lo veo casualmente. Además...
-Además, ¿qué? -le espeté violentamente.
-Tenía entendido que él no quiere volver a verte. -me dijo, y tomó un sorbo de té.
Golpeé la mesita del bar donde nos encontrabamos con mi puño, y mis ojos se llenaron de lágrimas.
-Pues has entendido mal. -le dije. -Si no puedes decirme dónde encontrarlo, seguiré buscando yo sola.
-Eso es todo lo que puedo decirte. -me dijo. Pero hoy hay una reunión en mi casa, todos asistirán. No te recomiendo ir allí, ya que hace mucho que no te apareces a cumplir con tus deberes, pero es probable que Severus esté allí. Si te atreves a venir, serás bienvenida.
Dicho esto, se puso sus guantes de seda verde, se levantó de la mesa y salió del bar. Yo me quedé un rato, preguntándome a mi misma qué haría esa noche.

Capitulo 8

Temblaba de pies a cabeza, mi respiración subia y bajaba su velocidad constantemente, al ritmo de los latidos de mi corazón. No recordaba haber estado tan nervioso, a no ser algún que otro día en el castillo. Tomé el vaso de whisky de fuego con mi mano, pero volví a dejarlo sobre la mesa. Mi mano temblaba descontroladamente, y el vaso tampoco tenía mucho whisky que digamos. Crucé mis brazos y miré a mi alrededor, buscando alguna cara conocida. ¿Y si Barty Jr me había tendido una trampa? ¿Y si me había dado mal la información, y en ese momento era él quien estaba capturando a Trelwaney? Ojalá asi fuera. Pero no.
Hacía unas cuantas horas ya que estaba en Cabeza de Puerco. Nadie sabía que yo estaba allí, absolutamente nadie. Estaba sentado en una mesa, apartado de las demás. ¡Qué inconsciente que me había vuelto! Alguna vez había cometido errores de gran magnitud, y había aprendido de ellos. Pero hoy en día, esos errores no eran nada. ¿Qué estaba haciendo? Cumpliendo una misión tan patética y cuestionada, para un mago tenebroso que, muchos decían, había perdido la cordura. ¿A qué precio? ¿Cómo había llegado ahí? Ah, es fácil. Renuncia al amor de tu vida, contempla como tus amigos te abandonan, asimila el hecho de que tu enemigo es mejor que tú en todos los aspectos, y encontrarás refugio en los Mortifagos. No hay que olvidarse de ver morir a tu padre y a tus compañeros, eso es importante. Enorme era la partida, mediocre fue el jugador que tuvo tan buenas cartas y no supo utilizarlas. Una lástima, porque ese jugador era yo. "Sal de ahí, date la vuelta y abandona todo" podrán decir. Pero ese era mi lugar, me lo había ganado, y con honor haría lo que mejor sé hacer: cumplir con mi palabra y no acobardarme por ello, jamás arrepentirme de mis decisiones. Y lo hacía bien, claro que si.
La noche llegó, y con ella una torrencial lluvia. El bar estaba muy lleno, algo inusual en Cabeza de Puerco. Pasadas las once de la noche, la puerta se abrió una vez más y dejó paso a una mujer jóven, empapada de pies a cabeza, con su cabello revuelto por el viento. Era bastante baja, de una complexión débil y muy flaca. De su hombro colgaba un enorme bolso de piel de dragón, que agarró fuertemente con sus dos manos al ver la calidad de magos que la miraron cuando entró al bar. La muchacha subió rápidamente las escaleras que llevaban al primer piso de Cabeza de Puerco, donde había habitaciones reservadas y más comodas para mantener una charla. Eso me bastó para saber que esa jóven era Sybill Trelawney. Le dí unos segundos de ventaja, y luego tomé mi varita y me puse la capucha de mi capa, decidido a sacar a esa mujer de allí como sea. Subí las escaleras lentamente, ya que no quería alarmarla. El primer piso era un simple pasillo, donde de un lado de la pared había cuatro puertas, y del otro las enormes ventanas que daban a la calle de Hogsmeade, adornadas con largas y pesadas cortinas negras. La única puerta que estaba abierta era la del fondo, por lo que supuse que Trelawney estaría allí adentro, esperando a Dumbledore. Medí mis pasos con exactitud, tratando de no pisar ninguna madera que crujiera ni nada por el estilo, mientras me acercaba a la habitación.
Pero unos pasos detrás de mi me alarmaron. Me dí vuelta rápidamente y me escondí detrás de una de las cortinas negras, enfrente de la habitación donde la vidente esperaba. Dumbledore llegó al primer piso, algo mojado también, pero seco en su totalidad y con una expresión seria en su rostro. Paso por delante mío justo después de que le eche un encantamiento a la cortina para que no pueda saber que yo estaba allí. Entró a la habitación, escuché como saludaba fervientemente a Trelawney y para mi decepción, cerró la puerta con un movimiento de su varita.



La noticia de la muerte de Regulus no me sorprendrió en lo absoluto. El dolor llegó a mi corazón, por supuesto, pero me había preparado para aquello. Supongo que fui la última que lo vió con vida, a él y a su elfo doméstico.
-Es enserio, esto se ha tornado muy peligroso, Lessie. -me había dicho con tanta sinceridad. -Abandona ahora que puedes, te lo suplico.
-Si no me das alguna explicación...
-Es que no puedo! Si te contara todo lo que sé, te involucaría a ti también, y eso es lo último que quiero! ¡Poner a la gente en peligro! Te lo pido por última vez, abandona todo esto, vete de Inglaterra y regresa cuando el Señor de las Tinieblas haya caído.
-Pero... ¡¿Qué dices?!
-Lo que escuchaste, Él va a caer pronto. Créeme, por favor.Su mirada suplicante era toda la garantía que necesitaba saber. Aunque tenía la Marca grabada en el brazo, hacía meses que no cumplía órdenes para el Señor de las Tinieblas. Estaba muriendo por dentro, Severus me estaba matando. Quizás era la palabra de Regulus lo que necesitaba para abandonar todo eso, probablemente me convenía hacerle caso.
-Esta bien -le había dicho. -Resolveré algunas cuestiones y saldré del país en cuanto pueda.
Luego de eso se fué, y a las pocas horas su cadáver había aparecido a muchos kilómetros de Londres, sin vida. El Señor de las Tinieblas le dijo a Dolohov que le comunique al resto de sus mortífagos que, si seguían el mismo camino que Regulus, acabarían igual que él. Nadie se atrevería a cuestionarle de ahí en más.
Había empacado casi toda mi ropa y mis objetos personales, estaba a punto de abandonar Inglaterra, pero no del todo. Una parte de mí se quedaría, y no podía irme sin ella. Por lo que cerré mi bolso, me vestí y salí en busca de Severus.

jueves, 11 de marzo de 2010

Capitulo 7


Rabastan y Rodolphus se pusieron de pie enseguida, temblando de pies a cabeza. Narcisa se sentó lentamente y hundió su rostro en sus manos. ¿Regulus, muerto? No, no podía ser cierto. Es decir, pertenecía a la alta sociedad mágica, estaba en la mejor posición posible, contaba con la protección del Señor de las Tinieblas. ¿Cómo pudieron asesinarlo?
-¿Qué estás diciendo, Cissy? No puede ser posible... -preguntó Bellatrix.
Narcisa cruzó sus dedos y dejó descubierto su rostro, empapado en lágrimas. Estimaba mucho a Regulus.
-El Señor de las Tinieblas en persona... no entiendo cómo... no puedo... -contestó con su voz quebrada en mil pedazos.
Todos nos quedamos en silencio, hasta que me di cuenta lo que había sucedido.
-Él me advirtió...-dije en voz baja. -Creía que el Señor de las Tinieblas estaba en asuntos muy... oscuros para que pueda manejarlos.
-Aún asi, si el Señor de las Tinieblas en persona fue quién lo asesinó, Regulus habrá hecho algo terrible... -repuso Rodolphus.
-Regulus no era tan tonto. -dije, sin dirrgirme a nade en particular. -No era tan impulsivo.
-¿Díces que Kreacher se fue con él ayer por la noche, Rabastan?- preguntó Rodolphus.
-No estoy seguro, sólo sé que ayer ambos desaparecieron. -contestó este, pensativo.
-Era un chico muy inteligente, no había razón para que le suceda lo que le sucedió...- dijo Narcisa.
-Si el Señor de las Tinieblas lo asesinó, habrá tenido sus motivos. -Dijo Bella, imperativamente. Todos la miramos, pero ella no se sintió para nada incómoda. Me puse de pie y dije:
-Como sea, debo irme. O seré yo el próximo que muera.
Me fui de la casa de los Black en medio de la gran confusión que la muerte de Regulus había generado. Fue la gota que colmó el caldero, lo que incentivó a que todos nos preguntáramos si estabamos del lado correcto. Primero, la búsqueda de los videntes, y ahora el asesinato de alguien importante como Regulus. ¿Qué seguridad teníamos de que el Señor de las Tinieblas en su sano juicio? ¿Había una relación entre los videntes y Reguñus? Él me había dicho que el Señor de las Tinieblas también lo había obligado a buscar a Trelawney, pero creí a Regulus cuando me dijo que no se interesaba en eso. ¿Qué habría descubierto el jóven Black, qué era eso que lo había llevado a morir?
Cuando me di cuenta, había caminado unas cuantas calles ya. Me descubrí la manga izquierda y toqué la Marca grabada en mi antebrazo, y al instante me aparecí en un bosque en las afueras de la ciudad.
Mi gruesa capa de viaje no llegaba a protegerme del todo del frío que hacía. El bosque estaba bañado en nieve, como una postal navideña. No tardé mucho en escuchar los pasos entre la nieve que produjo Barty al encontrarse conmigo.
-¿Tú me has llamado? ¿Quién eres? -me preguntó, cno su varita en alto. Era tan jóven! Muchísimo más bajo que yo, lucía un saco de cuero ajustado, que le llegaba hasta las rodillas, y su pelo rubio oscuro un tanto despeinado le daba un aire desprolijo, pero bastante apuesto. Sus ojos saltones estaban adornados con sendas ojeras debajo de ellos, y pude ver, pude sentir la emoción de ese chico, la emoción que todos sentimos cuando nos unimos a los Mortífagos los primeros días.
-Si, te he llamado. Y baja la varita, idiota. Vengo en nombre del Señor de las Tinieblas.
-¿Ah si? ¿Y qué quieres?
-Eres Barty Crouch Junior, ¿verdad?
El chico me miró con un aire despectivo, y asintió con la cabeza.
-Necesito información sobre una persona que estoy buscando. Quizás puedas ayudarme.
-¿Buscas a Trelawney, eh?- me preguntó en un tono de burla. - Pues qué lástima, yo también. De hecho, mañana voy a visitarla, y espero que por la noche el Señor de las Tinieblas pueda recompensarme como es debido.
-No estoy de humor. Dime dónde puedo encontrarla.
Me contestó con una grosería, por lo que no tuve más remedio que sacar mi varita y lanzarle un encantamiento aturdidor. Él se protegió, pero el impacto lo empujó un tanto hacia atrás. Con furia, me lanzó una maldición pero yo la bloqueé con un movimiento muy complejo, y volví a atacar con facilidad, una y otra vez.
La nieve era la única protagonista de aquella pelea. Una vez que lo desarmé, lo colgué de cabeza con mi "levicorpus!" y le puse la varita en el cuello.
-Dime dónde encontrarla, o juro que te mato aquí mismo.
-Mañana por la noche, Dumbledore va a entrevistarla en Cabeza de Puerco, él está buscando una profesora de Adivinación para su colegio. -dijo titubeando el pobre Barty. Murmuré el contramaleficio, y lo último que esuché fue su liviano cuerpo caer sobre la nieve antes de que yo desapareciera de ese bosque.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Capitulo 6

-¿Qué has hecho?
-Lo que me dijiste... Ninguno quiso hablar asi que...
Avanzé unos pasos hacia el cuerpo sin vida de mi padre. El pobre yacía en el suelo, con las manos atadas detrás de su espalda. Me arodillé a su lado y estiré los dedos para tocarlo, pero no pude hacerlo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, haciédome sentir el dolor que me causaba verlo, haciéndome recordar que estaba vivo. Me corrí el pelo de la cara y me levanté, todavía en estado de shock.
-Lárguense de aquí, y llévense los cuerpos. -les dije. Los mortífagos actuaron inmediatamente. Aunque no habían comprendido lo que estaba sucediendo, no se atrevieron a retirar el cuerpo de Tobias que yacía al lado mio. Una vez que se fueron, el silencio me acompaño en mi duelo. El lugar seguía a oscuras, sólo se colaba un poco de luz por debajo de la puerta de calle, suficiente para ver al cadáver de mi progenitor.
-Nunca fuiste un buen padre, ¿sabías?- dije, mientras tomaba a mi padre por el brazo y lo arrastraba al fondo de la habitación. -Pero entiendo lo que hiciste. Entiendo cada una de tus acciones. Fuiste un cobarde. -y apoyé el cuerpo contra la pared. -Y te agradezco por ello. Agradezco nunca llegar a ser la mtiad de hombre que tu fuiste. Jamás. -apunté con mi varita al piso de madera y murmuré "defodio!". El piso se resquebrajó, y un hueco se formó en la tierra, suficientemente grande para meter a mi padre allí adentro.
-Mobilicorpus! -exclamé, y vi entre la oscuridad como el cuerpo se elevaba lentamente y se caía, haciendo un ruido sordo, en el hueco de tierra. Una vez que cerré el agujero con magia, salí de esa casa, ahora el cementerio donde mi padre descansaría por siempre.



El número Doce de Grimmauld Place era lo más cercano que teníamos a un cuartel general. Lo que una vez fue la mansión de los Malfoy, hoy era la casa de Bellatrix, la nueva favorita del Señor de las Tinieblas. La conocía de memoria, había estado allí un tiempo cuando era jóven.
Luego de la visita que le hicimos a esos muggles, me aparecí en Grimmauld Place en busca de información. Quería encontrar a Trelawney y terminar con todo esto. No sabía el porqué, sólo quería que todo acabe de una vez. Además, me intrigaba todo esto de los videntes. Confiaba en el Señor de las Tinieblas, es decir... no en él, sino en que no era ningún idiota, él sabía lo que hacía, y sentía pena por aquellos que lo cuestionaban.
La casa de los Black estaba vacía, a excepción de Rabastan, el hermano menor del marido de Bella. No me parecía una persona muy interesante que digamos, por lo que respondí vagamente a las escasas preguntas que me hizo. Cuando llegaron Bellatrix y Rodolphus eran las cinco, por lo que Bella se dispuso a llamar al elfo doméstico, Kreacher, para que sirva el té.
-¿Dónde se ha metido?
-Si no responde a tu llamado, es porque no está en la casa. -sugirió Rodolphus.-¿Lo has visto salir?-le preguntó Bella a Rabastan.
-Estoy aquí desde anoche. El elfo nos sirvió la cena a Regulus y a mi, luego fui a dormir y desde esta mañana que no he visto a ninguno de los dos.
-¿Y quién se cree que es para dejar mi casa sin sirvientes?
-Calmate, querida. -dijo Rodolphus, mientras tomaba su mano y la palpaba suavemente. -Llamaré a Clancy, prepara un té exquisito. ¡Clancy, ven aquí!
Un elfo doméstico se apareció en medio de la cocina. Era muy jóven, pero aún asi las marcas del maltrato que recibía a diario en la mansion Lestrange lo avejentaban de un modo extraordinario. El elfo se puso a preparar el té de inmediato, mientras yo contemplaba la escena. No estaba horrorizado, sólo me preguntaba porqué estaba rodeado de gente tan idiota. Pero Rodolphus y Bellatrix eran un matrimonio tan perfecto e inmaculado que necesitaban traer un elfo para que les sirva el té.
-Necesito hablar con alguien del Ministerio, el Señor de las Tinieblas me ordeno buscar a alguien que se ha escondido muy bien. -Dije, mientras llevaba la taza a mis labios.
-¿A ti también te han rebajado a buscar videntes?- preguntó Bellatrix entre carcajadas. Tras omitir su pregunta olímpicamente, me dirijí a Rodolphus.
-Es alguien que sigue en Inglaterra, dudo que haya salido del país. A estas alturas es probable que la Orden del Fénix sepa que la estoy buscando.
-Deberías hablar con Bartemius Crouch Jr. Nuestra última gran adición.
-¿El hijo de...?
-Asi es, el hijo de Basrty Crouch. El chico ha salido recién del colegio y su latente sentimiento de revelión adolescente lo llevó a nosotros. ¡Qué ironía!
En ese momento, la puerta de la calle se abrió y cerró estrepitosamente, y segundos más tarde Narcisa abrió la puerta de la cocina, con su capa de viaje puesta, y más palida de lo normal.
-¿Cissy, que ha pasado? -preguntó Bella al verla, poniéndose de pie.
-Regulus -dijo en un susurro. -Lo han asesinado.

viernes, 5 de marzo de 2010

Capitulo 5


Antes de irme definitivamente de "El Caldero Chorreante", me acerqué a la barra para pagar mi corta estadía allí. Tom, el tabernero, me entregó cuatro cartas, pero le ordené que las quemara al reconocer la caligrafía de Lessie en los sobres.
Eran las siete y veinte de la mañana cuando llegué a la esquina de Saint Du Lac y White Road. Ellos eran cuatro o cinco, cubiertos por capas negras y encapuchados, ocultando sus rostros con máscaras blancas y gastadas. Yo me puse la mía antes de que me vieran.
No nos conocíamos entre nosotros, ningún mortífago. Sólo los de más alto nivel. Pero los que hacíamos el trabajo sucio teníamos prohibído conocernos, hablarnos incluso. Órdenes directas del Señor de las Tinieblas.
-¿Hay que esperar a alguien más?- pregunté, tratando de distorcionar mi voz.
Los demás negaron con la cabeza.
-Vamos, entonces. - les dije. Nos tomamos de las manos, y desaparecimos.
Fuimos a parar a un pueblo bastante grande, en las afueras de la capital londinense. Hacía frío, sentía como se me endurecían los dedos de las manos mientras caminaba por la calle, encabezando el grupo de encapuchados. Deberían tener mi edad o quizás menos. Probablemente habían sido compañeros míos de colegio, o me los había cruzado algun verano. Nunca lo sabría.
Ese día debía hacer algo diferente. Esos chicos se habían pasado semanas en busca de una pareja de magos que protegía a los muggles que conocían nuestro mundo. Y eso no estaba permitido bajo el régimen del Señor de las Tinieblas, claro que no. Y como los idiotas que me seguían detrás no habían podido capturar a esta gente, no habían tenido el valor para acabar con sus vidas, yo había sido designado a guiarlos y enseñarles qué debían hacer. Podría estar buscando a la última de los Trelawney en ese momento, pero no. Al fin llegamos al lugar. Era una de esas antiguas casas, angostas y de tres pisos. Toqué a la puerta, y segundos más tarde escuché unos fuertes ruidos que venían del interior. Saqué mi varita y volé la puerta hacia adentro.
-Vamos, entren. -le dije al resto, aunque fui yo el primero en entrar. Una mujer que estaba gritando como loca cerca de la puerta fue la primera en morir. El lugar estaba a oscuras, por lo que las varitas eran las únicas fuentes de luz. Podía oír respiraciones no muy lejos, pasos apresurados, y más ruidos fuertes. Algún encantamiento de alarma les había avisado que estabamos allí.
En medio del caos, mis compañeros inmovilizaban a cuan persona se les cruzaba. Ordené a uno de ellos que ponga la Marca sobre la casa, mientras me abría paso hacia el fondo del salón donde estabamos. Encontré una puerta en la pared contraria, la abrí, y descubrí una pequeña habitación con seis o siete personas. Los obligué a salir y a arrodillarse en una fila. Ninguno era mago o bruja, todos muggles.
Los rostros de los muggles se veían ensommbrecidos, surcados en lágrimas. Sabían que estaban a punto de morir o ser torturados.
-Tú. -dije, dirigiendome al mortífago que más cerca tenía. Era más bajo que yo, pero tenía una espalda más ancha. -Interrógalos, averigua nombres o direcciones. Yo voy a seguir registrando el lugar.
Subí las escaleras y llegué al primer piso, aún a oscuras. La luz de mi varita marcaba mi camino, y me llevó a la única habitacíon que tenía muebles, aunque sólo era un escritorio y una estantería sin libros. El despacho se iluminó tenuemente de una luz verdosa, y escuché el ruido sordo que hace un cuerpo sin vida al caer. Sin importancia, comencé a ojear los papeles muy por encima, sin prestar mucha atención. Otra luz verde bañó la habitación. Tomé una de las hojas amarillentas del escritorio y descubrí que estaba repleta de nombres, la mayoría de ellos tachados. No reconocí ningún apellido de algúna familia de magos, por lo que supuse que todos eran muggles. Y si estaban en esa lista, no era bueno. Para ellos.
Una vez más, la habitacón se llenó de luz verde. Ya habían matado a tres, los pobres novatos.
"Loreen Savarell." encabezaba la lista. El nombre era seguido por otros tachados, y el que le seguía sin tachar era "Robert Runsen". Cuando leí el próximo nombre sin tachar, la luz verdosa volvió a distraerme. "Margaret Cheerlen"; "Elliot Newman"; luz verde. "Thomas Frackerley"; "Emily Simon"; luz verde. "Marie Watson"; "Tobias Snape".
La lista resvaló de mi mano. Con la otra seguía sosteniendo mi varita, que iluminaba mi endurecido rostro. Con el corazón en la garganta, bajé rápidamente las escaleras a la planta baja, donde pude distinguir los cuerpos de los muggles sin vida. Sólo quedaba uno arrodillado, el último en la lista. Estaba siendo apuntado por el chico a quien yo le había ordenado que los interrogue.
-¿Asi que tu tampoco vas a hablar?- le espetó el chico.
Aunque el largo pelo negro cubría la totalidad de su rostro, no me costó comprender que se trataba de mi padre, quien segundos más tarde, acompañó a los demás muggles en su descanso eterno.

jueves, 4 de marzo de 2010

Capitulo 4


Un día soleado de Agosto, se encontraba tirado en el pasto de los terrenos del castillo. Pero era el Severus adulto, no el estudiante. Escuchaba voces, murmullos y risas que provenían de lejos. Sentía el viento acariciar sus mejillas. Y de pronto, se puso de pie y comenzó a caminar hacia las voces. ¿Qué era lo que decían? Se adentró en el Bosque Prohibído, sin sentir miedo. Y las voces desaparecieron. De pronto, un ciervo enorme aparecía entre los árboles, montado por una niña de unos nueve o diez años, pelirroja y muy bonita. Ella lo miraba, y él no pudo evitar sentir vergüenza. Sabía que esa mirada era de reproche, la conocía.
-No quise... sabes que yo...- pero no podía seguir hablando. La angustia lo enmudecía, la vergüenza lo dejaba sin voz. Entonces se dió cuenta de que sostenía una botella de fino vidrio en su mano, llena de un líquido negro intenso. La destapó y tomó un trago, con la esperanza de que esa pócima alivie su dolor, que lo mate si era necesario. 
Y ahí se despertaba.
Para ser enero, hacía demasiado calor, por lo que no tenía nada puesto en el pecho. Por lo menos, no esa mañana. Ya no me importaba mi aspecto personal, probablemente nunca me había imporado. Sólo me preocupaba porque mi pelo negro y grasiento no pasara más alla de mis hombros, ya que no me gustaba tan largo ni tan corto.
Me puse a pensar en eso al ver mi reflejo en el espejo. No por mi propia voluntad, sino que las camas de las habitaciones de "El Caldero Chorreante" tenían un espejo justo en frente, y la súbita pesadilla que acababa de tener me había hecho pararme de golpe. Empapado en sudor, me levanté de la cama y me cubrió los ojos, protegiéndolos de los fuertes rayos de luz que se filtraban por la única ventana. Tanteè la mesa con la mano, tomé mi varita y cerré las persianas agitándola. Luego, encendí las velas que colgaban de una lámpara del techo, y volví a recostarme, intentando recordar.
No dormiría por unos cuantos días, eso estaba más que decidido. Y practicaría aún más la oclumancia, ya que por noches olvidaba dejar mi mente en blanco antes de dormir.
Unos suaves golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.
-¿Qué quiere?- pregunté groseramente aún desde la cama.
-Un hombre lo busca abajo, señor.
-Esta bien, dígale que espere.
Crucé los brazos por detrás de mi cabeza y me quedé contemplando el techo un buen rato. No solía tener sueños... que raro. Me cambié, guardé mi varita y bajé las escaleras para encontrarse con su visitante.
Regulus contemplaba el lugar con una mirada fría, cargada de asco. Si uno veía la escena en un plano más amplio, el jóven Black, con su pañuelo de seda y su túnica de primera calidad no encajaba con los magos que lo rodeaban, vestidos con viejas capas de viaje, ebrios y tan desganados.
-Hasta que te decides a bajar. -me dijo con una media sonrisa.
-Tuve que pensarlo mucho, hay mucha gente que me busca ahora, ¿sabes? Entre ellos, tu hermano.- respondí, y me senté en una silla. Regulus hizo lo mismo.
-Oh, no creo que Sirius esté buscándote en este preciso momento, Severus. Mas bien, diría que está buscando su túnica de gala...
Le dediqué una mirada fría y seca, y pareció entenderme.
-¿No te has enterado la feliz noticia?
-¿A qué has venido, Regulus?
-Trelawney. ¿Qué tanto sabes de la última de la familia?
Estudié la expresión de su rostro, buscando alguna explicación, pero fue en vano.
-Poco y nada. ¿Por qué debería?
-Mira, sé que estás detrás de ella. Y no pretendo robártela, te la regalo. Sólo quiero que sepas que el Señor de las Tinieblas me ha ordenado buscarla también.
-Mientes.
-Sabes que no. Vamos, usa alguno de tus filtros, lee mi mente, haz lo que tengas que hacer. Te digo esto para que sepas que estás a tiempo de abandonar todo esto.
Me levanté de la silla y le di la espalda. Él me imitó, y agarró mi brazo para detenerme.
-No tengo ganas de escuchar tus teorías otra vez. -le dije.
-Severus, es enserio. Puedo demostrártelo, se ha metido con magia que no entiende, que nadie entiende!
Me di vuelta para tenerlo cara a cara y lo agarré del cuello, empujándolo hacia atras, para acorralarlo contra la pared.
-Ve a contárselo a tu madre si tanto miedo te causa. -le dije con rabia. -Pero a mi déjame en paz. Estoy en esto hasta el final, y nada me hará salir corriendo.
Lo solté y subí las escaleras hacia mi habitación. Fue la última vez que vi a Regulus Black.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Capitulo 3



Ya habían terminado de cenar, aunque nadie lo había hecho con gusto. Era un milagro que hayan asistido todos a la reunión, pero era necesario, según decían las cartas que enviaron esa tarde.
-¿Y tu, Sirius, nunca has pensado en casarte?- le preguntó Frank, aunque ya conocía la respuesta.
-¿Casarse?-repitió James entre risas. -Vas a ofenderlo, Frank! Sirius sólo podría casarse con él mismo!
Alice, quien charlaba seriamente con Remus, se percató de que alguien llamaba a la puerta. Se levantó rápidamente y fue a ver quién era.
-Siempre me pregunté porqué los Longbottom no tienen elfo doméstico. -preguntó retóricamente Marleene, mientras ayudaba a Lily a levantar los platos de la mesa.
-No los necesitamos, querida. -le respondíó Augusta, la madre de Frank. -Los Longbottom no apoyamos la esclavitud en ninguna de sus formas. Es por eso que hemos perdido prestigio en la comunidad, pero no dignidad.
Todos rieron dichas estas palabras, e inmediatamente se pusieron de pie cuando vieron regresas a Alice con Dumbledore.
-Esta bien, esta bien, no es necesario. -agradeció Dumbledore, mientras le daba su capa de viaje a Alice y ocupaba una de las sillas. -Por cierto, ¿dónde están los Prewett?
-Fabian y Gideon están en Estados Unidos. Estan convencidos de que los magos americanos se uniran a nuestra causa. -respondió Molly, quien tenía su cabeza apoyada en el hombro de su reciente marido.
-Brindo por ellos, entonces. -dijo Dumbledore, y alzó su copa. Todos lo imitaron, y unos segundos mas tarde, James se puso de pie.
-Bueno, el hecho es que... los hemos hecho venir aqui porque hay algo que queremos comunicarles. -Comenzó a decir, mientras se revolvía el pelo. Esa costumbre de la que no había podido despegarse. Lily se paró junto a él al notar sus fervientes nervios y lo tomó de la mano. Él la miró a los ojos, se armó de valor, y anunció.
-Lily y yo vamos a casarnos.

•••

Más cerca de lo que creía, él vagaba solo por la fría calle esa noche. Sin saber siquiera que, los que alguna vez fueron sus amigos, sus conocidos o sus enemigos, estaban celebrando en ese mismo momento. Pero al príncipe no le interesaban esas cosas. Él estaba en asuntos más importantes, no tenía tiempo para fiestas, ni para amigos. Porque los principes hacían eso, ocupaban su tiempo, se acostumbraban a hacerlo. Algún día, ese príncipe sería rey. Ese príncipe que había madurado, que se había convertido en un hombre. Ese príncipe que había sido mendigo, que había encontrado a su rey, que había perdido la corona y ahora la había recuperado. Perdió y ganó, decidió y se quedó con lo que él consideró lo mejor. ¿Fue egoísta? Quizás un poco. ¿Cobarde? Jamás.

•••


Una vez más, tomó la pluma y la tinta. Escribio una línea solamente, amando cada palabra que dejaba grabada. Sólo necesitaba saber... tan solo quería saber... Enrolló el pergamino y lo ató a la pata de su lechuza. Esta vez no la vió alejarse y perdese en la noche, no. Esa noche se dejó caer en su cama, y se hundió en sus pensamientos, en sus peores suposiciones. ¿Y si había muerto? Ella moriría. ¿Y si había olvidado? Lo haría recordar. ¿Si su corazón le pertenecía a otra mujer? Pobre muchacha, sufriría tanto en sus manos! Ya una había sufrido, y había entendido el mensaje. Ahora estaba quién sabe dónde, de la mano del hombre de su vida. Lily Evans. El nombre, sólo el nombre, la llenaba de rabía, de locura. Cerró sus ojos, pensando en su príncipe y abrazando fuertemene el ejemplar de "Elaboración de pociones avanzadas" que alguna vez perteneció a Severus Snape.

Capitulo 2


-Perdió la cabeza.
-Nunca pensó con claridad, siempre lo supimos.
-Si, pero este es el límite.
El sol se asomaba por las altas ventanas cubiertas por ese vidrio que le daba un toque tan elegante a la Mansión, que uno sentía que estaba en un palacio. Los cuadros que colgaban de la pared abrían sus ojos lentamente, aunque llevaban despiertos unas cuantas horas ya, atentos a las palabras de los dos hombres que discutían.
-Tiene el Ministerio, tiene a las familias más poderosas de la sociedad mágica, ¿qué mas puede pretender? ¿qué puede amenazarlo ahora?
-No estoy seguro -decía Lucius Malfoy, mientras acariciaba su barbilla con su mano izquierda, mientras que con la otra sostenía un bazo de vino de elfo. -Creo que debemos elegir entre confiar, o no hacerlo. Debemos suponer que sabe lo que hace.
-Bien, entoces yo decido no confiar. -replicó el otro mago, quien, a diferencia de su compañero, estaba de pie en la sala. -Lucius, apoyo la causa, y doy mi vida y mi fortuna por ella. Pero no voy a seguir a un loco que se la pasa persiguiendo videntes. Es lógico que le encargue esos trabajos a los idiotas, pero ¿a mi? ¡Yo no me uní a esto para perseguir supuestos adivinadores!
-Regulus, no tienes opción. Además, es solo una pobre mujer. No tendrás porqué hacerle daño siquiera, hablará fácilmente. Puedes traerla aquí, si lo deseas.- Dijo Lucius, sin importancia. Le causaba placer esa situación, le causaba placer ver cómo un mago de tal clase como Regulus Black, quien se había ganado su alto puesto entre los Mortifagos, era rebajado a una misión tan indecente, mientras él se quedaba en su mansión, rodeado de sus lujos, donde de vez en cuando recibía algun que otro muggle para torturar. Un pequeño sacrificio que aseguraba su posición.
-Olvídalo. Hasta aquí he llegado. -dijo Regulus, de cara a la chimenea. Mientras le daba la espalda a Lucius, meditaba contarle eso que tanto ansiaba. No por ser Lucius, sino que quería decírselo a alguien. Pero sabía que no debía. Lo suponía desde hace mucho, lo había comprobado hace poco. Pero no iba a abrir la boca, él solo se encargaría. Hacía meses que había dejado de apoyar a Voldemort en su causa. El Señor de las Tinieblas había cambiado tanto... el poder lo había enloquecido, como a todos. Si él hubiera seguido a su hermano, ¿quién sabe? Quizás estaría en un mejor lugar, o quizás no. Pero era tarde para pasarse de bando, ahora era una rata encerrada en una jaula, rodeado de perros feroces. No podía salir, no podía borrarse la Marca del brazo. Cerró sus ojos y respiró profundamente.
-Como sea- dijo Lucius, mirando su copa brillar a la luz de la chimenea. -¿Te dije que Narcissa está embarazada?

Sólo quedaba una. Después de Aurelian, interrogué a su hermano menor Edmund pero repitió las palabras que todos sus primos, hermanos y parientes repitieron. También tuve que asesinarlo, pobre chico. No tenía más que quince años, tal vez dieciséis. Pero estaba feliz. Quedaba una Trelawney ahora, Sybill era su nombre. Si no conseguía sacar algo de ella, el Señor de las Tinieblas se enfadaría muchísimo. Iba a costarme trabajo, ya que los Trelawney se habían escondido bien, al igual que los Rickson y los Louirett, familias videntes, también. ¿Porqué lo buscabamos? Nadie se atrevía a preguntar. Muchos decían que el Señor de las Tinieblas había enloquecido, que veía su fin y quería tener un vidente que le diga qué pasaría en el futuro y qué debía hacer él. Yo no creía eso. Supongo que... tener videntes de nuestro lado era ventajoso. La dichosa Orden del Fénix nos complicaba mucho las cosas, aunque nos habíamos llevado unos cuantos e ellos. No tenían oportunidad ya, pero mientras Dumbledore siga a la cabeza, existía un ápice de esperanza para quienes no apoyaban el régimen del Señor de las Tinieblas.
Busqué una camisa en la oscuridad de mi habitación, ya que hacía frío y estar con el torso desnudo no ayudaba para nada. Encontré una que me quedaba algo ajustada, pero me la puse de todas formas. No pude evitar tocarme la herida que tenía en el hombro izquierdo. Me la había hecho hace meses en una batalla, pero no había sanado todavía. Podría hacerla sanar con alguna pócima pero no tenía tiempo para eso. Había abandonado el hábito de elaborador de pociones hacía mucho, me traía tantos malos recuerdos.
Tomé un par de galleons que había sobre la mesa, mi capa de viaje, y salí de esa casa justo cuando el sol se asomó por el horizonte. Hacía ya seis días que había estado en esa casa, y los muggles que vivían en ella regresarían en cualquier momento. Pisé las cartas que había en la entrada, todas dirigidas a mí. Ya no las abría siquiera, no me molestaba en ver quién las enviaba. Siempre era la misma persona. Caminé un par de pasos sobre la húmeda calle londinense, y cuando me aseguré de que nadie me veía, me desaparecí.

CUARTA PARTE - El cobarde y el traidor. Capítulo 1.


Dos años más tarde.

Qué pérdida de tiempo. Ese hombre no podría predecir una lluvia a mitad de Julio. Pero las órdenes eran órdenes, y yo no era nadie para cuestionarlas viniendo diréctamente de Él.
Se levantó de la mesa y ya no pude escuchar más sus pensamientos. Entonces me levanté también, y salí detrás de él a las frías calles de Londres.
Era más de medianoche. La ciudad estaba casi vacía, ya que era un día de semana y la mayoría de los muggles tenían fábricas a las que asistir mañana. Aquellos despreciables muggles habían llenado al país de ese humo negro, que inundaba las calles. Los turistas tomaban eso como un atractivo, como una maravilla más que ver en la ciudad. Pero no era más que otra razón por las que odiarlos. Distraído en mis pensamientos, perdí por un segundo al hombre al cual seguía, pero estaba tan ebrio que no caminaba tan rápido. Dobló a la izquierda cuando llego a la esquina, y apreté el paso para no perderlo. Me encontré con una calle angosta, donde el silencio reinaba. Había cavado su propia tumba. Lo alcanzé, saqué mi varita y lo acorralé contra la pared con una mano, mientras lo apuntaba. Despedía un terrible olor a alcohol muggle.
-No tengo dinero, muchacho, acabo de...
-No quiero tu dinero. ¿Eres Aurelian Trelawney?
-¿Yo? No, solo soy un tipo que...
Hice presión con mi varita en su cuello, y pareció entender perfectamente la situación en la que se encontraba. Pero como no quería perder más tiempo, recurrí a un método infalible. Saqué una ampolla de Veritaserum con mi mano izquierda y le dí tres gotas. Una vez las tragó, volví a preguntarle.
-¿Eres Aurelian Trelawney?
-Si. -respondió, con un tono seco.
-¿Eres adivino?.
Me negó con la cabeza. No, era la pregunta equivocada.
-¿Tienes el don de la adivinación?
-Todos en mi familia....
-¡Ya lo sé, ya lo sé!- Había escuchado esa explicación tantas veces... No era el primer Trelawney al que interrogaba, pero por suerte quedaban pocos.
-Escuchame bien, ahroa voy a matarte. -le dije claramente para que me entienda. -Asi que es hora de que hagas todas las profecías que tengas que hacer, ¿entendido?
El hombre me miró, con tanto pánico en los ojos que sentí que se le iban a caer.
-Si, entendido. -cerro sus ojos, y cuando hablo, lo hizo en una voz rara, distinta, como todos los Trelawney lo hacían.
-Será la última gota del vaso la que saciará tu sed. Será la última gota del vaso la que marcará Su fin. -y dicho esto, volvió a su estado normal. Otra vez la misma metáfora vacía, insulsa. Solté a Trelawney y le di la espalda, cargado de ira y amargura. Escuché sus pasos lentos, y sentí su deseo de escapar. Me di vuelta y lo vi alejarse a toda prisa. Lo apunté a la distancia, y concentré toda esa ira y esa amargura para pronunciar:
-Avada kedavra.
El cuerpo hizo un ruido sordo al caer en el sólido empedrado de la calle. Guardé mi varita y empecé a caminar en dirección opuesta, poco satisfecho con lo que había oído esa noche.