Una vez mas, recorrí el largo camino de tierra hacia la mansión de los Malfoy. Mi asombro por ese edificio se había ido con el tiempo, ya no me quedaba embobado contemplando los pavos reales blancos o la elegante fuente en el patio trasero. Incluso, me atrevería a decir que me desagradaba ir allí, ya no me encontraba cómodo en ese lugar. La puerta de entrada se abrió unos segundos antes de que yo llegue, revelando la multitud de personas que se encontraban en el hall. Todos murmuraban, nadie se atrevía a elevar la voz. ¿Qué estaría pasando? No vi caras conocidas para preguntar, por lo que guardé mis preguntas en mi garganta, esperando que sean aclaradas pronto. Y lo fueron.
El Señor de las Tinieblas se apareció en lo alto de la imponente escalera de mármol que adornaba el hall. Algunos hicieron un intento de reverencia, otros miraron simplemente al piso. Y el resto, como yo, se quedó con la boca abierta. Estaba tan... distinto. No er amás aquel jóven apuesto, que te hipnotizaba con sus ojos resplandecientes y te compraba con sus palabras siempre exactas... Algo le faltaba, las facciones de su rostro se le habían endurecido, su piel era más pálida que antes, su nariz apenas era una protuberancia que se asomaba por arriba de sus finísimos labios... Era una especie de monstruo. Pero seguía siendo el Señor de las Tinieblas. Ataviado con una capa negra, encapuchado hasta las cejas, bajo lentamente los escalones, con mucha dificultad diría yo. Sentí como se erizaban las pieles de la gente que me rodeaba, sentí cómo se les agitaba la respiración. Detrás de Él, bajaron la escalera Lucius, Bellatrix, y dos mortífagos más que no reconocí.
-Es increíble -comenzó a decir con su áspera voz - que algunos de ustedes me cuestionen. Me pone tan triste...
El silencio era insoportable, la tensión, dolorosa. Apenas movía sus labios, pero modulaba las palabras perfectamente.
-Vamos a simplificar las cosas. Es tiempo de saber en quien puedo confiar, y en quienes no. Mas de uno no volverá a casa a esta noche, pero yo no tendré la culpa.
Dicho esto, se movió tan rápido que me costó creerlo. Tomó del cabello a un mago de mi edad que estaba cerca de él y puso su varita en el cuello de éste, si inmutarse, sin alterarse ni un poco.
-¿Confías en mi, Goyle? -le preguntó al chico.
-S...si, mi s...señor. -contestó temblando de pies a cabeza.
El Señor de las Tinieblas lo soltó, y tomó por el pelo a otro chico que estaba cerca. Lo empujó al suelo, y quedo arrodillado frente a Goyle.
-Mátalo. -le dijo.
La cara de Goyle transmitió tanto miedo que no creí que fuera posible. Su temblorosa mano se metió en el bolsillo y salió sosteniendo la varita, pero la dejo caer, culpa de los temblores. Tan ágil como antes, el Señor de las Tinieblas apuntó con su varita al chico que estaba arrodillado y le lanzó la maldición asesina, sin pronunciarla. El mago terminó de caer al frío suelo de mármol, sin vida.
-Cobarde.- le dijo luego a Goyle, quien se quedó duro, inmóvil. -Y ahora me dirijo a ustedes. Regulus Black fue el primero en una larga lista de traidores a mi persona, una lista plagada de nombres tan nobles como lo fue Regulus. Yo mismo me encargaré de que esas personas sufran el mismo destino, o quizás peor. Les he pedido que me trajeran un par de videntes, y no lo han hecho. Han jurado dar su vida por mi, y hoy se arrepienten. Puedo sentirlo, puedo olerlo en el aire... tienen miedo. Pero, mis amigos, ¡el miedo no los llevará a nada bueno, oh no! El miedo es nuestra arma, nuestra mejor arma. -hizo una pausa, mientras se paseaba entre nosotros. -Y ahora escúchenme bien. Si mañana por la noche no tengo a Trelawney pidiendo por su vida delante de mi, desearán nunca haberse tatuado la Marca Tenebrosa en el brazo.
Era mi oportunidad, era lo que había esperado hace tanto. No tenía a Trelawney, pero tenía algo mejor. ¡Tenía lo que el Señor de las Tinieblas quería a fin de cuentas, las palabras de la vidente! Me abrí paso entre la gente hasta llegar frente a Él, y sin mirarlo a los ojos y con la cabeza un tanto agachada, le dije:
-Mi señor, me honra con su presencia esta noche. Pero es de suma urgencia que escuche lo que tengo para decirle.
-Dilo, entonces. -me dijo secamente.
-Preferiría hacerlo en... privado. Es sobre Trelawney...
Pasados unos segundos, se dió media vuelta y subió las escaleras de mármol, dejándo a sus seguidores todavía temblando. Luego, Lucius bajó rápidamente la escalera y me buscó entre la multitud, que ya había empezado a comentar, en murmullos, lo que acababan de oír.
-Te está esperando arriba, Severus. Quiere hablar contigo.- me dijo.
Co nel estómago revuelto y los nervios al máximo, comencé a subir la escalera, mientras a mis espaldas la puerta de la mansión se abría y Lessie hacia su entrada.
lunes, 15 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario